Psicóloga, conferencista internacional y creadora del Método Insight, Vero Marcos tiene una propuesta clara: recuperar la conciencia del pensamiento, el poder de la reflexión y la profundidad emocional como actos de resistencia frente a la automatización de la mente.
Para Marcos, no se trata de rechazar la inteligencia artificial, sino de comprender sus límites. “La tecnología puede ofrecer respuestas, pero no comprensión. Puede procesar información, pero no emociones”, afirma.
Su visión no promueve un retorno nostálgico al pasado, sino un avance consciente hacia el futuro. En sus palabras, la humanidad no debe luchar contra la inteligencia artificial, sino aprender a convivir con ella sin perder lo esencial: la capacidad de sentir, crear y pensar por cuenta propia.
Su reflexión nace de un fenómeno que ella denomina pereza cognitiva. Se trata de la tendencia creciente a delegar el pensamiento, a confiar en los sistemas automáticos antes que en la introspección.
“Cada vez más personas buscan en una pantalla respuestas que deberían encontrarse en sí mismas. Nos acostumbramos a que una aplicación decida por nosotros qué comer, qué opinar o qué sentir”, advierte.
Esta renuncia silenciosa a la autonomía intelectual tiene, según la doctora, efectos profundos: debilita la atención, la creatividad y la autoconfianza.
A través de su experiencia clínica y su investigación en neurociencia, ha demostrado que la mente humana es moldeable.
La neuroplasticidad, explica, es la capacidad del cerebro de reorganizarse y generar nuevas conexiones neuronales a lo largo de la vida. Es decir, podemos reinventar nuestra forma de pensar, cambiar patrones emocionales y reconstruir nuestra historia interior. Sin embargo, esta capacidad se activa solo cuando ejercitamos la conciencia.
“La mente florece cuando se la desafía. Pero si la dejamos inactiva, la automatización se vuelve su peor enemigo”, sostiene.
El Método Insight creado por la doctora parte precisamente de esta idea. Es una propuesta terapéutica que integra la mente, las emociones y el cuerpo como un todo. No se limita a lo racional, sino que busca liberar las memorias emocionales que permanecen reprimidas desde la infancia.
Para Marcos, esas memorias —que muchas veces determinan decisiones y conductas sin que lo sepamos— necesitan ser reconocidas y resignificadas para poder alcanzar una vida más plena. “La mente no puede sanar lo que el corazón aún no ha comprendido”, afirma.
En entrevistas recientes, ha señalado que el exceso de información no equivale a mayor conocimiento. “Estamos sobrealimentados de datos, pero desnutridos de reflexión. El ser humano necesita espacios de silencio para procesar, no solo para consumir”, explica.
Esta idea se traduce en una invitación: volver a pensar despacio. En un mundo que mide el éxito en velocidad, la doctora propone un cambio de paradigma. Reflexionar, cuestionar, observar, sentir… son actos que, en su visión, deben reivindicarse como una forma de libertad. “La prisa nos roba la profundidad. Y sin profundidad, perdemos el sentido”, sostiene.
La especialista hablar de tecnología desde la psicología, pero también de humanidad desde la ciencia. Y pretende llevar su mensaje a distintas generaciones, desde jóvenes hiperconectados hasta adultos que buscan recuperar el control mental en tiempos de ruido digital.
Asimismo, busca demostrar que podemos usar la inteligencia artificial como una herramienta de crecimiento, sin que eso implique renunciar a nuestra capacidad crítica ni a nuestra esencia emocional.
Vero Marcos recuerda que el bienestar mental no puede ser delegado. Ningún algoritmo puede sustituir la empatía humana ni la introspección. La tecnología puede acompañar procesos, pero nunca reemplazar el poder transformador de la autoconciencia.
Su pensamiento se resume en una frase que ha compartido en sus conferencias: “No hay mente más poderosa que aquella que se atreve a observarse a sí misma”.
La doctora no solo habla de psicología, habla de evolución. De un cambio silencioso que empieza dentro. En sus propias palabras, la humanidad se encuentra en una encrucijada: “Podemos dejar que las máquinas piensen por nosotros o podemos aprender a pensar mejor con ellas”.