Su obra, como la de su hermano Hernando y la del Maestro Rayo es icónica del Valle del Cauca.

Esta artista vallecaucana fue una pionera de la plástica y logró crear imágenes significativas en pintura, grabado y dibujo. Su obra, como la de su hermano Hernando y la del Maestro Rayo es icónica del Valle del Cauca, pero para las mujeres de Colombia ella representa lo que Leonora Carrington y Remedios Varo hacen en sus respectivos países: ser una pitonisa que enuncia en símbolos y alegorías el pasado y el futuro del género femenino. Ocultos en sus obras, que parecen ilustrativas de algún cuento de hadas desconocido, están los mitos y sueños subterráneos o inconscientes de la psiquis femenina. Podemos reconocer en una obra de Lucy las tres caras de la Diosa en sus manifestaciones de la Virgen niña naciente y renacida, de Madre Tierra, dadora de la vida; y de la Anciana, dadora de la muerte y resurrección.A través de una simbología que el misterio y la poesía iluminan, Lucy teje un mensaje ecológico y reivindicativo del lugar de la mujer en este mundo y una protesta desgarradora por las infamias cometidas contra los inocentes y los desprotegidos. La densidad del dolor que sentimos en las texturas y los colores terrosos o vivos se debe a la capacidad de expresión que posee la artista de lo más profundo del sentir humano. En su obra temprana, vemos escenas parecidas a las de los muralistas mexicanos, las que representan personas humildes trabajando o en sufrimientos recurrentes. Estas escenas, menos surreales que las posteriores, muestran el compromiso de esta artista con representar la condición humana. Pero son los niños que poco a poco van llenando los espacios de cada tela o papel. Niños hermosos y tristes que podrían ser elfos o hadas que se refugian en paisajes tan inverosímiles como detalladamente realistas, que podría ser el vientre protector de la Pachamama. Al mirar un cuadro de Lucy quedamos hechizados y llegamos al lugar donde el corazón se inquieta por lo que nos dicen esos paisajes fantasmagóricos.