Con ‘Ella estuvo aquí’, expuesta en la Galería Jenny Vilá, la artista caleña busca reivindicar el papel que la mujer ha cumplido en el desarrollo de la cultura , yendo en contra de prejuicios machistas.

’Ella estuvo aquí’, la obra que usted presenta en la Galería Jenny Vilá, tiene similitudes con su anterior obra ‘Ella volverá en cualquier momento’. ¿Por qué? En realidad este trabajo es la segunda edición de ‘Ella volverá en cualquier momento’, que parte de una observación un poco graciosa de ver cómo unas mujeres nunca se cambiaron el peinado. Lo que hice fue recopilar un archivo de estas señoras, casi todas del mundo de la cultura, y escogí seis: Martha Traba, la crítica de arte; Ángela Davis, activista afro de Estados Unidos; Rigoberta Menchú, con su tocoyal, peinado tradicional indígena; Simone de Beauvoir, con su moña; Victoria Ocampo, de la revista Sur; e Imelda Marcos, la esposa del dictador filipino. Y luego reproduje esos peinados en cerámica. La instalación de las ‘pelucas’ es bien particular. Parecen hablando entre ellas...Lo primero que quise fue no instalarlas en pedestales tradicionales sino hacer referencia a los lugares que esas mujeres habían habitado, o donde pudieron haberse sentado. Es decir, los sitios donde construyeron su propia imagen. De ahí que las haya expuesto en espacios que parecen oficinas, con escritorios y mesas de teléfono. En el caso de ‘Ella estuvo aquí’, que expongo ahora es una sala de estar.¿A quién se refiere ‘ella’?Se refiere a todas esas mujeres, pero en este caso en particular a Maritza Uribe de Urdinola, fundadora del Museo La Tertulia, porque en esta exposición decido unir el trabajo anterior con un estudio que yo había hecho que se llama ‘Maritza, estudio para un patrón’, que de alguna manera traza una historia paralela del Museo La Tertulia con cosas personales de su fundadora y de cómo pudo haber sido su vida en relación al Museo.¿De dónde parte la idea?De un artículo que me encontré en el archivo de prensa del Museo. Era una noticia donde se hablaba de una inauguración de un Festival de Arte. Junto al artículo había una foto de todas estas señoras que fueron importantes para la cultura en Cali, pero el artículo no habla de ellas sino de los vestidos, de la ropa que tenían puesta ese día. Eso me pareció muy curioso. Además, de la única ropa que no se hablaba era de la ropa de Maritza. Yo tomé ese artículo como excusa para inventar una obra que coge como argumento cuál pudo haber sido la ropa, o por lo menos la tela, que pudo haber usado Maritza ese día. Es así como tomo elementos de otros artículos de prensa como los patrocinadores de la cultura: el gremio azucarero, la industria cementera, las tuercas. Con ellos hice una pintura que posteriormente imprimí en una tela. Una tela que, propongo, pudo haber sido la del vestido de Maritza. Al final, la instalación va acompañada de una carta dirigida a la actual directora del Museo en la que le digo los posibles usos de esa tela. ¿Y cuál es la intención del trabajo?Quiero reflexionar sobre el punto de que todas ellas se construyeron su propio lugar de poder en el arte, diferente al de los artistas. También encontré que esa crítica de que eran unas señoras que hacían su trabajo por ‘hobby’ mientras sus maridos trabajaban existe desde los años 60 y 70. Y lo que me pareció interesante es que es un prejuicio y una mirada muy machista.¿Se trata de reinvindicarlas entonces? Sí, pero no en un sentido panfletario. Solo busco reconocer esa historia, a través de una idea tan absurda como reconstruir un vestido. Y evidenciar también que esa historia todavía no está escrita: ni la del Museo ni la de Maritza. Y como no está, yo me la puedo inventar.