Betteres barranquillero, ha publicado libros de crónica y poesía, y fue uno de los invitados a la Feria del Libro, Filca. ¿Quién es este chico que a veces confunden con un escritor travesti?

Cuando supe de John, realmente estaba buscando información de Pedro Lemebel. En aquel momento la portada tecnicolor de su libro de crónicas travestis, ‘Locas de felicidad’, me atrapó. Lo compré y leí sin reparo.

Luego lo contacté por Facebook y comenzamos una conversación que, alguna vez, continuamos en la sala de espera del aeropuerto Ernesto Cortissoz de Barranquilla.

Desparpajado, poderoso y algo borracho, Better me regaló unos minutos que fueron suficientes para comprender a ese animal salvaje que revela, en sus textos, la magnificencia y belleza de mundos tan socialmente relegados como el de los travestis.

Seguidor de Björk y Spinetta y con 37 años encima, John pasó por la Feria del Libro de Cali y nos habló de literatura, de Barranquilla, de Lemebel (su ‘madre’ literaria), y de su trabajo como escritor.

Así, pudimos conocer algo de Better: un muchacho que no quiere dejar de soñar, que su mayor sueño es la vida y que el juguete que más extraña es su exnovio.

Contános de vos: ¿quién ese chico que confunden con un escritor travesti?

No me ofende el término travesti, me he vestido como mujer en más de una ocasión. Pero digamos que en algunas ocasiones ‘travisto’ el lenguaje, le pongo el más estrafalario de los vestidos y que salga a la rancia pasarela de la literatura colombiana a hacer su show. Y ¿quién soy? No sé, en eso ando hace 37 años, tratando de saberlo.

John Better es, seguramente, un nombre desconocido para los caleños: ¿cuál sería la mejor [Better] manera de conocer a ese escritor barranquillero, y que la gente no diga: “quién es ese, no lo conocemos”?

No sé si me interesa ser conocido, yo creo que en esta época a cada parpadeo olvidamos algo o alguien a nuestro alrededor. Hay dos buenas formas de conocerme: leyéndome o llevándome a la cama, usted elija.

¿Qué implicaciones tiene para su obra escribir desde la periferia que es Barranquilla?

La mayor implicación creo que es ser visto como un autor menor, de segunda, pero eso no me disgusta. Yo no pertenezco a ese mundo de papel de muchos escritores colombianos, a esas

tranzas políticas y mucho menos al lobby editorial, lo mío es hilar palabras y que detonen en el ojo voyeur del lector.

Dos libros de mi biblioteca descansan sobre el escritorio, mientras escribo esta entrevista: ‘Locas de felicidad’ y ‘China White’. John, ¿de dónde surge el interés por narrar, por escribir?

Eso me tomaría mucho tiempo, una crónica, a lo mejor. Lo resumiré: escribo porque no sé hacer más nada, no tengo otro talento o don, soy un fiasco en todo, y creo que escribiendo me desenvuelvo con cierta agilidad de medusa en la marea. Escribo para humillar a mis amigos, para no aburrirme, para seducir, para vivir, literalmente.

Definirse como un hombre gay que escribe, lo categoriza como un ‘escritor gay’, ¿existe eso de la literatura gay?

Yo creo que existe la literatura y más nada. El asunto es que me quieren ubicar en esa línea gay que está tan en boga y discutida. Entonces afirmar que existe literatura gay me parece excluyente y pretencioso.

Entonces, ¿’Locas de felicidad’ no podría definirse como literatura gay?

No. Es como dice Andrés Felipe Solano, un libro necesario dentro de la literatura hecha en mi país. A diferencia de los autores gay que ya habían publicado en Colombia cuando apareció ‘Locas de felicidad’, yo quizá fui el primero en diseccionarme tan salvajemente como lo hice en ese libro en el que no tuve ningún pudor en revelar un mundo desconocido para ciertos lectores.

En los agradecimientos de ‘Locas de felicidad’ escribes: “A mis amigas travestis que es lo mismo que decir joyas”. ¿Cuál es la belleza que encuentras en el mundo que describes?

Son joyas prestadas como las de la Niña Pastori. Las travestis, bueno algunas, son como brillantes que le presta el destino a esta vida. Algunas en su esplendor son tan efímeras como la luz de una luciérnaga. El travesti desenmascara una realidad, es la exageración de la felicidad, lo cual es una cosa loca.

“¡Adiós mariquita linda!” seguramente es una frase que habrás escuchado con frecuencia en las polvorientas calles de tu Barranquilla. También es el título de un compendio de crónicas y relatos escritos por el chileno Pedro Lemebel, “tu madre”, como lo leí alguna vez en tu perfil de Facebook. ¿Qué tan importante fue Pedro Lemebel en tu vida?

Fue y es el escritor que más leo y admiro de la veredita latinoamericana. Representó un apoyo incondicional, estuvo al pendiente de la escritura de ‘Locas de felicidad’, dándome pautas, haciéndome críticas. Recuerdo cuando me decía: “pero hija, ya aquí me estas plagiando”, señalándome algún párrafo donde quería lemebelizarme.

Estuvimos en contacto hasta semanas antes de su deceso, lo extraño. Y bueno ya no me gritan tanto “¡adiós mariquita linda!”, digamos que ya no soy tan linda, y cuando ocurre, muy amablemente respondo el saludo a lo Chávela Vargas: “no se dice adiós, se dice te amo”.

“Veredita latinoamericana” y “horribles escritores del boom latinoamericano” son apenas dos expresiones que has usado sin reparo. Háblanos de ello.

Pues es que los escritores de este continente parecen hacer escuela en la misma facultad con decano emérito. Todos son nietos de Gabito, todos bien puestos, son una horrible sociedad de burgueses sin alma al servicio de siniestros intereses, como dijo Lemebel: tristes funcionarios de la literatura que se reúnen cada año en una ciudad amurallada a beber whiskey y hacer sonar sus alhajas en cada choque de manos.

La Better [¿te puedo llamar así?] no solo es crónica y cuento. Es también poesía, oscura y sórdida. ¿Quién es Sioux Vidal? ¿Poesía queer?

Así solo puede llamarme Harold Alvarado Tenorio, mi tío, quien me bautizó en un riachuelo por los lados de Armenia. Sioux Vidal es un alter ego, cruza de potrillo y de yegua. Una voz cínica que canta, un ex granjero de cebollas que funge de poeta, pero que no es más que un fracasado que tañe una guitarra lagrimera bajo una ventana clausurada. ¿Poesía queer? No, solo poesía.

Repaso con cuidado algunos autores como Capote, Lemebel, Salcedo Ramos, Talese, Guerriero, Bukowski, Burroughs y Molano. ¿Qué te dicen estos autores? ¿Se comunican con vos?

Sí, todos ellos. Los escucho aun cuando no estén mis ojos sobre las líneas de sus libros.

Ahora mismo trabajas en un proyecto documental para el canal Telecaribe. ¿De qué se trata?

‘Crónicas translocadas’ es un bello proyecto ideado por la productora barranquillera Lee Morales, donde ocho crónicas de personajes LGBTI escritas por mí fueron llevadas a la televisión.

Es una serie documental con un grupo de seres humanos que le moverán el piso a muchos. Desde una Madonna guajira, un cura anglicano, pasando por una exprostituta quien ahora se taconea por los pasillos del Ministerio del Interior luchando por los derechos trans, hasta un extravesti vendedor de pescado en el mercado de Bazurto, en Cartagena. Habla de la incidencia de esta gente en la sociedad a través de sus oficios.

¿Cómo te sientes incursionando en el lenguaje audiovisual?

Es una grata experiencia, me gustaría ahora hacer cosas para televisión, libretos esencialmente, oigo ofertas.