Esta vez Carlos Palau reitera su vasta trayectoria como guionista, director y productor cinematográfico, iniciada con filmes como ‘A la salida nos vemos’ y ‘El sueño del Paraíso’, entre otras.

Desde el momento en que aterrizó en este mundo Carlos Arturo Palau inició una búsqueda que inevitablemente  lo llevaría al cine. Y la respuesta la encontraría siendo un niño todavía, viendo, como solía hacerlo casi todas las noches en el Teatro Sarmiento de Tuluá, ‘El enmascarado de plata contra la momia azteca’. Fue ahí donde decidió que lo suyo sería el cine.

Por complacer a su papá se matriculó en la facultad de Derecho de la Universidad San Buenaventura, pero al cuarto semestre viajó a Bogotá a visitar al gerente de Bolivariana Films,  donde conoció al director italiano de ‘La amiga de mi madre’, quien en un arranque de amabilidad le dijo que si algún día iba a Roma lo buscase.

Palau le cogió la caña y aterrizó en Roma. Pero el director jamás le devolvió la llamada. Así que se dedicó a vender periódicos hasta que una noche entabló conversación con la directora del Ballet de  México,  que estaba montando una obra de Enrique Buenaventura. Con ella iniciaría un periplo europeo que duraría 7 años.

Primera estación: París. Carlos se matricula en la Alianza Francesa y en una escuela de cine. Asiste a los seminarios de Michel Foucault, Umberto Eco, Roland Barths y, a punta de simpatía y ganas de aprender, se codea con la elite de la televisión francesa.

Años de viajes, aprendizajes, aventuras que lo catapultan en 1978 a la India. Ahí nace su ópera prima, una película  entre documental y ficción, basada en el poema de Jorge Zalamea Borda, ‘El sueño de las escalinatas’. 

Sus siguientes paradas fueron  Madrid y Nueva York. Más carcajadas, sueños, frustraciones y rabias. Las cosas no han sido fáciles para este quijote que sueña en colores, que imprime en sus obras el intangible ritmo de una música interna, casi espiritual, que es el hilo conductor y columna vertebral de cada una de sus películas.

Tal vez el no compartir la sed de sangre, violencia sexual, ordinariez y transgresiones con otros directores de cine nacional, hace que sus realizaciones no las exhiban en las grandes salas comerciales. Le toca combatir contra  molinos que no son de viento sino de dinero, que es lo único que mueve a los exhibidores, dice. 

Pero él no se rinde. Cuando todas las puertas parecen cerradas, se le abren otras. Su  ángel protector se materializó en Ángela, su compañera, su amor, su productora, su cómplice. A ella la encontró  hace veinte años en una fiesta en Bogotá.

Desde esa noche no se han vuelto a separar. Es esta publicista quien sabe interpretar sus sueños e ilusiones y logra llevarlos a la realidad, como lo hizo, una vez más, en su más en ‘La Caravana de Gardel’, una adaptación de la novela del escritor Ferando Cruz Kronfly y que relata el viaje por tierra en 1935, de los restos mortales de Carlos Gardel, a través de las montañas de Colombia, desde Medellín hasta Buenaventura. Una película que hay que ver, porque todos los colombianos tenemos un tango incrustado en el corazón.

Carlos y Ángela nos reciben en el piso 13 del edificio Alcázar del Río desde el cual se ve el río Cali.  Allí, al calor de una lulada y apetitosos pandeyucas, hablamos de lo divino y lo humano, y  por supuesto,  de ‘La Caravana de Gardel’. Cuando le preguntamos cómo logró captar el espíritu de la novela de Cruz Kronfly en la filmación, solo atina a soltar tres palabras: “A puro rejo”, dice.

Entonces Ángela da su versión de los hechos: “Fernando Cruz le da el libro a Carlos más o menos en la Navidad del 2008,  pero solo lo leyó como a los dos años. Lo primero que pensamos era que había que definir una época y no queríamos montar violencia.  Así que nos fuimos a la época del 35 que no tenía violencia. Carlos se sienta a escribir el guion y me lo va mostrando, y yo le digo que le falta mucho.  “Entonces escríbalo usted”, respondía furioso. Volvía y se sentaba y me llamaba para que lo leyera otra vez. “Todavía le falta”. Él entraba en crisis y me decía nervioso: “¿Sabe qué? escríbalo usted que sabe tanto y no me joda más”.

Pero al otro día a las 6:00 a.m. estaba otra vez escribiendo. Ese era el rejo que yo le daba porque yo sabía hasta dónde podía llegar. Fueron tres años dándole rejo. Un día me lo pasa y  por fin le contesto: “Ahora sí estamos de acuerdo, ya podemos arrancar en una pre producción”.

 Carlos, en la obra de Cruz Kronkly no aparece el tema político en Argentina como leitmotiv que justificara la conducción del cadáver de Gardel  por tierra hasta Buenaventura. ¿Esto es pura ficción?

Efectivamente eso no estaba en el libro. Se me aparecen dos personajes increíbles en un restaurante durante el Festival del Tango en Medellín. Uno fue Luciano Jaramillo y el otro, Roberto Ostuni de la Academia del Tango de Buenos Aires.

Les conté de mi proyecto sobre ‘La Caravana de Gardel’, y les dije que necesitaba que me contaran lo que pasaba en esos momentos en Argentina, porque así se me destrababa la historia. Ostuni se explaya a contar el crimen del político que hizo tambalear el régimen, y un tema de corrupción de dos de sus ministros:  Natalio Botana, director-propietario de Crítica inició en ese diario una campaña para desviar la atención pública (sobre el negociado de las carnes con Inglaterra) con artículos relacionados con Gardel. Entonces se dio comienzo al plan de repatriación a Argentina de los restos mortales del cantor.

En ese periódico se publicó con gran despliegue el viaje de Armando Delfino (apoderado de Gardel), el 14 de septiembre de 1935 rumbo a Colombia, sobre la exhumación de los restos del cantante en Medellín y su partida desde Buenaventura a Nueva York y la llegada a Buenos Aries, donde se depositaron  en el cementerio de la Chacarita el 6 de febrero de 1936.

En realidad este funeral que duró  cerca de siete meses sirvió como cortina de humo al asesinato del diputado Bordabehere, y el negociado de carnes por parte de dos ministros del gobierno argentino.

¿La película ya fue vista en Argentina?

Así es. Cuando doña Martina Iñiguez, la más grande historiadora del tango y de Carlos Gardel, demostró que éste nació en Uruguay, me escribió una carta muy linda donde dice: “Carlos, no sé si algún día me voy a cansar de ver tu película”.

Gardel, según ella, era hijo de un militar con la hermana de su esposa, una especie de incesto. Aparece la señora Berta Gardés, a quien le entregan el niño. Es ahí cuando empiezan especular que se llamaba Charlie Gardés, de origen francés.

Ese fue el montaje que hizo el argentino que vino a Medellín para contratar el traslado por tierra del cadáver del cantante. En la carta, la historiadora me dice al final que mi película “es la página que le faltaba a la historia.”

¿Cuánto se demoró la filmación?

La pre-producción arranca en 2010. En un principio iba a ser en Salamina (Caldas),  porque es un pueblo intacto que está en la montaña, tiene 5 parques y una plaza principal.  Incluso, la Secretaría de Cultura  nos apoyó económicamente para la escritura del guion.

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Pero finalmente se filma en Medellín. ¿Por qué Ángela?

Como Salamina carecía de infraestructura para albergar a 50 personas en un hotel, decidimos hacer la producción en Medellín, donde teníamos la facilidad de alojamiento y donde la locaciones. El trabajo de producción es coger el guion que Carlos escribió y empezar a estudiar el plan de rodaje, armarlo y desglosar la parte logística para aprovechar cada peso, y que no  haya despilfarro. Un día de rodaje es muy costoso.

Tuvimos que llevar carros antiguos que los dueños cuidan como a la mamá, alquilar un planchón para transportarlos, dos busetas, un camión para las luces y la tramoya. Uno de los carros era de un cuñado de Álvaro Uribe y la hermana del expresidente servía la coca-cola y compraba pasteles a la tienda para repartir entre el personal. Todo el mundo ayudaba y se involucraba. 

Carlos, cuéntenos ¿cómo  financiaron la película?

Nos consiguieron una entrevista con el Gerente de la Licorera de Antioquia, Fernando Restrepo. Nos recibió, le echamos el cuento y nos dijo: “Me encanta la película, yo la financio con $300 millones. Quince días antes del rodaje, el señor Restrepo desapareció. No contestaba al  teléfono y nosotros con esta angustia tan terrible, con 60 o 70 personas atrás y con la gente trabajando en el hotel por cuenta nuestra. Nadie sabía lo que pasaba, solo Ángela y yo: que la plata no había llegado.

Como si fuera poco, María Adelaida Puerta, la famosa actriz que iba a hacer el papel de ‘Oropéndola’, la prostituta, me llama y me dice: “No hago la película si no quita a Ramón Marulanda”. Con mucha pena le contesté: “Te vas”.

¿Y cómo  encontró su reemplazo?

El día anterior Adelaida Mejía, la hija de Manuel Mejía Vallejo, me había llamado de París para contarme que estaba tomando clases de actuación y que en los ratos libres daba clases de tango. Cuelgo el teléfono con la otra Adelaida y llamo a la hija de Manuel, a quien yo cargaba cuando era chiquita. Entonces le digo: “¿Quieres hacer este personaje?”  y ella responde: “Ya voy para allá”. En 15 días estaba metida en el personaje. El papel era para ella.

¿Y qué pasó con los recursos? 

Después de una noche de insomnio, nos levantamos con Ángela  a mirarnos los ojos, muy preocupados. Le dije: “Tenemos unos ahorros, cerca de $250 millones, los sacamos y hacemos la película”.  De ahí se pudo finalizar el rodaje.

Y el señor Restrepo, ¿nunca apareció?

Solo apareció cuando la película estaba hecha. Al cumplir Teleantioquia 30 años de fundación, me pidieron presentar ‘La Caravana’ al aire libre, ante tres mil personas. Como la Licorera hace parte de la Gobernación, entonces el señor Restrepo dijo que ponía el trago y el coctel. Nos llevó a su oficina para negociar con nosotros el lanzamiento, y nos dio el mínimo.

¿Por qué Cine Colombia no ha presentado ‘La Caravana’?

El problema con Cine Colombia no es solamente con ‘La Caravana de Gardel’ sino con muchas películas colombianas que ellos consideran que no son comerciales. Eso es muy relativo, pues mire no más ‘El abrazo de la serpiente’, si no es nominada al Oscar, nadie la hubiera visto. El tema con Cine Colombia y los demás exhibidores es que no creen en el cine colombiano.  Además nos cobran por sala US$800. Se necesitan 50 salas, es decir,  US$45 mil, sin todavía tener al espectador en la sala.

¿Qué porcentaje se llevan ellos?

El 70%. El año pasado hubo 50 millones  de espectadores, si se multiplica por cien son US$500 mil millones ¿Cómo es posible que nos pongan a los productores pobres  a pagar US 800 por sala? Es muy frustrante hacer una película durante cuatro años para que al final se encuentre uno con ese muro de Cine Colombia y demás exhibidores. 

¿Es cierto que vetaron su película ‘Hábitos sucios’, porque el presidente de Cine Colombia es del Opus Dei?

Así es.