¿Cómo es correr con los pulmones trasplantados? Luis Alberto Gaitán de Armas no duda al momento de responder.
– Es una felicidad, ni la hijue… —dice y recuerda que está en una entrevista como para decir palabrotas. —. Retoma.
– Volver a sentir que respiro bien, volver a sentirme funcional, hace que se me salgan las lágrimas en cada carrera. Físicamente no se siente nada especial, más allá del cansancio. Pero correr con pulmones trasplantados te hace sentir un agradecimiento infinito. Antes no podía caminar 100 metros, ahora corro 5.000. Compito en 5K. Para mí es como una maratón. Corro en tributo a mi hermano, que murió por la misma enfermedad genética que tengo: fibrosis quística. Es producida por mutaciones de un gen que regula el transporte de sal y agua a través de las membranas celulares. Al no funcionar bien, las secreciones (moco, sudor, jugos digestivos) se vuelven mucho más espesas y pegajosas de lo normal. En mi caso obstruían las vías respiratorias y generaba daño pulmonar progresivo. Con mis nuevos pulmones la enfermedad, por lo menos en este órgano, se detuvo.
Luis Alberto, 29 años, administrador de empresas y nacido en Villavicencio, hace parte de la Selección Colombia que acaba de disputar en Alemania los Juegos Mundiales para Trasplantados.
– Gané medalla de participación en atletismo. Quedé último en mi categoría, pero no importa. Competí con atletas que llevan cuatro años trasplantados, y yo apenas llevo un año y unos meses. En Alemania no podían creer que ya estuviera compitiendo – dice entre risas.
***
Los Juegos Mundiales de Trasplantados son un evento deportivo internacional que reúne a personas que han recibido trasplantes de órganos, médula ósea o células madre. Se celebran cada dos años y tienen como objetivo promover la actividad física como herramienta para la rehabilitación y el bienestar integral de las personas trasplantadas.
Es el único evento deportivo a nivel mundial que fomenta activamente la donación de órganos y tejidos. La iniciativa fue impulsada por la Federación Mundial de Juegos de Trasplantes (World Transplant Games Federation), y su primera edición se llevó a cabo en 1978 en Portsmouth, Inglaterra.
En la versión de 2025, realizada en Dresde, Alemania, Colombia participó con 13 deportistas trasplantados de riñón, corazón, hígado y pulmón, quienes obtuvieron varias medallas.
Aunque el país participa desde hace una década en estas justas, gracias a una médica que, cuando se propuso incluir el deporte como terapia de rehabilitación para las personas trasplantadas, sus colegas la comenzaron a mirar como si le pasara algo, “como si me estuviera enloqueciendo”. Eran tiempos en los que había temor de que una persona con un órgano nuevo hiciera actividad física. Su nombre es Edith Alejandra Martín, y al otro lado de la línea se sonríe.
***
Todo comenzó con una depresión posparto, cuenta Alejandra. Cuando nació su hijo, sentía que algo no estaba bien en su vida.
– Me miraba un mosco y lloraba. Lloraba por cualquier cosa. No entendía por qué —recuerda.
Desde niña había sido una persona apasionada por el deporte, pero lo dejó al casarse. Llevaba seis años sin hacer ejercicio de forma regular. Algo dentro de ella le decía que volver al deporte podría ayudarla a salir del vacío en el que estaba.
Compró una bicicleta y comenzó a montar. Poco a poco, empezó a sentirse mejor: recuperó la seguridad en sí misma, se conectó con la maternidad, dormía sin interrupciones y su salud mental mejoraba con cada pedalazo.
Fue en medio de un entrenamiento cuando se hizo una pregunta: ¿Qué puedo hacer con el deporte y la población trasplantada? Alejandra es magíster en epidemiología clínica y tiene una maestría en coordinación de trasplantes. Lleva 19 años trabajando con personas que han recibido órganos, y en ese momento en Colombia no se consideraba el deporte como herramienta de rehabilitación para esta población.
– Si el deporte me salvó a mí, ¿qué podría hacer por una persona trasplantada? – pensaba Alejandra y empezó a investigar experiencias internacionales.
Descubrió la World Transplant Games Federation, una organización avalada por el Comité Olímpico que organiza los Juegos Mundiales para Trasplantados. Era 2014, y la edición número 20 se celebraría en Mar del Plata, Argentina. Alejandra decidió asistir para aprender cómo funcionaba todo e implementarlo en Colombia.
Cómo no sabía pedir apoyos económicos, se capacitó con una agencia de publicidad. Después recorrió empresas privadas, que le siguieron su idea y financiaron el viaje. Solo faltaban los deportistas.
El primero en animarse fue Iván Rojas, un arquitecto trasplantado de riñón amigo suyo, que enfrentaba serios problemas de salud: sobrepeso, resistencia a la insulina, niveles elevados de triglicéridos y colesterol, alto riesgo cardiovascular. Iván había practicado squash en la universidad antes del trasplante, así que decidió retomar el ejercicio, comenzando con la bicicleta.
Por esos días, Alejandra entrenaba triatlón y le propuso a Iván acompañarla. Al principio, una ruta de 40 minutos les tomaba cuatro horas. Iván se bajaba de la bicicleta, vomitaba, y seguía. Dos meses después había bajado 12 kilos y sus exámenes médicos mostraban una mejora notable. Su nefrólogo llamó a Alejandra para preguntarle qué estaban haciendo. Le dijo: “Sigan haciendo deporte”.
Además de Iván, en la disciplina de ciclismo, también viajó a Mar del Plata Rodolfo Cuervo, quien compitió en atletismo (lamentablemente falleció durante la pandemia de COVID-19). Alejandra se convirtió en la primera mujer en ser mánager de la selección Colombia de trasplantados y en liderar la formación de un equipo nacional. También fundó la Asociación Colombiana de Deportistas Trasplantados (ACODET).
– En Colombia, el deporte para trasplantados sigue siendo un tema poco visible, lleno de mitos. Pero este equipo es una vía para transformar vidas. La persona trasplantada viene de una enfermedad catastrófica que deteriora todas sus capacidades físicas: velocidad, resistencia, fuerza. El deporte permite recuperarlas; les devuelve la confianza, la autonomía y el sentido de utilidad — dice.
***
William Mauricio Barragán Madrid nunca imaginó representar a Colombia en unos Juegos Mundiales, y mucho menos ganar medallas. En Alemania, se colgó el bronce en triatlón.
— Me recuerdo como un niño que siempre estaba enfermo, al borde de la muerte —cuenta.
Nacido en Armenia, William comenzó a mostrar síntomas de enfermedad renal a los 12 años. A los 14 ingresó a terapia de hemodiálisis, hasta que recibió un riñón de un donante cadavérico. Desde entonces, han pasado 19 años.
Su acercamiento al deporte surgió de forma inesperada: estaba un congreso organizado por un laboratorio farmacéutico cuando escuchó hablar sobre unos juegos de invierno para personas trasplantadas, realizados en Europa. La idea le llamó la atención, y se preguntó si Colombia había participado. Al tratarse de deportes de nieve, un país tropical como este nunca había estado presente.
Sin embargo, William descubrió el Campeonato Mundial de Trasplantados, que en 2017 se celebró en Málaga, España. Comenzó a entrenar para competir en triatlón.
– Uno cree que superar el miedo de montarse en una bicicleta es suficiente, pero cuando llega a las competencias se da cuenta del nivel tan alto que hay. No es comparable con atletas convencionales, pero sigue siendo una competencia de élite. Las pruebas son más cortas, pero intensas, explosivas, a tope.
William trabaja en el área de contabilidad de una empresa en Bogotá y está terminando su carrera en Contaduría Pública. Ha contado con el apoyo de la compañía para asistir a las competencias, y además tiene la fortuna de que el gerente, Roberto Cáceres, es una persona trasplantada.
Cuando compite, William piensa en quienes no tuvieron la misma oportunidad: colombianos que fallecieron esperando un órgano o quienes aún siguen en lista de espera. En cada pedalazo y en cada zancada, envía un mensaje: donar órganos salva vidas. Los Juegos Mundiales lo demuestran.
– El trasplante es una segunda oportunidad. Vivir con una enfermedad crónica o terminal no es fácil. A quienes están en lista de espera les digo que no pierdan la esperanza. No se rindan. Si nos rendimos, lo perdemos todo.
***
En Colombia, 4.046 personas esperan un órgano o tejido: 3.732 necesitan un riñón, 178 un hígado, 48 un pulmón, 24 un corazón, 3 un páncreas, 1 un intestino y 60 pacientes esperan dos o más órganos. La lista de espera creció un 2 % en el último año.
A septiembre de 2024, el país había realizado 1.241 trasplantes, frente a los 1.127 del mismo periodo en 2023, un incremento impulsado, según el Ministerio de Salud, por el crecimiento en la donación de órganos de donantes cadavéricos.
Pese a los avances, la tasa nacional de donación sigue siendo baja: 7,4 donantes por millón de habitantes. En España, es de 49,39 donantes por millón.
***
A sus 66 años, María Patricia Triviño tampoco imaginó ganar una medalla para Colombia en unos Juegos Mundiales. En Alemania, sin embargo, se colgó el bronce en tiro con arco.
Nacida en Bogotá, Patricia es pensionada y trasplantada de riñón. Antes de enfermar, tenía su propio negocio: una frutería y heladería llamada La Casita del Helado. Su diagnóstico fue una enfermedad hereditaria conocida como riñones poliquísticos. Su tío logró recibir un trasplante; su madre no tuvo la misma suerte y falleció.
– Recuerdo que antes del trasplante me sentía intoxicada —cuenta—. Tenía un sabor metálico constante en la boca, cansancio extremo, desaliento, inflamación en manos y pies, y un sueño profundo y permanente. Estaba agotada todo el tiempo.
En 2015, su vida cambió gracias a la generosidad de una familia que decidió donar el riñón de un ser querido fallecido. A partir de ese momento, todo fue distinto. Pudo volver a disfrutar placeres tan simples como comerse un banano —algo que antes no podía por su alto contenido de potasio—.
– Aunque vivo llena de alarmas en el celular para tomar mis medicamentos, después del trasplante puedo llevar una vida normal. Ahora que estoy pensionada, disfruto mucho de mi tiempo.
Patricia siempre fue amante del deporte, pero con la enfermedad empezó a limitarse. Le daba miedo nadar, saltar, incluso jugar básquetbol, su deporte favorito. Tras el trasplante, el miedo persistía: se sentía como una muñeca de porcelana.
Todo cambió cuando su hijo y su sobrino, quienes practican tiro con arco en la escuela Ulises Archery, le pidieron que los acompañara. Patricia permanecía como espectadora, hasta que un día, tras verla tantas veces allí, le propusieron probar. No solo le gustó el tiro con arco: el deporte la transformó. Bajó de peso, mejoró su alimentación para tener más fuerza en los músculos, recuperó energía y motivación.
– Durante la pandemia pusimos una diana en la casa y comenzamos a practicar de manera recreativa. Cuando nos enteramos de los Juegos Mundiales para Trasplantados, lo hablamos con la escuela y me dijeron: “Claro, te preparamos”. Entrené con disciplina, revisamos los puntajes de las competidoras internacionales. Mi hijo, Pedro David, fue mi asistente y auxiliar. Tengo dos hijos maravillosos que me han apoyado en este camino.
Ganar una medalla en su primera participación en los Juegos Mundiales la llena de orgullo; también de gratitud.
– Esta medalla es para esa familia que, en medio del dolor más profundo, tomó la decisión de donar. Rezo por ellos todos los días. Fueron creyentes, generosos, y en un instante dijeron “sí”. Gracias a ese acto de amor, yo estoy viva, y como yo, muchas otras personas.
Patricia no lo duda: donar órganos es permitir que ese ser amado que se fue siga vivo en otros cuerpos: palpitando, respirando, corriendo, montando bicicleta… o tensando un arco para ganar una medalla y dejar una huella para siempre.