Eran las tres de la tarde, llevaba varias semanas de confinamiento y el desespero, la ansiedad, los miedos y las dudas aparecieron. Recordaba que antes de la cuarentena, solía visitar a mi amiga Zofía y pasar horas en su casa contándole mis sentimientos. Encontrarme con ella por esos días no era una opción, entonces decidí prepararme un café fuerte y luego dirigirme a mi biblioteca. Buscando algo para leer, tomé entre mis manos el libro “El manto” de Marcela Serrano.
Al iniciar con la lectura sentí que ya no me hablaban sus personajes, esta vez me hablaba ella, sus palabras me animaron a seguirla de principio a fin. Entre más la leía comprendía que aunque la soledad resulta ser tormentosa para la gran mayoría, solo enfrentándola dejaremos de buscar respuestas en los demás, para quizás hallarlas en una canción, una película o en una frase en el momento indicado.
“Cuando se muere el marido, se es viuda. Cuando se muere el padre, se es huérfana. Líneas verticales, jerárquicas. No soy ni una ni la otra. Soy algo innombrable porque mi pérdida es horizontal. Menudo problema: parto sabiendo que las palabras no alcanzan. No existe una para mi estado. No se han inventado la palabra para la hermana que se quedó sin hermana”. Con estas palabras la narradora chilena da inicio a su dolor, al desconsuelo que trajo la pérdida de su compañera fiel.
Aferrándose cada día más al recuerdo de ella y negándose a olvidarla, decide imaginarla a su lado. Así, al no poder arroparla físicamente como lo hizo durante muchas noches, le ofrece un manto hecho de palabras, que eternizarían a “La Margarita”, como siempre la llamó, por medio de su obra.
En este libro, Marcela Serrano deja un pedazo de su alma, pues con cada palabra escrita trató de luchar por varios meses contra la ausencia de su hermana. Luego de asistir a su entierro, pensó que lo mejor sería dejar su apartamento en Santiago de Chile, cerrar su correo electrónico y resguardarse en el campo por algún tiempo. Entonces, decidió vivir su sufrimiento en soledad, vestida con una túnica negra, para llevar y sentir su luto, su propio dolor.
La narradora chilena quería regalarle cien días a “La Margarita” para pensarla y recordarla. Así que, olvidándose por un momento de sus personajes femeninos, inicia una escritura lenta y sin prisa. No quería volver a su hermana un personaje de ficción, por lo que decidió escribir por primera vez en primera persona.
Margarita María Macarena Serrano, nació un 15 de julio de 1950, la tercera de cinco mujeres. Su misión en la vida siempre fue alegrar a su familia. La autora chilena describe a la Manga “como una mujer fuerte y creativa”. En estas páginas el lector podrá conocer la vida tanto de la escritora como de la periodista chilena.
Dos hermanas unidas por los viajes, las aventuras, el amor por el arte y mil anécdotas más, son las que el lector encontrará en este libro. Aunque la ilusión de resucitarla se hace presente en estas páginas, Marcela Serrano no deja de escribir el goce de las aventuras y anécdotas vividas.
Una de estas anécdotas involucra al actor estadounidense Charlton Heston, a quien, aun siendo unas niñas y admiradoras de este, le enviaron una carta junto con unas fotos. Marcela Serrano, al pensar que era más linda que su hermana, propuso hacerse pasar por mellizas y enviar dos fotos de ella misma; la periodista no tuvo más remedio que aceptar. Tiempo después, el cartero llegaría con la correspondencia y una foto del actor con dedicatoria y firmada por él mismo. Aunque siempre contaron con la unión de sus otras hermanas, las dos desde pequeñas fueron cómplices ante el mundo.
Serrano escribe en estas páginas su desesperación y la inconformidad ante la vida, pero también se permite tejer y contar otras historias: nos habla de Clara Sandoval, la madre de Violeta y Nicanor Parra. Una tarde, su madre decidió coser una cobija para proteger a su hijo del frío en las noches. Tejió un manto grande e hizo una combinación de cientos de colores. Sin duda por medio de esta cobija Clara demostraba todo el amor que le tenía al poeta chileno, Nicanor nunca se separó de este manto. Nicanor Parra murió a los 104 años de edad, el ataúd estaba protegido por la manta que años atrás había tejido su madre.
También cuenta la historia del escritor norteamericano Douglas Crimp, quien vuelve a Nueva York después de haber enterrado a su padre. Durante el entierro no había dado ninguna señal de dolor, tenía una sensación que todo ya había pasado y podía continuar con su vida. Sin embargo, al retomar sus labores, se lo impidió un dolor e infección en su lacrimal izquierdo, un absceso que crecería del tamaño de una pelota de golf. Historias dentro de su propia historia, que hablan del duelo y cómo en algunas ocasiones cuando no decidimos desahogarnos, nuestro cuerpo de alguna manera explota. Desde la muerte de la Margarita, la escritora chilena leyó día y noche acerca de personajes que habían pasado y entendía su dolor.
Marcela siempre estuvo al lado de su hermana, disfrutando con ella el goce de la vida, pero también siendo testigo de los momentos que amenazaron por varios años la salud de Margarita. En el año 2009, amantes de recorrer cada ciudad del mundo, visitaron China y luego Vietnam. En esos momentos Margarita estaba sin fuerza y no podía cargar la maleta, quejándose de un dolor en su brazo izquierdo. En el 2013 consultaron a médicos de todas las especialidades y le fue encontrada una masa del tamaño de un a pelota de tenis.
El lector encontrará que, por más días nublados y devastadores, la escritora nunca se alejó de su hermana Margarita. En el 2016, después de haber presentado su última novela, la escritora chilena recibió un mensaje donde le confirmaron que el cáncer de su hermana había llegado al hígado, una guerra ya difícil de pelear. Entonces, la angustia y el afán por el tiempo y por los días no se hicieron esperar, días oscuros que la autora desahoga con sus letras.
‘El manto’ es una obra propicia para estos tiempos de reflexión. Es la oportunidad de leer a la autora Marcela Serrano de una forma íntima. El lector será una gran compañía para las memorias que plasmó en cada página. Algunos relatos donde describe su infancia, la enfermedad de su hermana y quizá lo más difícil de narrar, el después de su muerte. ¿Cómo vivir y sobrevivir ante un duelo? ¿Cómo soportar la ausencia? Leer esta obra resulta ser un bálsamo, un aliento ante la vida. Después de leer ‘El manto’ quizás aprenderemos que aferrarse a cualquier forma de arte, cauteriza y fortalece nuestra alma.