¿Cómo se construyen las prótesis con las que los mutilados de este país retornan a la sociedad con cuerpos íntegros? Crónica de una visita al Laboratorio Gilete, en Bogotá.

A Eduardo Ruiz lo arrollaron en la carretera Zipaquirá – Bogotá. El accidente sucedió exactamente el 17 de septiembre de 2010. Eduardo, 34 años, alguna vez jugador de fútbol de la Universidad del Tolima, bajaba por la vía en una moto Honda cuando se encontró, de frente y en una curva, con dos buses que aceleraban a fondo. "El uno venía adelantándose al otro. Peleaban para recoger pasajeros". No le quedó otra opción que tirarse a un lado de la carretera para esquivar el choque. Sin embargo, su pierna izquierda quedó expuesta, en el borde de la vía. Uno de los buses pasó a toda marcha. La arrasó. El pie quedó destrozado, "molido", dice, colgando de la pierna. Ahora, 9 meses después, está sentado en una camilla del Laboratorio de Ortesis y Prótesis Gilete, ubicado en el barrio La Soledad de Bogotá. Se trata de una casa antigua de paredes blancas. Abajo, en el primer piso, funciona el área de rehabilitación para amputados. Hay caminadores, bastones, pelotas, espejos y una tabla con enchufes, con chapas. Se llama Tabla de Reentrenamiento en Actividades Básicas Cotidianas. Ahí, el mutilado aprende de nuevo acciones tan aparentemente simples como meter una llave para abrir una puerta.Arriba, en el segundo piso, está el taller: es la fábrica de los brazos, de las piernas, boletos de vuelta a la libertad. Estar amputado es, casi, estar preso. Los movimientos del cuerpo están restringidos. La prótesis supone volver a caminar, apretar un vaso, subir gradas, montar en bicicleta, manejar carro, sentirse, otra vez, dueño de sí mismo. La prótesis significa, por otro lado, volver a relacionarse con el mundo con un cuerpo completo, retomar en la sociedad, íntegros, el rol de trabajador, esposo, padre, hijo, deportista. Detrás de todo eso que parece obvio viene lo que los psicólogos llaman fortalecimiento de la autoestima.Eduardo tiene la pierna izquierda estirada. La sostiene Alcides Mejía Molina, 47 años, uno de los técnicos que fabrican las prótesis y que en este momento enyesa la pierna de Eduardo. El primer paso de la prótesis final es eso, el molde en yeso. La que recibirá Eduardo, explica la fisioterapeuta Ana María Burgos, será tipo Syme o desarticulado de tobillo. Esa prótesis funcionará como pie y será tan funcional que podrá, con cuidado, hasta jugar fútbol. Pero lo que anhela Eduardo es volver a caminar, manejar la moto, recuperar el potencial para trabajar. Él, cuenta, es veterinario y además labora como auxiliar ambiental en una concesión vial. Y para transportarse, utiliza muletas. Por eso asegura que la mayor tristeza no es tanto el no tener pie, sino la indolencia de este país con los discapacitados. Informa, por ejemplo, que los buses de servicio público no le paran cuando lo ven cojear, quizá porque los puestos de adelante siempre están ocupados aunque la ley dice que deberían permanecer habilitados para personas como él.Ahora Eduardo le habla a Alcides de la cara de un toro. Es lo que quiere que se le estampe en su nuevo pie. El toro, explica, es el animal que más admira: "Simboliza la potencia, la vitalidad". Precisamente los amputados, por lo general, se estampan en sus prótesis la imagen de un amor o de una pasión. Puede ser la foto del hijo, de la esposa, el camuflado del Ejército, el escudo del América, del Nacional. Ver esa imagen es darse aliento diario en la reconstrucción de la vida.IIJorge Humberto Pérez es el gerente del Laboratorio Gilete. En este momento está sentado en su oficina, ubicada en el barrio Teusaquillo. Es la sede administrativa del laboratorio. La empresa, en la que laboran 30 personas, narra Jorge, la fundó el médico y ortesista José Miguel Gómez Torres, en 1989. Todo empezó por un dolor familiar. Resulta que la primera hija del doctor Gómez y la doctora Alba Lucía Rojas nació con escoliosis idiopática, una inclinación de la columna que en la niña llegaba a los 45 grados y formaba una especie de S. El doctor Gómez buscó por el mundo un tratamiento. Siempre, siempre, le aseguraban que la opción para corregirle la inclinación de la columna a su niña era una operación. El doctor Gómez lo sabía: una intervención de columna, hace 26 años, era, es todavía, bastante riesgosa. Tal vez su hija terminara en una silla de ruedas. No, dijo. Buscó otro camino. Lo encontró en el hospital Gillete Children, de Minnesotta, Estados Unidos. Allí le contaron de un tratamiento no invasivo. Se trataba de unos corsets de cinco milímetros, algo así como unos chalecos antibalas. La hija del doctor Gómez se puso el dispositivo durante 5 – 6 años. Su inclinación de la columna fue corregida de 45, a 8 grados. El médico regresó a Colombia, montó este laboratorio en donde también se elaboran corsets, y lo bautizó Gilete en honor al hospital de Minnesotta que le salvó a su hija. Y aquí, también, se salvan vidas. Jorge Humberto Pérez explica ahora que así como existe una gran variedad de tipos de amputaciones (parcial de pie, desarticulación de tobillo, abajo de rodilla, arriba de rodilla, arriba de codo, abajo de codo, etc) de igual manera existen infinidad de clases de prótesis que se clasifican de acuerdo a la amputación y el material con las que se fabriquen (madera, fibra de carbono, titanio, aluminio...) En el mundo, agrega, el 70% de las amputaciones se deben a enfermedades como la diabetes, o la enfermedad vascular periférica (EVP), que es el daño u obstrucción de los vasos sanguíneos más alejados del corazón. Sólo en Colombia, informa la Federación Diabetológica, se contabilizan 1.7 millones de pacientes con diabetes. El 50% está en riego de una amputación. Pero también se realizan este tipo de operaciones por problemas congénitos o traumas por accidentes laborales o de tránsito, como le pasó a Eduardo. En 2010 murieron en Colombia 1.086 personas en choques de vehículos. Y, por supuesto, hay que agregar a los mutilados por las minas antipersonas. El Programa Presidencial para la Acción Contra las Minas Antipersonal informa que desde 1990 a mayo de 2011 son 9.325 los colombianos, militares y civiles, que han pisado estos explosivos. De ellos, 1.967 murieron, es decir que 7.358 quedaron heridos, algunos ciegos, la mayoría mutilados, la mayoría de ellos muchachos campesinos. Sólo este año la cifra de víctimas por minas va en 229. Sólo entre mayo de 2010 a mayo de 2011 se construyeron para el Ejercito alrededor de 400 prótesis. Algunas eran para reemplazar piernas y brazos deteriorados por el uso. Gran parte eran casos de nuevos mutilados. La mitad fueron entregadas en Antioquia, el departamento más afectado por las minas. El número de víctimas en esa región es de 2.112, entre militares y civiles.Y sin embargo, a pesar de esos registros, hay quien asegure que en este país no hay conflicto armado. Justamente, por ese conflicto, es que un acto tan elemental como caminar se volvió peligroso. IIIGuadalupe Avelar hace un cálculo: ni siquiera en tres años de trabajo en su país, El Salvador, construiría las mismas prótesis que ha creado en Colombia en uno. De esa proporción es la demanda de partes para el cuerpo en esta nación en la que, agrega Guadalupe, se libra una guerra estúpida "donde un pobre jode a otro pobre". - ¿Cómo así?- El soldado es un campesino pobre; el guerrillero es otro campesino pobre. Al final es una guerra de pobres jodiendo a otros pobres. ¿Habrá una manera más certera de explicar la sin razón de un conflicto? Guadalupe es Técnico en Ortesis y Prótesis, egresada de la Universidad Don Bosco, de El Salvador. Es el único país de Latinoamérica que ofrece una carrera técnica para la fabricación de piernas, de brazos, de partes artificiales para el cuerpo. Todo viene de la Guerra Civil que padeció esa Nación durante 12 años (1980 - 1992), que dejó a unas 50 mil personas mutiladas, según datos del Instituto Salvadoreño de Rehabilitación de Inválidos, ISRI. Ante tanta gente amputada, hubo la necesidad de preparar a técnicos para construir prótesis. La carrera se abrió gracias a la cooperación de Alemania y son varios los colombianos empíricos que se están certificando como técnicos a distancia. (En todo el país hay aproximadamente 24 técnicos certificados). Guadalupe llegó a Colombia hace tres años, en unas vacaciones de Semana Santa. Le ofrecieron un trabajo. Pidió en la Universidad permiso para quedarse seis meses. Cuando se iba a devolver le ofrecieron un contrato en el Laboratorio Gilete. Se quedó y, por ahora, no piensa en volver. Aquí hay mucho por hacer, dice. Además, trabaja con otra compatriota: Ana Cecilia Oporto, también Técnico en Ortesis y Prótesis de la Universidad Don Bosco. Ahora Guadalupe sujeta con la mano izquierda el molde de lo que será la prótesis de Héctor V, un paciente que entró a un quirófano a practicarse una operación en el colón y durante la intervención, quién sabe cómo, la arteria femoral del muslo derecho resultó lesionada. A Héctor V le cercenaron esa pierna para salvarlo. Esa es la esencia de las amputaciones: cortar para preservar la vida. El caso de Héctor es llamado por los médicos Amputación Tansfemoral. Es la que se practica por encima de la rodilla: muslo, rodilla, pantorrilla, tobillo y pie deben ser amputados.El molde de lo que será su nueva pierna derecha está recostado en una mesa que no parece de un laboratorio de prótesis y ortesis, sino más bien de una carpintería: hay martillos, guantes, limas, destornilladores, pinzas, metros, máquinas eléctricas. La mesa algún día tuvo el color de la madera. Ahora está cubierta completamente de un polvillo blanco: yeso. Guadalupe, con la mano derecha, pasa sobre el molde un aparato eléctrico que sirve para pulir imperfectos. Está concentrada, en silencio. Cada movimiento lo realiza con cuidado, como si al frente no tuviera un pedazo de yeso, sino la pierna viva de Héctor V. Cuando termina, dice: - Cada molde que usted ve aquí, cada prótesis, es una persona. Y sí: cada molde es una persona. Todos están marcados con sus nombres: Sofía, Carlos Julio, Héctor V… IVAlcides Mejía calcula que en 27 años de experiencia ha fabricado alrededor de 3.000 prótesis. Recuerda varios casos: un soldado de Cali que medía 1.76 y que le pidió dos piernas tan largas como para que lo dejaran de más de dos metros. Había una razón: el soldado, que había perdido las dos extremidades inferiores por una mina y tenía una amputación bilateral, jugaba basquetbol. Alicides le hizo caso: el muchacho terminó midiendo 2.10. Alcides no creía que pudiera manejar semejantes zancos. Apenas se puso las prótesis, el soldado salió casi corriendo. Después se devolvió y le dio las gracias: "esto era lo que necesitaba". Casos como esos le dejan "sentimientos encontrados". Por un lado, confiesa Alcides, se siente orgulloso por mejorarle las condiciones de vida a los mutilados. Por otro, se cuestiona: la tragedia de muchos es lo que le da el trabajo. Lamenta cada soldado que cae en una mina, piensa que no es justo que muchachos que apenas estrenan sus vidas salgan despedazados por la guerra, o por los accidentes, o por las enfermedades, pero al final esas desgracias, justamente, son las que le dan el pan. Por eso agrega que el protesista no trabaja por un sueldo. El protesista, además de tener conocimientos de otras profesiones como metalurgia, como modistería, como carpintería para fabricar las prótesis, debe tener un sentido social.En este momento Alcides le da los últimos retoques a dos prótesis elaboradas en titanio, ambas para Jorge Chona, 59 años, músico de profesión. Jorge Chona nació sin piernas. Acaba de llegar al laboratorio. Se escuchan carcajadas. Chona se ríe y hace reír a todos los que andan por ahí, en la sala de rehabilitación. Cuenta historias de conciertos y giras con su grupo, Alma de los Andes; caminatas eternas en Bogotá con sus viejas piernas de madera que aún no lograban cansarlo; novias; alguna vergüenza a la hora de meterse a la piscina, nada más. Se nota que en su caso eso de la discapacidad no lo asumió con pesar, con lástima. Jorge Chona es un tipo feliz con el que dan ganas de conversar. Alguien le pregunta por el significado de las prótesis en su vida. Jorge calla unos segundos y la respuesta que entrega la resume en dos palabras: "Es todo". Ahora camina con sus nuevas prótesis, las de titanio. Le tallan, dice, pero seguro con algunas correcciones ya no se volverá a cansar. Son livianas. Es como levantar una grabadora grande de Cd. Alcides toma nota de los ajustes que debe hacer. También camina para allá y para acá Israel Urbina. Es un amputado por la diabetes que también estrena prótesis. Israel ríe. Es una sonrisa perpetua, que no se borra mientras camina. Y camina con la devoción de quien lo hace por primera vez. Y dice que las prótesis le han devuelto la normalidad de la vida. Israel no se quiere sentar. Israel, como Chona, es un tipo alegre. Esa alegría justifica, al final, este laboratorio, esta fábrica de brazos, de piernas. La felicidad de estos hombres mutilados comprueba que las tragedias humanas, casi siempre, son una oportunidad para volver a nacer, a caminar por la vida.