Tras un programa del BID, 131 personas con discapacidad encontraron trabajo. En el país, la tasa de desempleados de esta población bordea el 80%. Informe.

Alexandra Muñoz dice que no es extraño ni paradójico que en la Clínica Oftalmológica de Cali trabaje justamente ella, una mujer invidente. Por el contrario, resulta de una gran ayuda para los pacientes que son diagnosticados con ceguera. Que ella esté ahí, trabajando en telemercadeo, puede ser una suerte de espejo, un mensaje: pese a no poder ver, la vida no ha terminado. Una persona con discapacidad no significa que no pueda hacer las cosas que se le exigen, sino que simplemente las hace de otra manera. “Hace unos días firmé el contrato a término indefinido. Al principio se debían renovar unas prórrogas, pero han valorado tanto mi trabajo que ya estoy fija en la empresa”. En el rostro de Alexandra aparece una sonrisa gigantesca después de contar tremenda noticia. Ella nació en Vijes y empezó a perder la visión cuando tenía 19 debido a una enfermedad genética. Todo fue progresivo. A veces salía a la calle y se estrellaba con los postes del alumbrado público. Cuando los médicos le dijeron que no se podía hacer nada para recuperar su visión, decidió encerrarse en su casa. Apenas escuchaba radio. Solo salió alguna vez rumbo a una iglesia pensando en un milagro que nunca se dio. Salía tan poco que los vecinos no tenían ni idea que ella vivía en la cuadra. Su familia también la sobreprotegió. Como si el mundo de un invidente debiera ser algo parecido a una burbuja. El caso es que un día, desesperada, Alexandra decidió que no podía seguir así, sin tener un motivo para levantarse. Ingresó a un grupo de rehabilitación para invidentes y cuando llegó por primera vez sola, sin necesidad de que nadie de su familia la acompañara a pasar la calle o a tomar el bus, le dieron un aplauso atronador. A Alexandra se le humedecen sus hermosos ojos cafés que ven todo blanco mientras lo recuerda. Ella es una de las beneficiarias de un programa del Banco Interamericano de Desarrollo que precisamente hoy, 3 de diciembre, Día Internacional de las Personas con Discapacidad, será reconocido por el Ministerio de Salud. El programa – Pacto de Productividad se llama– fue el ganador en la categoría ‘Experiencia significativa’ de la Estrategia Colombia Inclusiva.El Pacto de Productividad se viene desarrollando desde hace cuatro años en Bogotá, Pereira, Medellín y Cali. La iniciativa es apoyada por la Fundación Corona, la Fundación Saldarriaga Concha, la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional de Colombia, el Sena y el Ministerio del Trabajo. El objetivo es transformar un paradigma, una forma de pensar de los empresarios colombianos que, por desconocimiento y temor, no contratan a las personas con discapacidad. Según el Dane, el desempleo de esta población bordea el 80%. Los temores para contratarla son varios. Que una persona con discapacidad no va a ser tan productiva como alguien ‘convencional’, por ejemplo. Según los indicadores de compañías caleñas como Imágenes Gráficas, los resultados de las siete personas con discapacidad que han empleado (seis con discapacidad auditiva y una cognitiva) igualan y en algunos casos superan a los del resto de trabajadores. “Hemos detectado que las personas con discapacidad que trabajan en nuestra empresa tienen una mayor concentración y memoria”, dice Carolina García, Directora de Gestión Integral. Lo mismo sucede en Iluminata y en Transportadora La Prensa. De las 50 empresas que fueron contactadas y capacitadas por el Pacto de la Productividad en Cali, 41 decidieron vincular a personas con discapacidad. Otro de los miedos de los empresarios es que se creía que ante la necesidad de un despido por cualquier razón, la empresa sería vulnerable a las demandas. Los contratos de las personas con discapacidad están en igualdad de condiciones de las ‘convencionales’. El otro temor eran los costos. Invertir en tecnología que permitiera que una persona con discapacidad realizara su trabajo sería caro, era la idea. En realidad no lo es tanto. Las empresas que empleen a invidentes como Alexandra tiene acceso gratuito a Jaws, el software que les permite manejar el computador a los ciegos. “En Colombia no había una organización que se preocupara por el tema específico de la inclusión laboral de las personas con discapacidad. Entonces el objetivo del Pacto por la Productividad era diseñar y entregarle al país un modelo, una ruta de inclusión laboral para estas personas”, dice Elsy Rodríguez García, coordinadora del Pacto en Cali. En la ciudad, el programa se desarrolla en asocio con Comfandi y ya hay algunos logros. En Colombia 610 personas con diferentes tipos de discapacidad - física, auditiva, visual y cognitiva – firmaron un contrato de trabajo o una práctica laboral. De esos 610, 131 son de Cali. Como Alexandra. También como Jairo Herrera, quien pese a padecer una enfermedad que descalcifica los huesos- con solo saltar en la cuna se fracturaba las piernas - hoy es asistente administrativo en el Centro de Empleo de Comfandi. “La discapacidad, definitivamente, está en la mente”, dice Claudia Caicedo, psicóloga del Centro de Empleo y quien también tiene una discapacidad. Claudia nació a los seis meses de gestación y aquello le generó una parálisis cerebral que le dificulta mover su brazo derecho. El objetivo con el Pacto de la Productividad es replicarlo progresivamente en los 42 municipios del Valle a partir del 2015. Porque pese a los esfuerzos, y los logros, las estadísticas traducen que en este país aún hay millones de ciudadanos que no tienen de qué vivir.Según el Dane, solo el 15% de las personas con discapacidad en edad productiva tienen trabajo.