Sin falta, tres mujeres salen de lunes a domingo a compartirles comida a los gatos callejeros que habitan en el bulevar del río y sectores aledaños.

La rutina de Lucy Matta comienza a las 7:00 a.m. De lunes a domingo, a esa misma hora, alista en una bolsa alimento para gatos, agua, leche, cuchuco, maíz y trozos de banano, y se dispone a iniciar su recorrido.

Desde hace seis años que llegó a Cali, esta palmireña se convirtió en una de las madres adoptivas de los gatos callejeros de la zona. Para ella, los gatos brindan una protección especial y de ahí nace su interés por cuidarlos. También asegura que las tres horas que invierte cada mañana en su ruta son el mejor ejercicio que puede hacer porque le fortalece el cuerpo y el espíritu. Sobre todo el espíritu.

[[nid:432673;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/06/ep00975269.jpg;left;{Doña Lucy también alimenta a las aves que viven en el sector. Para ellas invierte cerca de $200.000 mensuales en cuchuco y maíz.Johan Manuel Morales / El País}]]

Lucy comienza en la punta del bulevar, donde hay una gatica que unos vecinos abandonaron. Ahí le deja concentrado y agua porque sabe que en cualquier momento llegará hambrienta y se comerá ese  manjar. El recorrido sigue en dirección a La Ermita y durante el camino le echa mano a otro de los alimentos que alistó: el cuchuco con maíz. Arroja tres porciones al aire y observa, dichosa, cómo van llegando un montón de palomas y torcazas. A los azulejos, en cambio, les deja trozos de banano porque sabe que prefieren la fruta.  

[[nid:432676;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/06/ep00975259.jpg;left;{Seis gatos jóvenes habitan este laberinto al que doña Lucy debe entrar con linterna.Johan Manuel Morales / El País}]]

Como la mejor conocedora de los felinos, se va dando cuenta de cuántos llegan, cuántos se accidentan, cuántos desaparecen y cuántos nacen. En sus recorridos cotidianos descubrió que debajo del Puente Ortiz, en los vestigios del antiguo Batallón Pichincha, habitan seis gatos jóvenes. Hasta ese lugar húmedo y oscuro llega Lucy para alimentar a esos pequeños que salen de sus escondites apenas le sienten los pasos.

Al hermoso gesto de compartirles comida a los gatos de la calle se suman Blanca Londoño y Nancy Ospina, otras vecinas del sector que tienen en común su inmenso amor por los animales. Las tres han sido testigos fieles de todos los infortunios que tiene que pasar un gato callejero y por eso son incapaces de     dejarlos a la deriva.

 

[[nid:433028;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/06/ep00975821_3.jpg;left;{}]]

Nancy tiene un menú diferente: todos los días cocina hígados de pollo y prepara caldo para repartir, a las 7:00 p.m., entre todos los felinos que la esperan hambrientos. A sus 68 años confiesa que el amor que siente por los gatos es tan grande que una vez supo que en un lote abandonado habían dejado a seis completamente encerrados y contrató a un ‘apartamentero’ para que trepara y los rescatara.

Estas tres mujeres imploran que la gente no siga tirando gatos en el bulevar y que, más bien, busquen otras opciones cuando quieran deshacerse de sus mascotas.

La ruta de Blanca y Nancy se expande hacia los lados de la plazoleta Jairo Varela y el Hotel Intercontinental. Por ahí tienen identificados restaurantes, parqueaderos y lotes en los que habitan gatos abandonados con sus crías.

[[nid:432693;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/06/ep00975820.jpg;left;{Blanca Londoño sale todos los días a las 6:00 p.m. con una bolsa llena de concentrado, agua y caldo de pollo. Hroy Chávez / El País}]]

Aunque se han ganado insultos de vecinos que se oponen a lo su labor, ellas siguen decididas a ofrecer un plato de comida a aquellos gatos de los que un día alguien se aburrió y decidió tirar a la calle para que libraran con su propia suerte.

En total, Lucy, Blanca y Nancy invierten más de $1.000.000 cada mes en el alimento para las aves y los gatos callejeros. A veces, comentan, también   encuentran perros  cuyos dueños dejan amarrados y  nunca más regresan. A esos también les comparten comida.