En medio de los vientos de guerra entre las coreas, un colombiano revivió sus días de batalla en lejano oriente.

Jueves, 21 de junio de 1951. 4:05 de la madrugada. Península de Corea, en una planicie cercana al Paralelo 38. Operación Climber. Misión: asaltar las tropas chinas guarnecidas en el Cerro 400, una montaña de 400 metros de altura desde donde los orientales controlaban todo el valle y atacaban a los militares colombianos.El sargento Abilio Hernández lo sabía. Todo debía ser sigiloso. Debía ocurrir antes del amanecer, en medio de la penumbra de la noche y las dificultades del terreno escarpado. Los chinos no se podían dar cuenta, pues desde la cima del cerro tenían una posición privilegiada para atacar y contraatacar. Podían acabar con las tropas colombianas fácilmente con sus morteros, fusiles y granadas de mano desde esa ubicación.La instrucción de los comandantes de las Naciones Unidas era muy clara: había que causarle el mayor daño posible a los chinos; destruir las instalaciones de su asentamiento, acabar con el observatorio del cerro, capturar prisioneros de guerra y dar de baja al mayor número de enemigos posibles.Todos sabían que era casi una misión suicida. Abilio estaba seguro de que el Batallón de Infantería #1 'Colombia' se había preparado por más de una semana para realizarla, pero también sabía que cualquier error significaría la muerte. Morir en suelo coreano, a 10.000 kilómetros de casa y peleando una guerra ajena.***Martes, 9 de abril del 2013. 9:31 de la mañana. El Cerrito, Valle del Cauca, en una casa blanca de un solo piso en el barrio Rosario. El sargento retirado Abilio Hernández cuenta una de las pocas historias que aún recuerda de su paso por la guerra de Corea: la de la toma del Cerro 400.Su hijo Mariano, quien ha escuchado los relatos desde que estaba pequeño, le ayuda a refrescar la memoria. “Papá, cuéntele sobre el invierno”, dice.Abilio se esfuerza por reconstruir ese momento. Esboza las frías noches de diciembre de 1951 en la Península de Corea; habla de la tienda de campaña donde dormía y del traje que lo protegía del frío -“era como un drill impermeable”-.Da pinceladas sobre sus amoríos con algunas coreanas, resume su llegada a Colombia y salta años adelante, cuando fue alcalde en siete ocasiones en varios municipios del Valle.Mariano explica que la edad le ha traído problemas de pérdida de la memoria a Abilio, y muchos de los momentos que vivió en el lejano oriente se esfumaron entre las lagunas mentales causadas por sus 87 años.Ya no recuerda nombres, ni compañeros fallecidos, ni las referencias de las armas que utilizaban en la guerra.Pero conserva como un tesoro las pruebas de su hazaña: un distintivo de combate concedido por el Ejército de Colombia a los héroes de la guerra de Corea, la Estrella de Bronce otorgada por el servicio en guerra internacional y un álbum con más de cien postales de sus días en Corea.“Cuando iba saliendo de Cartagena tenía mucho miedo. Es que pensar que íbamos a un lugar tan lejano y que había posibilidades de no volver...”. Abilio calla. Hace una señal como de que no puede hablar más y se le encharcan los ojos. Respira hondo. Se recompone con dificultad. “Pero los soldados colombianos éramos los más 'pantalonudos'”, dice.***Los hombres del Batallón ‘Colombia’ avanzaron, tal cual lo habían planeado. La Operación Climber se ejecutó con tal perfección, que las tropas chinas solo notaron la presencia colombiana cuando ya estaban 50 metros dentro de sus líneas.Abilio se encomendó a la Virgen. El oficial que comandaba la operación gritó “¡Viva Colombia!” y las tropas atacaron con más corazón que cabeza. Se abrió el fuego. Ráfagas de fusil. Estallidos. Fogonazos. Sangre. Madrazos.Cuando la misión acabó, el sol apenas daba sus primeros destellos por el horizonte. Todo ocurrió en poco menos de dos horas. La toma del Cerro 400 dejó un colombiano muerto y 40 bajas en las filas chinas.El general Lyman L. Lemnitzer, comandante de la Séptima División de Infantería del Ejército de los Estados Unidos, veterano de la Segunda Guerra Mundial, calificó la operación ejecutada por tropas colombianas como “la acción mejor coordinada que he visto en dos guerras”. Y en ella estuvo Abilio, quien combatió en la guerra de Corea por año y medio.En total, 4314 colombianos participaron con el Batallón Colombia en la guerra de Corea, la única confrontación militar internacional en la que ha participado el país. En ella, 163 compatriotas murieron en combate, 448 resultaron heridos, 69 desaparecieron y 28 fueron canjeados como prisioneros de guerra.Una guerra que detuvo sus acciones armamentistas en 1953, pero que siempre ha estado latente. Hoy por hoy y después de 60 años, la confrontación fratricida entre Corea del Sur y Corea del Norte amenaza con desatarse de nuevo. Porque las guerras dejan cicatrices indelebles. Recuerdos amargos y lágrimas negras. Almas mutiladas, como la del sargento Abilio Hernández, quien aún se pregunta si era necesario que Colombia participara en la guerra de Corea: “Allá no teníamos nada qué hacer. Mire, tantos muertos, y al final, ¿quién ganó?”.Pese a todo, a sus 87 años, visiblemente disminuido, Abilio asegura que si por alguna circunstancia tuviera que volver a empuñar un fusil para defender el honor de Colombia, lo haría. “Todavía tengo fuerzas”, dice.