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Adrián Ramos lidera el tridente del América para la Liga Bet Play. | Foto: Colprensa / El País

DEPORTES

¡Al rojo vivo! La coincidencia de Adrián Ramos, figura del América de Cali, con el Junior, el rival en semifinales

América y Junior se enfrentaron este año por el título de la Superliga que al final ganaron los tiburones.

5 de diciembre de 2020 Por: César Polanía, editor de Afición

Que Gustavo Adrián Ramos Vásquez se dedicara a vivir detrás de una pelota ya estaba escrito. Su madre, Anayíber, fue delantera del equipo de Villa Rica, Cauca. Y su padre, Gustavo, fue defensa central de la segunda división del Pasto. Lo que sí estuvo lejos de ser posible, alguna vez, es que ‘Adriancho’ le entregara su corazón al América como hincha y como jugador.

Cuando era un chico de apenas 9 años, Adrián quedó huérfano de padre, quien había guardado para siempre los guayos y se dedicaba entonces a los oficios varios para poner un plato de comida en la mesa. Una mañana salió a trabajar al barrio Ciudad Jardín y nunca más regresó a casa. Apareció muerto en La Buitrera ocho días después.

La pelota era quizás la única salvación en la vida de un muchachito alto, pero flaco y desgarbado, que, empujado por ese aliento incondicional de toda madre, tocó las puertas de las divisiones menores del América. “Es muy delgadito. Le falta fuerza. No llega”, le dijeron.

Pero la tozudez de un futbolista que sueña no siempre termina siendo derrotada. Una convocatoria suya a la Selección Colombia Sub 17, que finalizó cuarta en el Mundial de Finlandia 2003, bajo la dirección de Eduardo Lara, torció el destino. Y América por fin creyó en él.

En el 2004 debutó. En el 2008 fue goleador y campeón. Europa le abrió las puertas. Jugó en Alemania y España. Y esta temporada que ya termina regresó para vestirse nuevamente de rojo. Ídolo, le dicen todos.

Este domingo, por la ida de las semifinales de la Liga colombiana, ‘Adriancho’ tendrá la posibilidad de reeditar un episodio clave en su vida. Enfrentará a Junior, el mismo equipo al que le marcara, hace 16 años, su primer gol como jugador profesional con el América. Diálogo al rojo vivo con Ramos.

¿Recuerda ese día del debut?
Claro, nunca se me va a olvidar. Fue un momento muy especial, comenzaba esta aventura de mi carrera.

Fue Alberto Suárez quien lo puso a debutar...
Siempre vivo agradecido con el ‘profe’. En ese entonces nos dio la oportunidad a muchos canteranos, fue la persona que primero confió en mí. Jugué 40 minutos en un clásico contra el Cali, ganamos 3-1.

El siguiente partido marcó su primer gol, fue contra Junior, justamente el rival de este domingo...
Ese día jugamos muchos ‘pelados’. Salí con muchas ganas y pude marcar mi primer gol como profesional. Carlos Preciado encaró por banda, tiró el centro y yo, con lo justo, llegué, la alcancé a puntear y dejé sin chance al arquero. Nunca lo olvido.

¿Cómo lo celebró?
Salí a correr para la barra Barón Rojo, pensé en mi madre, que cumplía el sueño de ver a su hijo como profesional, como también lo quiso mi padre (fallecido entonces).

¿Fue don Gustavo quien lo hizo hincha del América?
No, soy americano por mi mamá. Ella es roja, mi papá era caleño; pero, como siempre, los hijos tiran para el lado de la madre, con ella veía los partidos y celebraba los títulos cuando era un niño.

¿Su mamá iba a verlo al estadio?
Al principio iba siempre, pero la hinchada americana es exigente, y cuando no tenés buenos partidos, te recuerdan mucho a tu madre. Le dije entonces que no volviera, que no quería verla sufrir.

Usted estuvo en Venezuela y Santa Fe, en sus inicios. ¿Por qué no pudo anclar en el América entonces?
América te exige mucho. Habían prestado al ‘Cabezón’ Enciso a Trujillanos de Venezuela y en mitad del torneo se devolvió. Me preguntaron que si yo iba y no lo pensé dos veces, quería jugar, y gracias a Dios me fue bien, hice muchos goles.

Y vino la etapa con Santa Fe…
Sí, regresé al América, el técnico era Bernardo Redín y me di cuenta rápido de que estaba armando un equipo donde yo no cabía por mi juventud, y se dio la oportunidad de ir a Santa Fe, donde me reencontré con el profesor Ricardo Gareca, con quien ya había estado en América. Él hizo el pedido.

¿Qué significó tener a ese ídolo americano, que también fue 9, como técnico?
De todos los entrenadores he aprendido, pero con el ‘profe’ Gareca fue diferente. Me habló mucho, siempre me inculcó las ganas. Inclusive se quedaba viéndome finalizar jugadas cuando me quedaba solo en los entrenamientos, y me aconsejaba. Fue el entrenador que me marcó.

Pero llega el momento definitivo con América, las temporadas 2007 y 2008, donde estuvo en todo su esplendor...
Fueron dos años en los que hicimos historia con ese equipo, bajo la dirección del profesor Umaña. Fuimos subcampeones, campeones, fui goleador y llegó la oferta del Hertha de Berlín.

Pero Umaña lo usó a usted también como extremo...
Esa posición no me gustaba. Con Gareca la hice varios partidos en Santa Fe. Con Umaña empecé como delantero, pero para un clásico me dijo que jugara como extremo sin perder mi naturaleza como delantero. No quería yo. Trabajé durante la semana en esa posición en los entrenamientos y en el partido me fue bien, ganamos 4-1, hice dos goles y me gustó lo que sentí.

En el 2009 se va a la conquista de Europa y lo logra en la Bundesliga y España, pero siempre estuvo ese deseo de volver al América. ¿Qué significa el rojo en su vida?
Siempre he sido rojo, desde niño. Cuando uno es jugador profesional, debe aprender a manejar las emociones, pero la pasión por el rojo no cambia, crece, sobre todo cuando he tenido la oportunidad de ponerme esta camiseta, hacer goles y ser campeón. América ha sido lo mejor que me ha pasado en mi carrera y por eso siempre estuvo ese deseo de regresar, pero compitiendo, no retirado, como dicen por ahí algunos, que ya no soy jugador.

Le costó adaptarse, pero ahora es el goleador del equipo...
La gente esperaba que marcara desde el comienzo muchos goles, pero estaba llegando a un equipo ‘nuevo’ para mí, que venía de ser campeón, y tenía que acoplarme a su estilo de juego. En un principio hice cosas que ayudaron al equipo, y ahora han llegado los goles.

¿Cuál era su ídolo de niño?
‘El Pipa’ (Anthony de Ávila). Cuando era niño y soñaba, quería jugar como él y hacer muchos goles.

¿Cuál es ese gol que nunca olvida con el América?
Ha habido tres: el primero, que te marca siempre; después, uno contra Quindío, si ganábamos, nos metíamos a la final, y queríamos hacerlo porque no nos pagaban, había crisis, y solo ganando podíamos seguir con ilusiones; y el de la final contra Medellín (2008), porque empezamos perdiendo, había tensión, pero empaté y luego ganamos el título.

El primer gol que le marcó hace ocho días a Nacional lo cantó con furia, era ver a Ramos como al rojo vivo...

Era un partido clave, el clásico que todos quieren ganar. Mucha gente nos daba por muertos y anotar ese gol me dio un sentimiento de euforia, desahogo, porque este equipo ha sido muy criticado, pero todos los días nos levantamos con los deseos de ser mejores.

Este domingo es Junior el rival, el mismo equipo al que le marcó su primer gol como profesional...
No me fijo en esas casualidades, pienso que es una semifinal con un equipo difícil y nuestro objetivo es pasar a la final.

América tiene la oportunidad de ser campeón nuevamente con usted, 12 años después. ¿Cómo se ha imaginado esa película?
Vamos paso a paso. Cuando lo logremos, seguiremos soñando hasta tener el campeonato.

¿Y después qué? ¿Ir allanando el retiro con el equipo de sus amores?
Aún me siento bien y más importante que la edad son la condición física y las ganas.

Lo que sí está claro es que con la roja se retira…
Ojalá Dios me dé esa oportunidad, debutar y retirarme en el equipo que amo, sería lindo.

¿Se siente ídolo del América?
Muchas personas me ven así, pero yo no me siento como tal. Cuando miro los que realmente han sido ídolos, como ‘Pipa’, y me doy cuenta de tanta grandeza, prefiero sentirme solo como un referente.

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