El pais
SUSCRÍBETE

Un acto de fe

Luego de meses de discusiones que no parecen conducir a alguna parte, el Gobierno Nacional y el ELN acordaron un cese bilateral de fuego que entró en vigencia el pasado domingo.

5 de octubre de 2017 Por: Editorial .

Luego de meses de discusiones que no parecen conducir a alguna parte, el Gobierno Nacional y el ELN acordaron un cese bilateral de fuego que entró en vigencia el pasado domingo. Ante la falta de elementos fundamentales para garantizar esa medida, hay que confiar en el compromiso del grupo guerrillero para respetar el acuerdo y desempantanar la prolongada negociación.

Para entender la desconfianza en la voluntad de paz de ese grupo no es necesario repetir las múltiples ocasiones en que ha impedido la posibilidad de terminar el conflicto. Basta sí con recordar las veces en las cuales los procesos fracasaron luego de extensos diálogos que fueron seguidos por ataques de todo género o masacres de la población civil.

Ahora, en Quito se ha logrado un consenso para suspender hostilidades entre los miembros del ELN y la Fuerza Pública. Cabe destacar que al parecer no fue factible definir las áreas precisas donde se encuentran los integrantes de ese grupo, lo que dificultará saber si se ha producido una violación del cese, o si ellos han desconocido esos parámetros, lo que produjo la reacción de las autoridades.

Y existe otra dificultad no menos preocupante. Si bien se pactó acudir a la Iglesia Católica y a la Organización de las Naciones Unidas para verificar el cumplimiento o no del cese el fuego, la ONU no ha definido ni su participación ni quienes conforman la delegación que cumplirá la tarea. Eso significa que por ahora habrá que confiar en la buena voluntad del ELN en el cumplimiento de sus compromisos.

Ante los antecedentes de esa organización, es difícil tener confianza en su disposición para acatar el cese el fuego. O para no usar cualquier argumento con el propósito de alegar incumplimientos del Gobierno y la Fuerza Pública. Más aún cuando se sabe de su interés por aumentar el control sobre todas las etapas del narcotráfico que han sido abandonadas por las Farc, o como se ha verificado en el Norte del Cauca, acoger a varios de los disidentes de esa organización que se han integrado al ELN y continúan delinquiendo.

Por lo pronto, se debe recordar también que el proceso de diálogo que se está adelantando en el Ecuador lleva varios años y hasta ahora no ha producido un hecho que les ofrezca confianza a los colombianos. No obstante, el Gobierno y su delegación en la mesa de diálogo continúan esperanzados en que la intervención y el apoyo de la comunidad internacional puedan ayudar a cambiar la mentalidad de los miembros del grupo guerrillero.

Otro aspecto preocupante es la aparente falta de cohesión entre los distintos grupos que componen a ELN y la que los especialistas en la materia califican como una frágil línea de mando, lo cual amenaza la negociación. Más aún, cuando los jefes están en Venezuela y son protegidos por las autoridades de ese país, según declaró a un medio radial el jefe de la delegación negociadora del Gobierno.

Ante todas esas realidades, por ahora se necesita un acto de fe para confiar en el avance de las negociaciones que empezaron hace tres años y se realizan en el Ecuador, hasta ahora sin resultados.

AHORA EN Editorial