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Tráfico animal

"Frente a un negocio ilícito de tal magnitud, hay una sociedad indiferente. La que pasa de largo sin inmutarse por la tortuga hicotea que le venden el semáforo o, peor aún, que se detiene a comprar el loro que le ofrecen en la esquina. El comercio ilegal de animales silvestres es internacional, pero comienza por el mercado local que se nutre también de esas especies que se extraen de las selvas del Chocó, Caquetá, Putumayo o el Amazonas".

1 de febrero de 2014 Por:

"Frente a un negocio ilícito de tal magnitud, hay una sociedad indiferente. La que pasa de largo sin inmutarse por la tortuga hicotea que le venden el semáforo o, peor aún, que se detiene a comprar el loro que le ofrecen en la esquina. El comercio ilegal de animales silvestres es internacional, pero comienza por el mercado local que se nutre también de esas especies que se extraen de las selvas del Chocó, Caquetá, Putumayo o el Amazonas".

El tráfico de animales silvestres es el tercer negocio ilícito más rentable en el mundo, superado por el de las drogas y las armas. La indiferencia, la ignorancia y la laxitud jurídica son los aliados de un delito que afecta a naciones ricas en fauna y flora exóticas como Colombia, donde el control de las autoridades es insuficiente y poco se hace para educar a la población en su protección. Según la Agencia de Policía Internacional, Interpol, el tráfico de animales silvestres mueve cada año US$17.000 millones, lo que representa una lucrativa actividad para las organizaciones criminales que lo manejan. Pero más allá de la incidencia que tiene como delito, la preocupación mundial se centra en los efectos negativos para el medio ambiente y en su relación con la extinción de especies y hábitats naturales. En Colombia cada mes se decomisan 1.700 animales que tienen a España. Francia, Estados Unidos y Canadá como principales destinos de exportación ilegal. Sin embargo no se sabe cuántos logran salir del país, como se desconoce el número de especies que se trafican alrededor del planeta. Tan grave como esto es que, según las autoridades ambientales, de cada 10 animales que se sacan con vida de sus entornos naturales, sólo uno sobrevive antes de ser vendido. Frente a un negocio ilícito de tal magnitud, hay una sociedad indiferente. La que pasa de largo sin inmutarse por la tortuga hicotea que le venden el semáforo o, peor aún, que se detiene a comprar el loro que le ofrecen en la esquina. El comercio ilegal de animales silvestres es internacional, pero comienza por el mercado local que se nutre también de esas especies que se extraen de las selvas del Chocó, Caquetá, Putumayo o el Amazonas. El daño ambiental es evidente porque los animales silvestres son esenciales para mantener el equilibrio de los ecosistemas, y porque se puede llevar a la extinción a especies de fauna y flora únicas. En medio del desconocimiento general, también se ignora que hay un riesgo para la salud pública, porque algunos transmiten enfermedades o infecciones que se pueden propagar rápidamente en una comunidad. Colombia se adhirió en 1981 a la Convención sobre Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, Cites, que obliga a las naciones a combatir y sancionar el tráfico ilegal de animales. La legislación nacional impone castigos de entre 4 y 9 años de cárcel y multas hasta de 10 mil salarios mínimos mensuales vigentes para quienes incurran en ese delito. Pero la efectividad de las normas queda en entredicho cuando, según el estudio ‘Comercio de Fauna Silvestre en Colombia’, sólo el 18,79% de las investigaciones terminan en sanción.De plantear nuevas soluciones para el tráfico ilegal de animales silvestres se encargará la reunión de expertos que se realizará en Londres la próxima semana. Conclusiones que serán retóricas si los Estados no educan a su población en la protección y respeto de su fauna y flora, son más efectivos en el control y tienen una Justicia efectiva para castigar a quienes se lucran de ese comercio ilícito.

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