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Prevenir antes que lamentar

Hace un año se anunció la presencia de una amenaza que nunca se produjo y sólo sirvió para aumentar la especulación en los costos de la energía. Ahora, el hecho es real, se notifica que durará hasta septiembre pero no se ven decisiones para evitar los despilfarros de agua. Y los habitantes de la ciudad siguen actuando como si el asunto no fuera con ellos, salvo por la queja del calor asfixiante.

3 de julio de 2015 Por:

Hace un año se anunció la presencia de una amenaza que nunca se produjo y sólo sirvió para aumentar la especulación en los costos de la energía. Ahora, el hecho es real, se notifica que durará hasta septiembre pero no se ven decisiones para evitar los despilfarros de agua. Y los habitantes de la ciudad siguen actuando como si el asunto no fuera con ellos, salvo por la queja del calor asfixiante.

Más de doscientos incendios o conatos en los últimos meses, unas laderas preparadas para las conflagraciones por la depredación y unas temperaturas insólitas, señales inequívocas del fenómeno del Niño que nadie se atreve a declarar. Ese es el panorama que enfrenta Cali en los próximos meses, a lo cual debe poner atención para anticiparse a lo que puede ser un drama de proporciones muy peligrosas.Que la ciudad esté registrando temperaturas superiores a los 39 grados centígrados, apenas iniciado el verano, no puede dejarse pasar como una información anecdótica. Por el contrario, es el aviso de lo que le espera en los próximos meses, agudizado por El Niño que se anunció hace un año pero que no se produjo, y hoy es ignorado, como si con ello se pudieran mitigar sus consecuencias: la sequía, el riesgo de conflagraciones en las cuencas hidrográficas y la posibilidad de incendios cada vez más amenazantes contra el sector residencial de la capital vallecaucana. Tales son las consecuencias de ser improvidentes. De no haber hecho el esfuerzo por proteger el medio ambiente y enseñar a los habitantes de la ciudad a cuidarlo. De impedir que las invasiones sigan siendo los negocios de unos pocos que aprovecharon la atonía gubernamental de décadas, y la permisividad de quienes interpretaron esas ocupaciones como expresión de un fenómeno social con el cual se debe ser condescendiente. El resultado está a la vista, así la inmensa mayoría de caleños no lo quieran ver. Está en los más de trescientos incendios registrados en Cali en los últimos cuatro meses; en la presencia de emergencias en los cerros de las Tres Cruces y de Cristo Rey, que amenazan a familias de escasos recursos. Y en el enigma que se presenta sobre la capacidad de abastecer de agua a los hogares caleños, en caso de que arrecie la sequía, toda una paradoja en una ciudad atravesada por siete ríos, casi todos arruinados por la contaminación y el abuso de sus vecinos. A todo ello hay que agregar la forma en la cual se han manejado las informaciones sobre el Fenómeno de El Niño. Hace un año se anunció la presencia de una amenaza que nunca se produjo y sólo sirvió para aumentar la especulación en los costos de la energía. Ahora, el hecho es real, se notifica que durará hasta septiembre pero no se ven decisiones para evitar los despilfarros de agua. Y los habitantes de la ciudad siguen actuando como si el asunto no fuera con ellos, salvo por la queja del calor asfixiante.Aunque la Secretaría Municipal de Riesgos y Desastres adelanta gestiones para responder a los retos que plantea el clima, lo cierto es que Cali está sobrepasando ya los niveles históricos de calor. Y tan delicado asunto no puede dejarse sólo al esfuerzo de los Bomberos Voluntarios, que a diario realizan una labor digna de elogio. Por eso hay que reclamar una movilización que promueva la toma de conciencia sobre lo que nos espera si no adoptamos las precauciones del caso. Es el momento de prevenir y actuar con prontitud, antes de tener que lamentar los daños que puede producir el cambio climático en la ciudad.

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