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    El ELN quiso quedarse con el control absoluto del departamento, y por eso estalló la guerra con las Farc. Diariamente se presentan masacres en esta zona del país.
Son 16 procesos de paz que se han intentado llevar a buen término desde entonces, y hasta hoy ninguno se ha concretado. Nada indica que ahora será diferente. | Foto: afp / sin Esquinas

Editorial

Sin voluntad de paz

Es el cinismo con el que el Eln ha manipulado desde siempre el anhelo sincero de los colombianos por alcanzar la paz.

8 de mayo de 2024 Por: Editorial

A nadie debió sorprender el anuncio del Eln sobre la reanudación del secuestro extorsivo en el país. Es la historia que se repite una y otra vez cuando el Gobierno se sienta a negociar el fin del conflicto armado con esa guerrilla, a la que, está claro, poco le interesa llegar a unos acuerdos, cesar la violencia contra los colombianos y aún menos abandonar sus lucrativos negocios ilegales. No hubo ni habrá diálogos que lleguen a buen término porque no existe la mínima voluntad.

En el comunicado firmado por la Dirección Nacional del Ejército de Liberación Nacional el pasado lunes 6 de mayo, se da aviso del fin de “la suspensión temporal de retenciones económicas”, el eufemismo con el que el Eln llama a los secuestros extorsivos, que se justifica en el incumplimiento de la creación de un fondo multidonante destinado al sostenimiento económico de sus frentes.

Es el chantaje de siempre, que juega con la incapacidad del Estado de proteger a los colombianos y de cuidar cada rincón del territorio nacional. De ello se aprovechan en las mesas de diálogo los grupos alzados en armas que, como el Eln, han sembrado el terror por décadas en el país, los mismos que hace mucho tiempo abandonaron cualquier intención de lucha ideológica o social para darle paso al lucro de actividades ilícitas como la siembra de coca, la minería ilegal o el secuestro extorsivo.

La paz total que pretende el presidente Gustavo Petro, a como dé lugar y al precio que sea, tampoco llegará esta vez con esa organización criminal. Basta mirar las sucesivas crisis en las que ha entrado la negociación con el Eln desde que se instaló el proceso en el actual gobierno, los anuncios de congelamiento de las conversaciones cuando se está a punto de comenzar un nuevo ciclo o las retractaciones de los acuerdos alcanzados, para saber que no hay avances contundentes.

Es la repetición de lo ocurrido desde hace tres décadas, cuando el Estado le abrió las puertas a los intentos de diálogo con el Ejército de Liberación Nacional primero en Caracas, luego en Tlaxcala, México; más tarde en Maguncia, Alemania; o en Ginebra, Suiza; incluso en La Habana, Cuba. Son 16 procesos de paz que se han intentado llevar a buen término desde entonces, y hasta hoy ninguno se ha concretado. Nada indica que ahora será diferente.

Es el cinismo con el que el Eln ha manipulado desde siempre el anhelo sincero de los colombianos por alcanzar la paz. De nuevo lo hace, otra vez amenazando con uno de los más execrables delitos de lesa humanidad, el secuestro con fines extorsivos, que viola las normas fundamentales del Derecho Internacional Humanitario.

Frente a ello el Gobierno Nacional debe tomar decisiones drásticas, incluida la que propone el Alto Comisionado para la Paz de suspender el cese al fuego bilateral, lo que no debería aplicar, como él sugiere, solo a los frentes que incurran en la práctica del secuestro, sino a toda la organización guerrillera. Paz sí, pero sin chantajes, sin intimidaciones, sin terrorismo y sin violencia. Así lo exigen los colombianos.

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