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Las dudas del G-7

Cada vez más cercana al trámite que a la trascendencia, la cumbre del G-7 acaba de cerrar casi en sigilo una nueva versión, esta vez en Ise-Shima, centro de Japón. El énfasis estuvo en la economía, sin dejar de tocar asuntos políticos puntuales que preocupan a ese club, el de los más poderosos.

31 de mayo de 2016 Por:

Cada vez más cercana al trámite que a la trascendencia, la cumbre del G-7 acaba de cerrar casi en sigilo una nueva versión, esta vez en Ise-Shima, centro de Japón. El énfasis estuvo en la economía, sin dejar de tocar asuntos políticos puntuales que preocupan a ese club, el de los más poderosos.

Cada vez más cercana al trámite que a la trascendencia, la cumbre del G-7 acaba de cerrar casi en sigilo una nueva versión, esta vez en Ise-Shima, centro de Japón. El énfasis estuvo en la economía, sin dejar de tocar asuntos políticos puntuales que preocupan a ese club, el de los más poderosos.Quizás por lo sorprendentes, vale la pena comenzar por esas miradas a temas que parecerían exógenos pero que evidentemente no lo son en un mundo globalizado. El primero fue Venezuela. La crítica situación del vecino ocupa ya el tiempo de Estados Unidos, Alemania, Canadá, Reino Unido, Francia, Italia y Japón. Y no de cualquier manera. Los líderes de esas potencias instan al régimen de Nicolás Maduro a “respetar los derechos y libertades fundamentales” como garantías del ejercicio democrático. Y citan las movidas del Ejecutivo y el Tribunal Supremo de Justicia para impedir que prosperen las decisiones tomadas por la Asamblea Nacional. Además, reclamaron respeto por el referéndum revocatorio al que se debe someter Maduro como el compromiso constitucional de acatar lo que las mayorías decidan sobre su continuidad. Tampoco escapó a las preocupaciones de los líderes el ‘Brexit’. Lo dijeron en la declaración oficial, donde alertaron que una eventual salida del Reino Unido de la Unión Europea “es un grave riesgo añadido al crecimiento”, aparte de afectar comercio, inversiones globales y empleo. Y, como si hiciera falta, lo reforzaron el primer ministro David Cameron y la canciller Ángela Merkel. Claro está, siempre dejando en evidencia el respeto hacia lo que el pueblo diga el 23 de junio en las urnas.También hubo espacio para condenar el expansionismo chino en los mares del Sur y del Este que trasnochan a Japón, y para rechazar la provocadora belicosidad de Corea del Norte. Pero a lo que se refirieron de manera unánime fue a los grandes riesgos que merodean la economía mundial de continuar esas amenazas.Uno de ellos, la contracción, posibilidad cada vez más cercana si no se aplica una receta que comienza por estimular el crecimiento a partir de medidas tanto tomadas en conjunto, ‘cooperativas’, como sólidas, hasta rayar en ‘enérgicas’. Igual, para buscar crecer, como para mandar un mensaje claro a quienes hacen competencia desleal, como en el caso del acero, la República Popular China.A la vez, con base en los diagnósticos de sus propios expertos, se buscará combinar modelos que van desde el aumento del gasto público y los estímulos fiscales como motores (línea de Estados Unidos, Japón y Canadá), hasta la competitividad que propugnan Alemania y el Reino Unido.Eso, más un control severo a la volatilidad de las monedas, sugiere en el seno del G-7 un trabajo en bloque para alcanzar metas conjuntas. Pero a la vez, y eso es lo novedoso, marcar territorio frente a Rusia, ese ex socio que se marchó del grupo en 2014 como precio a la anexión que hizo de Crimea y que ha hecho rancho aparte, desde donde busca alianzas. Y también ante China, desde hace rato un rival de cuidado en los mercados que no hace mucho rechazaban como la peor expresión del capitalismo.

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