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La luz que contamina

"No es que el flujo de luz emanado de los bombillos o del alumbrado público sea dañino en sí. Es el uso innecesario o los errores en los ángulos de iluminación, que deberían apuntar hacia el frente o hacia el suelo para cumplir con su misión, más no hacia arriba como se hace en la mayoría de las instalaciones, lo que produce el impacto ambiental y tiene efectos negativos. Un problema que se resolvería sin mayor traumatismo con sólo tomar las decisiones correctas".

7 de marzo de 2015 Por:

"No es que el flujo de luz emanado de los bombillos o del alumbrado público sea dañino en sí. Es el uso innecesario o los errores en los ángulos de iluminación, que deberían apuntar hacia el frente o hacia el suelo para cumplir con su misión, más no hacia arriba como se hace en la mayoría de las instalaciones, lo que produce el impacto ambiental y tiene efectos negativos. Un problema que se resolvería sin mayor traumatismo con sólo tomar las decisiones correctas".

Observar en la noche una ciudad con una intensa iluminación es un espectáculo. Lejos están los espectadores de imaginarse cómo esa luz brillante y cegadora es uno de los factores de contaminación que más afecta al medio ambiente, a las economías y a las sociedades.El interés que ha despertado este fenómeno ha llevado a realizar un diagnóstico científico de las consecuencias de la luz artificial sobre los ecosistemas, el planeta y la vida de las personas. Los mapas montados a partir de imágenes satelitales o enviadas por los astronautas de la Estación Espacial Internacional muestran el destello nocturno que se produce en la Tierra, especialmente desde los países más desarrollados.No es que el flujo de luz emanado de los bombillos o del alumbrado público sea dañino en sí. Es el uso innecesario o los errores en los ángulos de iluminación, que deberían apuntar hacia el frente o hacia el suelo para cumplir con su misión, más no hacia arriba como se hace en la mayoría de las instalaciones, lo que produce el impacto ambiental y tiene efectos negativos. Un problema que se resolvería sin mayor traumatismo con sólo tomar las decisiones correctas.Los daños son múltiples y empiezan por el gasto que significa para las economías locales la luz que se derrocha. Entre el 30% y el 50% de la iluminación artificial que se enciende en las noches se desperdicia porque, literalmente, apunta hacia las nubes, como sucede en Alemania, donde el despilfarro diario de esa energía equivale a la que produce una central nuclear.En lo ambiental, ese halo de luz que se refleja en el cielo afecta la vida de los ecosistemas nocturnos que se desequilibran por la iluminación a deshoras. Así las cadenas ecológicas se rompen, la fauna y flora pierden la orientación entre el día y la noche, se facilita la aparición de plagas e incluso lleva a la extinción de especies. Eso sin adentrarse en el efecto del consumo de combustibles fósiles como el carbón, el gas o el petróleo para generar energía, o sin hablar del daño por la emisión de gases como el dióxido de carbono, así como la generación de residuos tóxicos presentes en las lámparas del alumbrado que llevan metales como mercurio y cadmio.Esa malversación de luz trae también consecuencias en las sociedades, la invasión que ocasionan en los hogares los halos de luminarias mal direccionadas es una de ellas; así mismo, en las vías con iluminación excesiva se ha comprobado que los conductores transitan a mayor velocidad y los accidentes se incrementan. Para los astrónomos y los amantes de la observación de estrellas, su actividad es cada vez más difícil de realizar por los reflejos de luz en el cielo.Pocas veces se piensa en el efecto negativo que tiene el uso excesivo de uno de los descubrimientos más importantes para el desarrollo de la humanidad. Como tampoco se reconoce que apenas se necesitan unas medidas coherentes y decisiones racionales para reducir el daño ocasionado por la iluminación artificial. Tan sencillo como saber que aquella premisa de “cuanta más luz, mejor”, no implica mayor visibilidad ni más seguridad.

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