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La guerra eterna

"La de Afganistán es la guerra interminable que no parece tener salida y se enreda en medio de los cultivos de amapola y la producción de heroína. Como están las cosas, al menos una generación deberá convivir con una realidad que supera en mucho los cálculos más pacifistas".

17 de octubre de 2016 Por:

"La de Afganistán es la guerra interminable que no parece tener salida y se enreda en medio de los cultivos de amapola y la producción de heroína. Como están las cosas, al menos una generación deberá convivir con una realidad que supera en mucho los cálculos más pacifistas".

En octubre de 2001 Estados Unidos lanzó la Operación Libertad Duradera en Afganistán. La consigna era vengar el 11 de septiembre y destruir lo que entonces se calificó como el epicentro del terrorismo.Además, era urgente encontrar la forma de hacer de ese país un aliado de Occidente y un punto a favor de la democracia en una región plagada de autoritarismos. Hoy, quince años después, esa última tarea, la verdaderamente importante, es un fracaso. Lo reconoce el Presidente de los Estados Unidos y lo certifican los hechos y los números. “La situación de seguridad en Afganistán sigue siendo precaria”, dijo Barack Obama hace tres meses. De ello da fe la población civil que el año pasado pagó con 3.545 vidas el recrudecimiento de la guerra, con nueve veces más de víctimas mortales que los 400 caídos en 2002.Obama va más allá. “Al Qaeda está tratando de reagruparse y el Estado Islámico intenta ampliar su presencia”. ¿Cómo así?, se preguntan muchos, entre ellos los contribuyentes americanos, ¿hemos gastado 800 mil millones de dólares, han caído en combate 2.300 soldados nuestros y hemos dilapidado un capital político incalculable, que buscaba darnos autoridad en esa zona decisiva del planeta, para ahora saber que estamos como al principio?Su presidente también dio la respuesta. Será su sucesor quien asuma la responsabilidad y quien busque soluciones a un problema que, por donde se le intente sujetar, se hace más complejo. El asunto político asoma como primer punto, luego de los fallidos intentos de la comunidad internacional para acertar en la búsqueda de un líder capaz de resolver las difíciles circunstancias del ese país. Primero fue el fracaso de creer que Hamid Karzai era el hombre. Error, salió por la puerta de atrás, entre pruebas de corrupción en todos los órdenes. Y no lo es el actual mandatario Ashraf Ghani, autor de una vergonzosa componenda electoral para repartirse el poder y todos sus beneficios con su principal contrincante en las urnas. Todos forman parte de una clase política experta en sacar el mayor provecho personal de la cooperación internacional. Y en las fronteras el problema también crece. Lo saben bien los talibanes, que encuentran en territorio pakistaní un aliado para lanzar sus acciones terroristas o incursiones, como la que acaba de suceder en Kunduz, que obligó al desplazamiento de miles de personas. No es asunto nuevo: se calcula que la tercera parte de la población de Afganistán vive bajo el imperio del terror talibán.El mundo no puede olvidar a Afganistán ni a sus millones de ciudadanos, el 50% de los cuales no tiene empleo. Ni de aquellos cuatro de cada diez que se ven obligados a vivir al día con el equivalente a cuatro mil pesos colombianos. Tampoco de los millares de niñas a las que el fundamentalismo niega el derecho a la educación por ser mujeres.Es la guerra interminable que no parece tener salida y se enreda en medio de los cultivos de amapola y la producción de heroína. Como están las cosas, al menos una generación deberá convivir con una realidad que supera en mucho los cálculos más pacifistas.

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