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El presidente Gustavo Petro planteó una Asamblea Nacional Constituyente desde Puerto Resistencia, en Cali.
El presidente Gustavo Petro planteó una Asamblea Nacional Constituyente desde Puerto Resistencia, en Cali. | Foto: Presidencia/Andrea Puentes

Editorial

Jugar con fuego

Olvida el Presidente que el “triunfo popular del 2022″, del que habla en sus encendidos discursos de plaza pública, no fue avalado por la mitad de los colombianos.

18 de marzo de 2024 Por: Editorial

Como si fuera poco el nivel de pugnacidad que ha desatado en el país, con su actitud pendenciera y su desconocimiento de la diversidad de pensamientos políticos que existen entre los colombianos, ahora al presidente Gustavo Petro se le ha ocurrido hablar de la posibilidad de convocar una Asamblea Nacional Constituyente.

Planteamiento que viene cargado con un tufo de amenaza, pues el Jefe del Estado dejó en claro que ese debería ser el camino a seguir si el Congreso no aprueba las reformas que impulsa su gobierno para, según dijo en Cali, “cambiar las instituciones”.

Tal fue la reacción de Petro después de que en el Senado de la República se anunciara ponencia negativa para su controvertida reforma a la salud. Un hecho que, por demás, hizo brillar la separación de poderes que consagra nuestra Constitución.

Pero para el jefe del Estado las reglas de la democracia parecieran no existir, si las mismas no están acordes a su visión ideológica. Es por eso que durante meses mantuvo una actitud arrogante frente a los múltiples llamados que le hicieron todas las fuerzas políticas, varias de ellas incluso de su propia coalición, para ajustar dicha reforma.

Y esa misma actitud es la que ha exhibido con su desafiante planteamiento sobre una posible Constituyente, pues su idea equivale a decir que si Colombia no es como él cree, entonces no debe ser.

Un grave error, considerando que el Gobierno está contra las cuerdas en el legislativo. No solo está ad portas de una derrota estruendosa con el hundimiento de la reforma a la salud, sino que además tampoco tiene el consenso necesario para sacar adelante la reforma pensional.

Y, por otro lado, aunque todavía no llega siquiera a los dos años de gestión, acusa un grave deterioro de imagen ante la opinión pública, fruto de los muy diversos escándalos que involucran al círculo cercano al Presidente o a entidades que han sido permeadas por la corrupción.

El jefe del Estado se ha venido desdibujando de forma dramática. Y de ser la encarnación de una promesa de cambio democrático, que llevó a la izquierda al poder por primera vez en la historia, pasó a ser un líder que no duda en plantear ideas de corte casi dictatorial.

Pues resulta inevitable comparar esta nueva actitud de Petro con las que, en su momento, Hugo Chávez asumió en Venezuela para apoderarse de todo el Estado y empujar al vecino país hacia el abismo en el que hoy se encuentra. ¿Entenderá el Presidente que los miles de migrantes venezolanos que hoy pueblan nuestras calles nos recuerdan la tragedia de violentar la democracia?

Olvida el Presidente que el “triunfo popular del 2022″, del que habla en sus encendidos discursos de plaza pública, no fue avalado por la mitad de los colombianos. Y que, por tanto, el Gobierno está llamado a abrir espacios para la discusión tranquila y civilizada de las reformas.

Ignorar esa realidad contundente es jugar con fuego y empujar al país hacia un estado de crispación que puede desatar un estallido de violencia peor de los que ya hemos sufrido en el pasado reciente.

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