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¿Hacia dónde va Turquía?

Erdogan es símbolo de un gobierno que pretende volver a Turquía al pasado y añora las glorias del imperio Otomano. De allí su énfasis en el islamismo, su prédica por la religiosidad musulmana y su crítica a la sociedad laica que se le opone, así como su distanciamiento de Israel. Como Putin en Rusia, sabe del valor que gran parte de la población le otorga a las tradiciones, así ellas se opongan al desarrollo de la nación que soñó Kemal Atakurk.

19 de mayo de 2014 Por:

Erdogan es símbolo de un gobierno que pretende volver a Turquía al pasado y añora las glorias del imperio Otomano. De allí su énfasis en el islamismo, su prédica por la religiosidad musulmana y su crítica a la sociedad laica que se le opone, así como su distanciamiento de Israel. Como Putin en Rusia, sabe del valor que gran parte de la población le otorga a las tradiciones, así ellas se opongan al desarrollo de la nación que soñó Kemal Atakurk.

Pese a las críticas por el desastre en una mina, a las acusaciones de corrupción y a las protestas callejeras, el Primer Ministro de Turquía, Recep Erdogan, se mantiene férreamente en el poder.Su partido de tendencia islamista-conservadora dirige el país desde hace 12 años se alista para refrendar su poderío en la elecciones presidenciales de agosto próximo. El jefe de gobierno, es considerado por sus partidarios como el artífice del impresionante desarrollo económico turco y tildado de dictador por sus detractores.El ambiente se ha enrarecido con el accidente en la mina de Soma, que dejó más de 300 víctimas fatales. Este desastre, el más grave en la historia del país, enfrentó al sindicalismo turco con el Presidente, al que culpan por la laxitud con los concesionarios extranjeros que explotan esos recursos minerales.Erdogan es símbolo de un gobierno que pretende volver a Turquía al pasado y añora las glorias del imperio Otomano. De allí su énfasis en el islamismo, su prédica por la religiosidad musulmana y su crítica a la sociedad laica que se le opone, así como su distanciamiento de Israel. Como Putin en Rusia, sabe del valor que gran parte de la población le otorga a las tradiciones, así ellas se opongan al desarrollo de la nación que soñó Kemal Atakurk.La tragedia de Soma, las protestas callejeras, la oposición de los sindicatos y las dudas sobre su sinceridad respecto a las demandas que debe cumplir para que Turquía sea acogida en la Unión Europea, acentúan la división entre las clases medias de las ciudades como Ankara y Estambul con las regiones campesinas donde hace presencia agresiva la importante minoría de los kurdos, son algunos de los problemas que afronta una nación que es el puente entre Occidente y Oriente.“Erdogan es un político muy hábil y sigue ejerciendo una fortísima presión sobre todas las instituciones turcas”, recordó Brent Sasley, politólogo de la universidad de Texas. “Es difícil cuantificar el retroceso que sufrirá pero hay pocas posibilidades de que ponga en entredicho su popularidad”. La tensión, sin embargo, es casi insoportable: las mayorías urbanas halando hacia la integración con Europa, mientras las masas campesinas siguen apegadas a las tradiciones musulmanas y afectas al paternalismo de los gobiernos dictatoriales.El equilibrio que trata de mantener Erdogan entre estas tendencias opuestas es casi insostenible, y más cuando se piensa que su insistencia en mantener al frente del estado la religión musulmana tan sólo consigue que aumente la oposición entre los sectores de clases medias, ahora fortalecida con el enfrentamiento del gobierno y las clases obreras.El futuro está en juego en Turquía, y no sólo el futuro de Turquía, sino también de Eurasia y el mundo. Una Turquía en retroceso, vuelta al pasado islámico, ambiciosa de antiguos territorios bajo su control en el Medio Oriente estará más cerca de la Rusia de Putin que del mundo occidental. Los desórdenes actuales pueden ser síntoma de desarreglos mayores próximos a llegar si el retroceso no se detiene.

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