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El legado de Mujica

"Con el final del periodo del presidente José Mujica, se acaba más que un mandato. Se van con él un estilo de gobernar y una forma de vida excepcional en el ejercicio del poder. En estos cinco años, América Latina y el Mundo aprendieron a conocer y a honrar a un mandatario que ha sido, al lado de ejemplar, coherente".

2 de marzo de 2015 Por:

"Con el final del periodo del presidente José Mujica, se acaba más que un mandato. Se van con él un estilo de gobernar y una forma de vida excepcional en el ejercicio del poder. En estos cinco años, América Latina y el Mundo aprendieron a conocer y a honrar a un mandatario que ha sido, al lado de ejemplar, coherente".

Con el final del periodo del presidente José Mujica, se acaba más que un mandato. Se van con él un estilo de gobernar y una forma de vida excepcional en el ejercicio del poder. En estos cinco años, América Latina y el Mundo aprendieron a conocer y a honrar a un mandatario que ha sido, al lado de ejemplar, coherente.Durante su Presidencia Pepe Mujica no hizo milagros. Al finalizar su gobierno la sociedad uruguaya que se precia de ser de avanzada, es a la vez un país que mantiene relegados a sus docentes en la escala social, con salarios que no corresponden a ese perfil vanguardista.Incluso hay sectores de opinión local que consideran como exagerada la lectura hecha desde el exterior sobre lo que sucede en Uruguay. Y que los tiempos no son tan buenos como se pintan en decenas de reportajes de enviados especiales que fueron a conocer de primera mano el fenómeno Mujica, hasta convertirlo en vedete, lo que nunca buscó y que tanto le disgusta.Porque si algo tipifica a este hombre del poder pero a la vez distante de él, es su carácter austero. Fue con esos principios que Mujica edificó en el imaginario popular de su Nación una figura de respeto con una fórmula simple: gobernar con el ejemplo. Por eso, más allá de aciertos y los fracasos inherentes al oficio de administrar, el ahora expresidente tuvo la autoridad para abrir la discusión de temas como el aborto voluntario, la carta libre a la marihuana y la oficialización del matrimonio gay. Eso sí, sin arrojar como resultado de esos debates la división irreconciliable entre los uruguayos sino más bien el respeto hacia el contradictor y el acatamiento a lasautoridades y a la voluntad de las mayorías.La credibilidad de Mujica se afincó a diario con sus actos, como no podía ser de otra manera. Gracias a ella consiguió, por ejemplo, frenar a tiempo el riesgo que significaba reabrir la causa contra la dictadura militar que encarceló y torturó a millares de compatriotas, entre ellos él mismo en su época de guerrillero del movimiento tupamaro.En los tiempos difíciles que corren en nuestro Continente para la democracia, para no citar más que el caso actual de Venezuela, Mujica se convierte en la mejor muestra de que las transformaciones, por encima del sesgo ideológico, llegan en el marco del amplio ejercicio de la confrontación de ideas y la voz callada del buen uso de la gobernabilidad.No sobra decir que su naturalidad se convirtió en aliada para ganar confianza de puertas para afuera. En sus discursos, entre ellos aquel inolvidable ante Naciones Unidas, siempre llamó a las cosas por su nombre. Fue esa naturalidad su mejor argumento para ganarse la admiración y el respeto del mundo entero.El Frente Amplio se mantiene en el poder en el Uruguay, ahora en la persona de Tabaré Vázquez. Para él ese 65% de popularidad que registra Mujica al partir, será un reto más en la serie de obligaciones que significa suceder a ‘Pepe’, el hombre que pasa a la historia por haber sido un presidente que ejerció como un ciudadano común y corriente.

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