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El grito de Tumaco

"Terror, muerte y desolación es la realidad que se vive en el municipio de Tumaco, donde se aposenta la mayor cantidad de cultivos ilícitos del país, y desde el cual se exporta el grueso de la producción de cocaína".

31 de agosto de 2016 Por:

"Terror, muerte y desolación es la realidad que se vive en el municipio de Tumaco, donde se aposenta la mayor cantidad de cultivos ilícitos del país, y desde el cual se exporta el grueso de la producción de cocaína".

Mientras el país político está concentrado en el acuerdo con las Farc y el debate para votar a favor o en contra del plebiscito que lo refrendará, Tumaco padece una de las peores pesadillas a cargo de la violencia. Es la otra cara de lo que se vive en las regiones colombianas, en especial las localizadas en el Litoral Pacífico, alejadas de la capital y con una débil presencia del Estado.Las fuerzas políticas y del Gobierno se preparan para conquistar el favor popular alrededor del histórico acuerdo llamado a ser el principio de la paz “estable y duradera”. Al mismo tiempo, los habitantes de Tumaco padecen una ofensiva letal desde todos los grupos que quieren mantener el control del narcotráfico. Terror, muerte y desolación es la realidad que se vive en el municipio donde se aposenta la mayor cantidad de cultivos ilícitos del país, y desde el cual se exporta el grueso de la producción de cocaína.Ya sea por el fin del conflicto con las Farc, detentadoras del poder sobre ese negocio en la región, porque están llegando nuevos grupos a tratar de reemplazarlas o porque existe una disputa entre antiguos socios, el municipio es azotado por una oleada de violencia. Según la Pastoral de Tumaco, allí se han producido 77 homicidios entre enero y el 4 de agosto del presente año, 17 de los cuales se presentaron en julio pasado. Así mismo, la Alcaldesa ha realizado llamados casi desesperados al Gobierno Nacional para que actúe con el fin de detener el desastre humanitario que allí se vive. Esa violencia se produce tanto en la zona rural como en la urbana y afecta a todos los estamentos sin discriminación alguna. En las dos últimas semanas, cuatro miembros de la comunidad Awá han caído víctimas de las balas, algunos por atreverse a denunciar lo que le está sucediendo a su etnia. Además, niños, mujeres y personas de cualquier índole son amenazadas por lo que parece ser una nueva guerra por el control de Tumaco y del sur de Nariño, epicentros del narcotráfico y de la ilegalidad rampante. Hace unos meses, el anuncio del acuerdo para detener la confrontación entre la Fuerza Pública y las Farc llevó algo de tranquilidad a la zona. Ahora, el sólo anuncio del acuerdo final que lleva a la desmovilización del grupo guerrillero ha ocasionado un insólito brote de grupos que amenazan, asesinan y atemorizan a las comunidades en las zonas rurales y en la urbana. Tan grave situación llevó a la alcaldesa, María Emilsen Angulo, a escribir una carta casi desesperada al Gobierno Nacional, instándolo a intervenir para garantizar que en su municipio se pueda vivir en paz.Esa es la otra cara del conflicto: la que padecen los habitantes de Tumaco, del sur de Nariño y en general del Litoral Pacífico. Gente que espera presencia del Estado y protección para sus vidas. Personas que anhelan ver convertida en realidad la promesa de un posconflicto en el cual puedan encontrar oportunidades. Pero ante todo, ciudadanos colombianos que reclaman el respeto a sus Derechos Humanos y el final del narcotráfico que estrangula la posibilidad de una vida digna y civilizada en su tierra.

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