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El futuro de la OEA

16 de junio de 2010 Por:

Más de 60 años después de fundada y habiendo superado enormes dificultades, la Organización de los Estados Americanos, OEA, hoy se debate en medio del desgaste generado por el cambio de las situaciones políticas y la resistencia de sus miembros a adecuarla para responder a las nuevas necesidades.La OEA surgió con base en dos principios: la no intervención de un Estado en los asuntos de otro y la igualdad de las naciones en la organización. Ambos la diferenciaban de las Naciones Unidas, creada un año antes, donde prevaleció la realidad del mundo de la posguerra, signada por el predominio de potencias hegemónicas -la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y Estados Unidos- que se dividieron el mundo con base en las “esferas de influencia”. Quería eso decir que se reservaban el derecho a intervenir en aquellos países asignados a su custodia, una particular manera de hacer un balance para mantener la paz mundial. La característica de igualdad en la OEA ilusionó a muchos americanistas que veían en el nuevo organismo la representación de la tolerancia americana frente a los sectarismos europeos. Pero pronto se vio que la teoría de las esferas de influencia también era aplicada en el continente, por lo que fue común la intervención del Gobierno estadounidense en el hemisferio latinoamericano y del Caribe. La crisis de Cuba en 1962 puso a prueba la unidad continental y demostró que la OEA también estaba inmersa en la realidad de la Guerra Fría.Pero también trajo un nuevo estilo de relaciones entre la principal potencia del área y los demás países. La “Alianza para el progreso” preconizada por John F. Kennedy significó el principio de una política multilateral que fue continuada hasta finales de la administración Clinton. Todo cambió con la guerra contra el terror de George W. Bush, quien olvidó el multilateralismo de sus antecesores y actuó a la manera de la Guerra Fría: dando órdenes. Y desdeñando a sus vecinos, el “patio de atrás”, como los denominó Ronald Reagan.Por otra parte, en la comunidad latinoamericana se presentaron cambios impulsados por el marchitamiento de la política tradicional o por el enriquecimiento que da independencia. Estados Unidos no reaccionó a tiempo y permitió que nuevos liderazgos, algunos francamente regresivos, le disputaran la hegemonía en el sur del continente. Brasil, pero también Venezuela y ocasionalmente Argentina, han inclinado la balanza hacia la creación de polos que minan la posible unidad continental y hacen fracasar iniciativas de integración subregional. Así ha sido con el Pacto Andino, Mercosur y la nueva Unasur, o con la expulsión de Honduras.Ahora, la OEA es criticada por su inoperancia y los Estados Unidos reclaman por la carga que significa para su presupuesto. Pero su Carta Democrática existe y aún refleja los propósitos de defender la libertad, de rechazar el totalitarismo y de promover la unión panamericana, el sueño de Bolívar. Y sólo le falta la voluntad política de sus miembros para conservar el espíritu de igualdad y fraternidad que le dio origen, en 1948. Esa es la parte más difícil.

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