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Diferencias entre poderosos

28 de junio de 2010 Por:

La Reunión del G-20, el grupo de países de los que depende el 80% de la economía mundial, avanza en medio de una disputa seria: atender más al crecimiento o a la disminución de la deuda y el déficit fiscal.Por la segunda opción se han inclinado Japón y la Unión Europea, mientras que Estados Unidos y los países emergentes, Brasil, India y Argentina, se inclinan por la primera. En un mensaje del Presidente Obama a la cumbre se anota que “recortes presupuestario rápidos y profundos podrían dificultar la recuperación económica”, mientras que el Ministro de Finanzas del Brasil señaló que los europeos, “en lugar de estimular el crecimiento, prestan más atención a los ajustes fiscales”.Europa recuerda, a su vez, que la crisis de la deuda griega fue el detonante de los recortes en ese país, que se han seguido, en una especie de efecto cascada, en España, Francia y Reino Unido. Para ellos, sin una política de austeridad en el gasto de los Estados no será posible tener un crecimiento económico sostenido. Aún no salimos de la crisis, afirman y es irresponsable pensar de otra manera. Pero otra cosa preocupa al mundo, en especial a los países menos desarrollados: el desempleo. De acuerdo con la ONU, hay 211 millones personas sin trabajo, cifra récord en la historia. Y sería necesario crear 470 millones de empleos en los próximos 10 años, apenas para que la situación no se deteriore.Para la percepción pública, la política fiscalista por la que propenden europeos y japoneses, conlleva un deterioro de las condiciones de vida y una merma sustancial a las ayudas para el desarrollo, lo mismo que disminución de los recursos para atender al calentamiento global. Pero la realidad indica que algo deberá hacerse con respecto a los desajustes fiscales y a la creciente deuda producto de la crisis financiera internacional.La diferencia estriba, sobre todo, en la rapidez y profundidad con la que se tomen las políticas de ajuste fiscal. Más aún, dicen los Estados Unidos, de las reformas financieras que hagan imposible otra crisis global como la ocasionada por la especulación en el mercado hipotecario. En esta ocasión ese país tiene a su haber la aprobación de la reforma financiera propuesta por Barack Obama al Congreso, aceptada en un 90% tras largo cabildeo.Pese a las diferencias en la cumbre, todo parece indicar que se llegará a una especie de pacto con compromisos para los tres próximos años en los que respecta a la disminución de los déficit fiscales en las economías más poderosas del mundo, mientras se deja en libertad a los países emergentes y al mundo en desarrollo.Pero el mundo en desarrollo no está representado en la cumbre y sus miembros no parecen dispuestas a aceptar políticas que impliquen una disminución de sus responsabilidades con respecto a los objetivos del milenio. Así, mientras ellos pelean, los países pobres observan expectantes. Al final se pondrán de acuerdo en el G-8, sin tener en cuanta a los demás, y sin aceptar el daño que ha implicado su tolerancia con la especulación que casi quiebra sus economías.

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