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De muerte lenta

Detener el desastre sólo tiene un camino: la voluntad para actuar. Las acciones empiezan porque cada individuo tome conciencia de su responsabilidad en la contaminación ambiental, y porque los Estados piensen en políticas públicas que favorezcan la conservación de los océanos.

26 de mayo de 2012 Por:

Detener el desastre sólo tiene un camino: la voluntad para actuar. Las acciones empiezan porque cada individuo tome conciencia de su responsabilidad en la contaminación ambiental, y porque los Estados piensen en políticas públicas que favorezcan la conservación de los océanos.

El ‘séptimo continente’, como los científicos llaman a la isla de plásticos que flota en el Océano Pacífico y que tiene una extensión de 1,7 millones de kilómetros cuadrados, es el ejemplo de lo que acontece en los mares del planeta. Los hábitat se destruyen, las especies desaparecen y la calidad del agua se deteriora frente a los ojos de una humanidad que poco hace y menos se conduele al ver hacia dónde va el planeta. Sobre esa realidad hace énfasis este año el Día Mundial de la Diversidad Biológica, celebrado el 22 de mayo. Con un llamado especial porque las más recientes investigaciones sobre los daños que han sufrido los océanos indican que en el mayor porcentaje son causados por la mano del hombre. Anualmente entran a los mares 6,5 millones de toneladas de basuras, el 50% de las cuáles son desperdicios plásticos que no se degradan. Allí está la explicación de ese ‘séptimo continente’ que se ha formado en el Pacífico.La tierra es un organismo vivo y como tal experimenta una evolución constante que no puede detenerse. Pero la mano del hombre está acelerando el proceso de deterioro que ya empieza a pasar la factura. Las aguas oceánicas cubren el 70% de la Tierra y en ellas hay entre 500.000 y un millón de especies marinas. En los últimos 50 años se acabó la mitad de los bancos de peces, de los que se alimentan 2.600 millones de personas; entre el 30 y el 35% de los ecosistemas han sido destruidos, y donde se forman las ‘islas plásticas’ el grado de oxigenación de las aguas ha bajado a niveles mínimos que hacen imposible la vida. Las causas van desde la pesca sin control como la que afecta al santuario colombiano de Malpelo a pesar de ser patrimonio mundial; de la contaminación por desechos y del cambio climático producido, entre otras razones, por la emisión de dióxido de carbono que calienta los mares generando la aniquilación o desplazamiento de especies. Este año en las costas de Perú han muerto de inanición 4.500 pelícanos porque su fuente alimentaria se desplazó de su hábitat natural y 887 delfines han aparecido sin vida en las playas sin que se encuentre un motivo diferente a los cambios de temperatura que sufren los océanos. Detener el desastre sólo tiene un camino: la voluntad para actuar. Las acciones empiezan porque cada individuo tome conciencia de su responsabilidad en la contaminación ambiental, y porque los Estados piensen en políticas públicas que favorezcan la conservación de los océanos. ¿Acaso no se ayudaría a salvar los mares si el 90% de las aguas residuales y el 70% de los desechos industriales dejaran de llegar al mar sin tratamiento de ninguna clase? Un estudio del 2011 presentado por Naciones Unidas demostró que ecosistemas oceánicos donde disminuyeron o desaparecieron las amenazas humanas, consiguieron recuperarse entre un 10 y un 50%. Entonces sí se puede.Detener la muerte de los mares es un reto para el mundo, del que depende la vida del planeta y su propia conservación. Los habitantes han acelerado el cambio de esta ‘casa azul’ que es La Tierra, y detrás seguirá la especie humana si no se actúa ya con responsabilidad.

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