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Cuidado a la economía

Las cifras sobre la economía colombiana son contundentes al decir que la producción, las ventas y las expectativas de crecimiento son mucho menores a nuestras necesidades.

19 de octubre de 2017 Por: Editorial .

Las cifras sobre la economía colombiana son contundentes al decir que la producción, las ventas y las expectativas de crecimiento son mucho menores a nuestras necesidades. Entonces, ¿qué esperar para hacer los cambios que se requieren antes de que lleguemos a una crisis que dejará consecuencias de la mayor gravedad para todos los sectores y para todos los colombianos?

Las cifras sobre la caída en sectores claves son negativas, de igual manera que las referentes a las ventas en los grandes almacenes. Debe reconocerse el efecto de los aumentos en el Impuesto al Valor Agregado en la demanda como una causa fundamental, pero también se tiene que admitir que esa tendencia ha superado el período de ajuste, convirtiéndose en permanente motivo de preocupación, indicativa además de la posible presencia de factores que sugieren un riesgo cada vez más próximo de recesión.

En efecto, y según las mediciones de calificadores de riesgo, de entidades internacionales como el Fondo Monetario Internacional e incluso de las autoridades monetarias y del propio gobierno, el crecimiento estimado para el presente año estará en un rango entre el 1,6% y el optimista 2% que expresan desde el Ministerio de Hacienda. Ese optimismo, obligado por razones obvias, afirma que la tendencia en el segundo semestre será muy distinta y que no hay razones para la alarma.

Lo cierto es que la queja tiene más de un año. Y si bien puede afirmarse que la caída del precio del petróleo redujo de manera importante el flujo de recursos que impulsaban el crecimiento, es claro que ese ajuste terminó hace más de dos años. Y que lo más importante que se ha producido desde entonces es una reforma tributaria obligada y una decisión de desacelerar el gasto público para contener en parte la crisis fiscal que se veía venir.

Sin embargo, no se tomaron medidas para revitalizar la industria nacional que fue desmantelada cuando la riqueza que generaron la bonanza petrolera y la consiguiente revaluación de nuestra divisa impulsó el consumo de bienes importados, golpeando la producción local. Y salvo algunas decisiones aisladas, no se produjeron estímulos para incentivar la exportación, aprovechando las posibilidades que ofrecen tanto la devaluación como la existencia de los tratados de libre comercio firmados en los últimos quince años.

Hay pues un ambiente de preocupación que debe ser despejado. Más aún cuando esa caída implicará limitaciones para las finanzas del Estado, lo que obligará a aumentar el endeudamiento como ha venido sucediendo, a reducir el gasto a pesar de las cifras que anuncia el presupuesto nacional para el 2018, además de pensar en más reformas tributarias para evitar una crisis fiscal.

Cuando el país está sumergido en debates sobre el futuro de la paz y de las candidaturas para las elecciones del próximo año, es momento para pedir atención a la economía y la necesidad de adoptar medidas que rompan la tendencia que muestran los indicadores. Y de recordar que sin una economía sana será imposible lograr el posconflicto positivo que espera la Nación.

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