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Cuando perder es ganar

"...podría decirse que la cumbre de Ginebra entre los cancilleres de los dos países, es el regreso de Rusia al sitial que desempeñó como la otra superpotencia sobre la cual descansaba el equilibrio del planeta tras la Segunda Guerra Mundial. Sitial que perdió con el final de la Unión Soviética y de la Guerra Fría".

13 de septiembre de 2013 Por:

"...podría decirse que la cumbre de Ginebra entre los cancilleres de los dos países, es el regreso de Rusia al sitial que desempeñó como la otra superpotencia sobre la cual descansaba el equilibrio del planeta tras la Segunda Guerra Mundial. Sitial que perdió con el final de la Unión Soviética y de la Guerra Fría".

En un vuelco inesperado, la suerte del ataque a Siria y el uso de gases mortales entre los bandos en disputa de ese país se están definiendo ahora en una mesa de negociación entre los cancilleres de los Estados Unidos y de Rusia. Todo un cambio que puede resolver los motivos de discordia entre las dos potencias y evitar lo que sería un error, pero que no parece ser suficiente para detener el baño de sangre que padece el pueblo sirio.La historia puede resumirse como uno de aquellos eventos en los cuales alguien gana a causa de su derrota. En efecto, hasta hace unos días, el ataque de Estados Unidos parecía cuestión de horas, mientras la oposición de Rusia y las dudas de la inmensa mayoría de la Comunidad Internacional hacían prever que el conflicto interno de Siria se volvería mundial. Hasta que el Secretario de Estado estadounidense insinuó en la cumbre del G20 un posible cambio en la posición de su gobierno si Bashar Al -Asad se comprometía a no realizar más ataques con gases letales y a entregar su arsenal. Entonces llegó el turno para el Presidente de Rusia, quien además de afirmar que los gases fueron lanzados por la oposición y de declarar que defendería a Al Asad si era objeto de un ataque sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, dijo que la diplomacia y el respeto a la ley internacional eran la salida. Cuatro días después, el régimen sirio adhirió al tratado sobre gases letales y se comprometió a entregar su arsenal a Rusia, para que sea destruido.Ya fuera porque la reacción estaba estudiada o porque lo tomara por sorpresa, lo cierto es que el gobierno del presidente Barack Obama debió ceder la iniciativa a la diplomacia pregonada por su colega Putin. Con lo cual detuvo por ahora el involucramiento de los Estados Unidos en otro de aquellos asuntos internos que, como Afganistán o Iraq, le han costado miles de muertos y millones de críticas al dudoso papel de policía del mundo y de única superpotencia con el poder para defender la democracia. Retornó entonces la diplomacia y empezó a producir frutos sorprendentes como poner a Rusia y a Estados Unidos a “trabajar juntos por un objetivo estratégico común, por primera vez en mucho tiempo”, según dijo el editorial de ayer de The New York Times. Aunque también podría decirse que la cumbre de Ginebra entre los cancilleres de los dos países, es el regreso de Rusia al sitial que desempeñó como la otra superpotencia sobre la cual descansaba el equilibrio del planeta tras la Segunda Guerra Mundial. Sitial que perdió con el final de la Unión Soviética y de la Guerra Fría.Así las cosas, se espera que pronto quede superada la crisis internacional producida por el uso de gases letales en la guerra civil de Siria. Pero nada asegura el final del holocausto que padecen ese país y su pueblo, donde no se sabe qué es peor entre el mantenimiento del régimen corrupto y asesino de Al Asad o el triunfo de una oposición fanatizada por la religión, manipulada por el terrorismo de Al Qaeda y anarquizada por la conjunción de intereses en los que, como lo dijo Vladimir Putin, “hay pocos campeones de la democracia”.

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