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Crimen de lesa humanidad

En Inzá, las Farc recordaron que para ellas no existen límites cuando se trata de causar daño a la Nación, de demostrar su capacidad de destrucción y de tratar de sembrar el miedo en los corazones de los habitantes de las regiones lejanas a la capital de la República para obligarlos a aceptar sus intereses oscuros.

9 de diciembre de 2013 Por:

En Inzá, las Farc recordaron que para ellas no existen límites cuando se trata de causar daño a la Nación, de demostrar su capacidad de destrucción y de tratar de sembrar el miedo en los corazones de los habitantes de las regiones lejanas a la capital de la República para obligarlos a aceptar sus intereses oscuros.

Nueve muertos, dos de ellos civiles desarmados, y decenas de heridos. Ese fue el saldo que dejó el atentado terrorista de las Farc en Inzá, departamento del Cauca, tras el cual sus cabecillas declararon un “cese el fuego unilateral”.¿Fue su despedida del año? ¿Acaso es su aguinaldo para los colombianos, definido por uno de sus máximos dirigentes presentes en La Habana como “una acción que hace parte de la confrontación que se desarrolla en nuestro país”? ¿Puede considerarse un hecho normal el que se use el terrorismo indiscriminado en el centro de una población que se despertaba para iniciar su día de mercado? ¿Será que el haber dirigido el atentado contra una estación de policía libera a los autores de la barbarie de sus responsabilidades en un crimen de guerra que no puede tener atenuantes? Todas esas preguntas, y muchas más, pasan por la cabeza de los colombianos que no aceptan el terrorismo como argumento para conseguir reconocimientos políticos. Que no entienden, porqué cuando el Gobierno Nacional le ha abierto las puertas para un diálogo, la respuesta sea un acto terrorista, cobarde y traicionero, aprovechando que la gente se preparaba para un intenso día de comercio. Que se preguntan si, como ocurrió en los diálogos de San Vicente del Caguán, esa buena voluntad será asaltada de nuevo para tratar de conseguir prebendas. En Inzá, las Farc recordaron que para ellas no existen límites cuando se trata de causar daño a la Nación, de demostrar su capacidad de destrucción y de tratar de sembrar el miedo en los corazones de los habitantes de las regiones lejanas a la capital de la República para obligarlos a aceptar sus intereses oscuros. Y que no se diga que el atentado fue una derrota para la Fuerza Pública, cubierta de luto hoy por la muerte de siete de sus integrantes: fue ante todo una derrota a la credibilidad en las supuestas intenciones de paz de quienes llevan un año en La Habana negociando el supuesto fin de su violencia fratricida. Hoy, Colombia está adolorida por la tragedia en que el terrorismo sumió a Inzá. Terrorismo sin atenuantes que destruyó en forma cobarde la vida de nueve compatriotas y debe ser combatido como ordena la Constitución Nacional. Por eso, además de respaldar el accionar de la Fuerza Pública contra sus autores, es necesario que quienes están negociando en Cuba un posible acuerdo a nombre del Gobierno y del país, exijan a su contraparte una explicación, además de escuchar el rechazo de la Nación a ese acto feroz, cruel y sanguinario. Porque si bien no se ha adoptado un cese el fuego, eso no autoriza a usar el terrorismo indiscriminado que el pasado sábado debió padecer la población caucana. Ni a tratar de minimizar su importancia para no perjudicar el esfuerzo por lograr una paz negociada. Lo ocurrido significa que para la guerrilla que negocia con el Gobierno siguen sin tener validez los Derechos Humanos, el Derecho Internacional Humanitario o el acatamiento a los principios más elementales del respeto a la vida. Por eso, antes de seguir adelante hay que exigirle a las Farc que responda por el crimen de lesa humanidad que acaban de cometer en Inzá.

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