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Con los pies sobre la tierra

"Infortunadamente, las Farc han vuelto a sus tradicionales métodos de hablar de paz para recuperar el espacio político que les niegan sus acciones. Por eso, el dolor que produce el asesinato de los diez miembros del Ejército y las heridas causadas a 20 más, deben producir la reacción que permita poner los pies sobre la tierra acerca de la negociación y de las acciones que desdicen de la voluntad de paz de ese movimiento.

16 de abril de 2015 Por:

"Infortunadamente, las Farc han vuelto a sus tradicionales métodos de hablar de paz para recuperar el espacio político que les niegan sus acciones. Por eso, el dolor que produce el asesinato de los diez miembros del Ejército y las heridas causadas a 20 más, deben producir la reacción que permita poner los pies sobre la tierra acerca de la negociación y de las acciones que desdicen de la voluntad de paz de ese movimiento.

En medio de las negociaciones que se llevan a cabo en La Habana para terminar el conflicto, las Farc realizaron un ataque aleve que dejó 10 militares muertos y 20 heridos. Así sus cabecillas se empeñen en calificar el hecho como un acto de guerra normal, la Nación lo condena de manera enfática como un crimen inaceptable. Muchas interpretaciones se están escuchando a raíz del ataque perpetrado por una de las columnas cuyo mando depende directamente de los voceros de las Farc en Cuba. Pero lo cierto es que hoy los colombianos nos sentimos engañados. Es que nos dijeron que habían declarado una tregua unilateral, que fue respondida por el Gobierno con la suspensión de los bombardeos de parte de la Fuerza Aérea. Pero terminaron masacrando a quienes tienen la obligación de patrullar todo el territorio colombiano para garantizar nuestra tranquilidad. Y que no se diga que el Ejército tiene la misma categoría que los integrantes de las Farc. Que no se olvide que mientras éstos pertenecen a organizaciones ilegales y cometen delitos contemplados en las leyes, la Fuerza Pública es representante del Estado y tiene el deber de combatir toda forma de criminalidad. Para ella no hay ni podrá haber territorio vedado, porque sería como renunciar a la soberanía y a la defensa de la Nación. Tampoco hay razón para decir que esas cosas pasan. Lo que se ha venido haciendo en Colombia es una negociación en la cual se intenta por ahora reducir la intensidad de un conflicto causado por la perseverancia de las Farc en una violencia inútil y fratricida. Pero esa negociación y los gestos del Gobierno y de la sociedad que la han hecho posible, no pueden llevar a actos demenciales como los cometidos en la vereda La Esperanza, corregimiento de Timba, en el municipio de Buenos Aires, departamento del Cauca.Es allí en ese departamento donde el grupo armado ha concentrado su accionar delictivo, manejando la producción de drogas ilícitas, transportándolas hacia el Pacífico, reclutando menores de edad, extorsionando y constriñendo a la población. ¿Cómo entonces le van a exigir a las autoridades legítimas que no ejerzan su deber constitucional? ¿Y cómo se puede justificar el acribillamiento de que fueron objeto los militares?Bien hizo el presidente Juan Manuel Santos al terminar la suspensión de los bombardeos, gesto con el cual quiso responder la declaración de cese unilateral. Pero no debe pasarse por alto que fue un gesto de buena voluntad mal correspondido. Por eso, razón tiene el Primer Mandatario de los colombianos al manifestar que “el incidente fue producto de un ataque deliberado y viola la promesa de la tregua unilateral”.Infortunadamente, las Farc han vuelto a sus tradicionales métodos de hablar de paz para recuperar el espacio político que les niegan sus acciones. Por eso, el dolor que produce el asesinato de los diez miembros del Ejército y las heridas causadas a 20 más, deben producir la reacción que permita poner los pies sobre la tierra acerca de la negociación y de las acciones que desdicen de la voluntad de paz de ese movimiento.

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