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Buenaventura reclama

Como hace tres años y tres meses, los habitantes de Buenaventura vuelven a producir un movimiento que en forma de paro cívico reclama del Estado justicia con su ciudad y con su gente.

15 de mayo de 2017 Por: Editorial .

Como hace tres años y tres meses, los habitantes de Buenaventura vuelven a producir un movimiento que en forma de paro cívico reclama del Estado justicia con su ciudad y con su gente. Aunque preocupa la posibilidad de que el movimiento sea desviado de sus objetivos, lo cierto es que sus reclamos deben ser escuchados como la expresión de una comunidad azotada por la exclusión, la marginalidad y la falta de oportunidades para construir su propio futuro.

Las causas del movimiento son las mismas del paro realizado en febrero de 2014 y de siempre. Empiezan por el incumplimiento de promesas, por la demora en ejecutar las soluciones y por los peligros y las carencias que enfrentan quienes viven en una de las ciudades que más tributa al Fisco Nacional. Pero en el fondo siguen siendo la protesta contra la desesperanza y la marginalidad a la cual está condenado el Pacífico.

Esta vez, el lema será ‘Para vivir con dignidad y paz en el territorio’. Es el reclamo de quienes consideran que sus problemas se originan en la falta de educación, de salud y de seguridad, así hayan bajado los índices de muertes violentas en un gran porcentaje, y la necesidad de orientar la actividad del Estado a horizontes distintos a los tradicionales auxilios y subsidios, o a la solución transitoria de los problemas que como el acueducto y la vivienda, no han resuelto las dificultades de una sociedad que no tiene posibilidades de educarse como corresponde para aprovechar la riqueza de su ubicación.

Además, su protesta se dirige contra la corrupción que carcomió sus instituciones de gobierno municipal, frustrando la posibilidad de tener autonomía para enfrentar los retos y la pérdida del recurso humano que significa una emigración constante de jóvenes que deben buscar su progreso en el interior del país. Mientras tanto, su ciudad es afectada por la pobreza y por la delincuencia y el narcotráfico, que se disputa las ventajas de tener el puerto más importante de Colombia.

Sin duda, el Gobierno Nacional ha hecho aportes importantes para atender los reclamos de Buenaventura, tratar de disminuir la crisis y ofrecer condiciones dignas y duraderas para su sociedad. La inquietud es si tales aportes manejados desde la capital de la República y guiados por criterios asistencialistas o de corto plazo, son suficientes para superar el atraso y la marginalidad. Y si se ha hecho lo necesario para incentivar la llegada de industrias y la creación de empleo más allá del que producen los puertos.

En esos términos, el paro que empieza hoy en Buenaventura puede tomarse como el tradicional reclamo ante las promesas incumplidas por éste y muchos otros Gobiernos Nacionales. O puede ser aprovechado para cambiar la receta de la solución, creando las condiciones para la inversión productiva en la ciudad y adoptando compromisos que le entreguen a su comunidad la posibilidad de construir su futuro y de aprovechar sus riquezas.

La situación no da espera. Como está sucediendo en Tumaco o en el Chocó, ya no es tiempo para resolver con paños de agua tibia la crisis social y humana que padece el Pacífico.

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