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Basura letal

El problema no está sólo en el mercado ilegal que genera la basura electrónica o en las escombreras que crecen sin freno. Más grave es su efecto en el medio ambiente y en la salud de quienes manipulan los desechos. En la fabricación de estos aparatos se utilizan materiales tóxicos como plomo, mercurio o zinc, letales si no se manejan con precaución ni se almacenan de forma adecuada.

25 de abril de 2015 Por:

El problema no está sólo en el mercado ilegal que genera la basura electrónica o en las escombreras que crecen sin freno. Más grave es su efecto en el medio ambiente y en la salud de quienes manipulan los desechos. En la fabricación de estos aparatos se utilizan materiales tóxicos como plomo, mercurio o zinc, letales si no se manejan con precaución ni se almacenan de forma adecuada.

Al desarrollo tecnológico, que ha transformado al mundo en las últimas décadas, se le agradece una vida más fácil y cómoda para la humanidad. Lo negativo es que ese avance vertiginoso conlleva problemas para el Planeta, su medio ambiente y la salud de la población.¿Alguien se pregunta a dónde van las pilas acabadas, los microondas dañados, los celulares obsoletos? Esa basura electrónica que se produce en proporciones directas a los avances de la tecnología y al afán de las industrias por aumentar su oferta, le deja al mundo 41,8 millones de toneladas de desechos.El más reciente informe de la Universidad de Naciones Unidas revela que en promedio cada ser humano produce hoy 5,9 kilos de esa basura al año, un kilo más que en el 2010 y uno menos de los que generará en el 2018. Juntos, China y Estados Unidos son responsables del 32% de esa emisión de escombros, de la cual sólo un 17% se recicla. El resto, 35 millones de toneladas, terminan en el fondo del mar, como montañas de desechos en los países más pobres o en el mercado clandestino que los lleva a países en desarrollo, donde se venden como si aún tuvieran una vida útil.El problema no está sólo en el mercado ilegal que genera la basura electrónica o en las escombreras que crecen sin freno. Más grave es su efecto en el medio ambiente y en la salud de quienes manipulan los desechos. En la fabricación de estos aparatos se utilizan materiales tóxicos como plomo, mercurio o zinc, letales si no se manejan con precaución ni se almacenan de forma adecuada. En su producción además se usan elementos como el oro y la plata, que atraen a los recicladores a las escombreras electrónicas, sobre todo en países de África y Asia, donde quedan expuestos. Se calcula que de 50.000 celulares se extrae un kilogramo de oro o 10 kilos de plata, y que el negocio de sus partes es hoy incluso más lucrativo que el de las drogas. Así el asunto se convierte en un problema social, de salud pública y judicial, complejo de manejar.Medidas internacionales como la Convención de Basilea, que regula la disposición final de estos residuos y prohíbe su comercio ilegal, no están dando resultado. Lo ideal, pero poco probable en este mundo tecnológico, sería que las industrias produjeran aparatos de vida más larga o participaran de manera activa y directa en su reciclaje. Un negocio que si bien beneficiaría al Planeta y a su población, parece poco lucrativo.¿Qué queda, entonces? Ayudaría el reforzar las regulaciones nacionales sobre disposición final de desechos electrónicos y las medidas de seguridad sobre su comercio ilícito. Así mismo, que los Estados promuevan políticas de reciclaje contundentes, cuenten con la infraestructura necesaria para ello y eduquen a su población en esa costumbre. Lo otro, tal vez más efectivo, es que cada persona se pregunte si en verdad necesita cambiar su celular o si puede alargar la vida útil de su televisor. Es la conciencia individual la que más puede salvar al Planeta y a la humanidad de la contaminación y el daño que le ocasionan la basura electrónica.

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