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Amenaza que crece

Rentabilidades enormes, organizaciones que crecen y una incapacidad cada vez más notoria del Estado para combatir el negocio que ya se tomó las calles. Esa es sólo una pequeña parte de los efectos que le deja el narcotráfico a Colombia, ahora con un millón quinientos mil consumidores, y con un escalofriante incremento en las áreas sembradas de cultivos ilícitos para atender la insaciable demanda nacional e internacional.

11 de noviembre de 2016 Por:

Rentabilidades enormes, organizaciones que crecen y una incapacidad cada vez más notoria del Estado para combatir el negocio que ya se tomó las calles. Esa es sólo una pequeña parte de los efectos que le deja el narcotráfico a Colombia, ahora con un millón quinientos mil consumidores, y con un escalofriante incremento en las áreas sembradas de cultivos ilícitos para atender la insaciable demanda nacional e internacional.

Rentabilidades enormes, organizaciones que crecen y una incapacidad cada vez más notoria del Estado para combatir el negocio que ya se tomó las calles. Esa es sólo una pequeña parte de los efectos que le deja el narcotráfico a Colombia, ahora con un millón quinientos mil consumidores, y con un escalofriante incremento en las áreas sembradas de cultivos ilícitos para atender la insaciable demanda nacional e internacional.Las cifras del informe ‘Narcomenudeo en Colombia, una transformación de la economía criminal’, presentado por el Departamento Nacional de Planeación dan a conocer un aspecto alarmante de lo que el negocio de las drogas ilícitas significa para el país. Según el informe, en 2014, el 30% de los adolescentes y el 25% de los jóvenes procesados por delitos presentaban dependencia de sustancias psicoactivas. Ahora ya no somos sólo los mayores exportadores, sino que el consumo interno crece casi de manera exponencial, y aunque no se quiera reconocer, se debe asociar al crecimiento de la delincuencia en todas sus formasAsí lo dice el propio Director de Planeación y lo respalda el Fiscal General de la Nación. Para ellos, los grupos criminales que explotan el menudeo en Colombia reciben utilidades que superan el 350%, lo cual les permite también apoderare de actividades asociadas como la extorsión, al robo y los homicidios. Tan grande es el negocio que en nuestro país se consume el 20% de lo que se produce y no se captura, mientras el 80% sale al exterior, manteniendo al nuestro como potencia del narcotráfico mundial.El consumo de narcóticos y drogas sicoactivas, es decir marihuana, cocaína, bazuco, heroína o drogas sintéticas, representa al año el 0,75% del Producto Interno Bruto. Son seis 6 billones de pesos los que alimentan las redes de criminalidad que hace imposible lograr la convivencia en ciudades como Cali, Medellín, Barranquilla o la capital de la República. Y otro dato que debe ser tenido en cuenta: en el 2015, las autoridades nacionales reportaron el decomiso de 470 toneladas de cocaína. ¿Cuántas salen al exterior y cuántas se quedaron en nuestras calles?Las cifras son asombrosas. Pero lo más preocupante son las dudas del Estado al tratar de definir una política antidrogas. Y la manera en que las instituciones se enfrentan entre la represión y la declaración del asunto como un problema de salud pública. Debido a eso, las áreas de narcocultivos se estiman en 160.000 hectáreas, mientras la cárceles se llenan de traficantes grandes, medianos y pequeños, y la delincuencia asociada a las drogas es creciente.Ante el informe de Planeación Nacional, es absurdo ya negar que el imperio de las drogas ilícitas, desde la siembra hasta la exportación, desde su elaboración hasta el consumo interno, sigue siendo la gran amenaza para el futuro de la Nación. Y es necio negarse a aceptar que se deben tomar medidas para combatir una industria creciente y próspera que en todas sus formas atenta contra los ciudadanos y pone en peligro la democracia en Colombia.

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