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Alegría y prudencia

"Esa tiene que ser otra lección que nos dejará nuestra Selección Colombia: que aprendamos a convivir y a celebrar en paz, entendiendo que los triunfos deportivos, o las derrotas, no pueden ser detonantes de la tragedia y del luto para ninguna familia colombiana".

25 de junio de 2014 Por:

"Esa tiene que ser otra lección que nos dejará nuestra Selección Colombia: que aprendamos a convivir y a celebrar en paz, entendiendo que los triunfos deportivos, o las derrotas, no pueden ser detonantes de la tragedia y del luto para ninguna familia colombiana".

Nueve puntos de nueve posibles. Nueve goles en tres partidos y una clasificación contundente a octavos de final del Mundial de Fútbol de Brasil, hacen de nuestra Selección el orgullo de Colombia. Y motivan a celebrar como corresponde a una gesta jamás alcanzada en la historia de nuestro deporte insignia.El triunfo de ayer frente al Japón fue una demostración de la madurez a la cual han llegado nuestros futbolistas. Con ella ratificaron la brillante trayectoria de las eliminatorias, donde se ganaron el respeto y se proyectaron como protagonistas del certamen mundial. Hoy, los triunfos nítidos frente a Costa de Marfil, Grecia y el mismo Japón confirmaron lo que entonces insinuaron, el renacer de un fútbol que 24 años atrás fue protagonista en Italia, aunque con menos fortuna en los mundiales de Estados Unidos y Francia. Esta es la nueva selección trabajada con paciencia y sabiduría por José Pékerman, el argentino que debe sentirse como un colombiano más. Él ha sido artífice de la unión dentro del grupo de 23 deportistas que representan los colores de nuestra Nación. Pero también ha sido artífice principal de una selección que en un principio despertó curiosidad y hoy sólo recibe comentarios elogiosos de los especialistas que no dejan de sorprenderse ante el desempeño de un grupo que en la cancha es alegre y demoledor. Sin duda, el arte de don José ha estado también en descubrir lo mejor de cada uno de sus dirigidos. Por supuesto, aún falta para superar la gesta inolvidable de quienes nos representaron en el Mundial de 1990. Y a partir de ahora no habrá oportunidad para el error y la derrota porque cada partido significará seguir con vida o terminar la fiesta. Lo cual lleva a ser prudentes en las expectativas sin dejar de tener esperanza. Es la esperanza que han construido los integrantes de la Selección en cada una de sus presentaciones, la que no debe desaparecer incluso en el remoto caso en el cual sean eliminados. Y queda la obligación de celebrar sin llegar a los desmanes y la agresión que se presentaron con motivo de los dos primeros triunfos, los cuales obligaron a las autoridades a tomar medidas drásticas de prevención como la ley seca y el despliegue policial. Hay una gran diferencia entre la alegría del triunfo que lleva al jolgorio público, y aquella celebración desbordada que causa daño, atenta contra la integridad personal de los mismos que celebran o de quienes presencian esos actos. Todo eso es posible sin necesidad de apelar a la Fuerza Pública o a medidas coercitivas.Esa tiene que ser otra lección que nos dejará nuestra Selección Colombia: que aprendamos a convivir y a celebrar en paz, entendiendo que los triunfos deportivos, o las derrotas, no pueden ser detonantes de la tragedia y del luto para ninguna familia colombiana. Que nuestros representantes deportivos son los embajadores de nuestra Nación y no los causantes de desgracias. Si así ocurre, será otro gran aporte, tal vez el más importante de la Selección Colombia a este país que busca y necesita aprender a vivir en paz.

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