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A segunda vuelta

"Ahora empieza la última etapa del proceso para elegir al Presidente. Y es de esperarse que queden atrás las sindicaciones y los escándalos que se tomaron las semanas anteriores a la primera vuelta, para que los electores puedan concentrarse en los temas que de verdad interesan para el futuro de nuestra sociedad. Que sean las ideas y las propuestas las que primen en el mensaje, y que sean otras instancias las que definan si las acusaciones hasta ahora conocidas tienen o no fundamento. Que se abra el debate franco y equilibrado en los medios de comunicación, y se abandone la tendencia a descalificar".

26 de mayo de 2014 Por:

"Ahora empieza la última etapa del proceso para elegir al Presidente. Y es de esperarse que queden atrás las sindicaciones y los escándalos que se tomaron las semanas anteriores a la primera vuelta, para que los electores puedan concentrarse en los temas que de verdad interesan para el futuro de nuestra sociedad. Que sean las ideas y las propuestas las que primen en el mensaje, y que sean otras instancias las que definan si las acusaciones hasta ahora conocidas tienen o no fundamento. Que se abra el debate franco y equilibrado en los medios de comunicación, y se abandone la tendencia a descalificar".

Con los resultados de las elecciones de ayer, el país entra en la etapa final para escoger la persona que ocupará la Presidencia a partir del 7 de agosto próximo. Durante las siguientes tres semanas, los colombianos se concentrarán en decidir entre el presidente Juan Manuel Santos, que busca su reelección, y el doctor Óscar Iván Zuluaga del partido Centro Democrático. Fue una campaña sin duda fuerte por las expresiones duras que en determinado momento se utilizaron para descalificar a los dos aspirantes que pasaron a la segunda vuelta. Pero también fue una gran oportunidad para escuchar los puntos de vista de las candidatas Martha Lucía Ramírez y Clara López, y el candidato Enrique Peñalosa. Desde sus opiniones y su perspectiva como servidores públicos, ellos nutrieron de contenidos el debate electoral. Sin duda, el certamen mostró que la Nación cuenta con profesionales y líderes de jerarquía para su Gobierno. Ahora empieza la última etapa del proceso. Y es de esperarse que queden atrás las sindicaciones y los escándalos que se tomaron las semanas anteriores a la primera vuelta, para que los electores puedan concentrarse en los temas que de verdad interesan para el futuro de nuestra sociedad. Que sean las ideas y las propuestas las que primen en el mensaje, y que sean otras instancias las que definan si las acusaciones hasta ahora conocidas tienen o no fundamento. Que se abra el debate franco y equilibrado en los medios de comunicación, y se abandone la tendencia a descalificar.Para ello se requiere grandeza en las campañas. Que piensen en las necesidades de millones de colombianos urgidos de soluciones; en la obligación de proponer cambios para consolidar la ruta del progreso que el país tomó hace más de una década, cuando se unió para derrotar el imperio de la violencia; en el deber de consolidar las instituciones, de perseguir la corrupción, de reformar el Estado para que pueda responder a las realidades nacionales, y de dar claridad al esfuerzo de paz con las Farc que se negocia desde hace dos años.Debe reconocerse la tranquilidad que reinó durante la jornada electoral, símbolo del avance que se ha logrado en materia de civilización política. Está claro que ni la aparente polarización que se produjo entre las campañas de los dos candidatos ni las tradicionales amenazas de la guerrilla y su violencia, rompieron la concordia entre los colombianos. Eso hizo posible que las propuestas de todas las tendencias que estuvieron en el debate se expresaran con libertad y sin temores.La rapidez de los resultados arrojado por la Registraduría Nacional del Estado Civil, así como el trabajo serio y profesional de la Fuerza Pública que contribuyó a la tranquilidad, merecen un gran aplauso, como lo merece el comportamiento de los colombianos. Un solo lunar empañó la jornada: la abstención que superó el 60% del potencial electoral. Siendo la nuestra una democracia abierta y respetuosa, votar para elegir a los gobernantes es una obligación ciudadana que debe ser cumplida para bien de la Nación.

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