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¿Magistrada, por qué no renunció?

En estos días los medios recordaban cómo hace casi 10 años, en acto de valentía y honestidad, usted había renunciado a hacer parte de la terna de aspirantes a magistrado de la Corte Constitucional, que para entonces presentó el presidente Uribe a consideración del Senado.

8 de mayo de 2017 Por: Pedro Medellín

Doctora Cristina Pardo,

En estos días los medios recordaban cómo hace casi 10 años, en acto de valentía y honestidad, usted había renunciado a hacer parte de la terna de aspirantes a magistrado de la Corte Constitucional, que para entonces presentó el presidente Uribe a consideración del Senado.

Era agosto de 2007, cuando usted, junto con Ilva Miriam Hoyos y Mauricio González, aspiraban a reemplazar en la Corte, al Magistrado Álvaro Tafur, que terminaba su periodo.

Según los medios, a los pocos días del inicio de la campaña ante los senadores, usted y la candidata Hoyos, habían descubierto la regla principal que sostiene el ‘juego democrático’ en la elección de un magistrado en Colombia: las ternas no son de tres, son de uno.

Su denuncia nos ponía, otra vez, ante la realidad de la política en donde dos más dos, nunca serán cuatro. Era la confirmación de que, cuando se trata de la Corte Constitucional, los intereses del poder presidencial están por encima de la propia Constitución. Y los senadores siempre acudirán prestos a los llamados del Presidente, eso sí a cambio de algún beneficio particular.

Por eso resultaba todavía más valioso el hecho de que, ante la sugerencia de algunos senadores de que “no perdieran el tiempo porque la elección ya estaba hecha”, ustedes decidieran no prestarse al juego. Y más que renunciaran argumentando que “Nos vamos porque nos estaban usando”. Y que “ya todo estaba arreglado para nombrar al secretario jurídico de la presidencia”. Y tenían razón. Un par de semanas después, Mauricio González había sido electo por el Senado.

Y qué paradoja, doctora Pardo. Casi 10 años después y solo a unas semanas de haber renunciado a su cargo como secretaria Jurídica de la Presidencia, 46 votos de los senadores de la coalición de gobierno la eligen como magistrada de la Corte Constitucional. Pese a que el gobierno había anunciado que se trataría de un proceso meritocrático, no lo fue.

Muy pronto, las abogadas Isabel Jaramillo y Natalia Ángel, seleccionadas con usted para aspirar a la Corte, descubren que la terna no era de tres. En sus presentaciones ante el Congreso, varios senadores hicieron explícito su beneplácito por la hoja de vida y las exposiciones, pero lamentaban que “el gobierno estaba llamando al orden”. En otras palabras, como le sucedió a la abogada Hoyos y a usted, los parlamentarios les sugerían a Jaramillo y Ángel que “no perdieran el tiempo, porque la elección ya estaba hecha”.

Como hace 10 años, la ‘llamada al orden’ del gobierno a los senadores de la coalición fue un hecho evidente para todos. Con los acuerdos políticos (léase burocráticos), quedo claro que “ya todo estaba arreglado para nombrar a la Secretaria Jurídica de la Presidencia”.

Doctora Pardo, si estaba ante la misma situación que en su momento la llevó a que reaccionara con valentía, si era evidente que todo estaba montado para favorecer a un aspirante, ¿Por qué no denunció la “falta de garantías”? ¿Por qué no renunció, argumentando que había dos aspirantes cuyos nombres estaban siendo utilizados exclusivamente en “cumplimiento de un compromiso constitucional”, como en su momento lo dijo ante el país? No quiero creer que usted está repitiendo ese principio, tan propio de nuestra cultura del atajo, de que la “injusticia solo existe cuando la situación me desfavorece”.

En la votación del miércoles pasado, denunciar la falta de garantías, no sólo era un asunto de ética. También de solidaridad de género. Cuando la injusticia recae en el vecino, no deja de ser injusticia. Y frente a esas situaciones hay que ser firme. Más allá de sus promesas de independencia, ¿no cree que esa firmeza es la mejor garantía que puede dar alguien que asume la condición de juez?

Cordial saludo,

Pedro Medellín T.