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Tecnología y domesticación

La democracia fue un invento efectivo para domesticar a las élites del poder político. El hecho que tuvieran que competir por el voto de la gente, que el estado estuviera dividido en ramas independientes que se hacían contrapeso y que existiera un sistema de libertades, en particular de expresión, impuso unos límites muy claros a los comportamientos y prácticas de la clase dirigente.

8 de abril de 2017 Por: Gustavo Duncan

La democracia fue un invento efectivo para domesticar a las élites del poder político. El hecho que tuvieran que competir por el voto de la gente, que el estado estuviera dividido en ramas independientes que se hacían contrapeso y que existiera un sistema de libertades, en particular de expresión, impuso unos límites muy claros a los comportamientos y prácticas de la clase dirigente. No es que se convirtieran en ángeles sino que las instituciones del estado les obligaban a moderar sus ambiciones y su codicia.

Pero como no eran ángeles, la élite política aprovechaba circunstancias en que sus comportamientos y prácticas no eran visibles para dar rienda suelta a los métodos y estrategias más perversas para sacar ventajas en la competencia por el poder y en el beneficio personal. La tecnología ha sido entonces un factor adicional de domesticación de la élite política porque ha reducido las circunstancias en que sus comportamientos y prácticas eran invisibles. Con la llegada de las cámaras y micrófonos los políticos debían estar atentos de no ofrecer oportunidades a sus contrincantes. Estaban obligados a actuar de determinadas formas y a ser consistentes con los principios que pregonaban.

En Colombia, donde ese tipo de invenciones de autocontrol suelen llegar tarde, ya han hecho mella las tecnologías sobre los dirigentes. El caso de Samper y el 8000 tuvo su origen en una grabación. Y su situación se agravó cuando apareció la foto con la ‘monita retrechera’. Uribe, muchos años después y ya como presidente, tuvo que enfrentarse con el pasado. Una foto mostró el helicóptero de la familia en Tranquilandia. Ambos presidentes dieron sus explicaciones respectivas pero sobre la base de unos hechos comprobados. No era la palabra de un hombre contra la de otro.

Hoy en día, la vigilancia es más severa. Con los celulares todo el mundo tiene cámaras y micrófonos. Cualquier descuido es susceptible de ser registrado. Y con el internet y las redes sociales no hay filtro de información que valga. Los directores de los medios ya no tienen el monopolio sobre la decisión de lo que es noticia y de lo que no. La élite política está más desnuda que nunca, por lo que en principio está obligada a domesticarse para sobrevivir.

Aun así, en Colombia se resisten a la domesticación. La tecnología continuamente registra a la dirigencia en comportamientos y prácticas que los dejan en evidencia. El coscorrón de Vargas Lleras es la demostración que en pleno Siglo XXI un miembro de la élite bogotana se siente tan por encima del resto de los ciudadanos que cree que puede golpear con total impunidad a quien lo cuida como si fuera un siervo de la colonia. Hoy no es posible tratar a la gente así sin convertirse en noticia.

Más grave para el erario es la foto del exgobernador de Santander, el coronel Hugo Aguilar, en un lujoso automóvil Porsche por las calles de Bucaramanga. Aguilar se ha declarado en quiebra para no pagar una multa impuesta por el estado por sus vínculos con organizaciones paramilitares. Y la foto muestra más que eso: ¿de dónde saca el dinero el exgobernador, quien vive de su pensión de policía, para darse esos lujos?

Las tecnologías por lo visto funcionan. Pero domestican a la dirigencia solo en la medida que la sociedad la sancione por sus comportamientos. Hasta ahora muy poco ha pasado con el coscorrón de Vargas Lleras y el Porsche de Aguilar.

Sigue en Twitter @gusduncan