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¿Mockus, o la ley?

La reacción de Antanas Mockus al fallo que anuló su elección por estar en contravía del régimen de inhabilidades lo puso a defender la práctica que rechazaba

5 de mayo de 2019 Por:

La reacción de Antanas Mockus al fallo que anuló su elección por estar en contravía del régimen de inhabilidades lo puso a defender la práctica que rechazaba y a desdecir de su propio credo: la ley se acata, sin buscar atajos para producir un efecto contrario al fin que la inspiró. Agravando la contradicción sus seguidores invocan una autoadjudicada superioridad moral de Mockus en el debate público de manera que debería mantener su curul porque es un “hombre bueno”. En este empeño arrastró a otro insigne nacional, Humberto de la Calle, comandante de la primera línea de fuego de la defensa de la tinterillada de buscar fisuras en la ley para contratar con el Estado y ser candidato a un cargo de elección popular.

Era un punto sencillo: si Mockus quería ser candidato al Congreso no debía haber tramitado contratos con el Estado seis meses antes de la elección. Había una forma legalmente segura de no caer en la inhabilidad: renunciar a la representación legal o no postularse si contrató en el periodo de veda. Pero Corpovisionarios, la entidad creada por él y que ha contratado profusamente con el Estado en los últimos años, le buscó el vericueto a la ley para llegar a otra ilegalidad, la tal ‘delegación’ que ha sido rechazada por Supersociedades desde hace años y, para eso, dicen, consultaron “muchos asesores”. Supersociedades ha dicho que la representación legal es indelegable y que para ausencias del representante principal hay suplentes o apoderados. Pero seguro los genios consultados consideraron que eso mantenía el riesgo que se dijera, con razón, que Mockus había intervenido en la contratación porque era el representante de Corpovisionarios.

¿Para qué tanto esfuerzo y por qué la tinterillada? Lo que va quedando es que Mockus era el aviso luminoso de lo que Corpovisionarios vendía, sin él era otra ONG más. Ejecutado el artilugio, el profesor entró en el mundo del derecho electoral, dominado por unos mastines que rápido olieron la chambonada y lo destrozaron sin clemencia. Y a cada movimiento del profesor le hincan más el colmillo pues su defensa ha sido seguir explicando la trampa e invocar el poder sanador de su bonhomía, con lo que se expone más el flanco débil y al ataque se suman oportunistas que lo acusan de haber ‘confesado’ delitos, obligándolo a explicar que no es delincuente ni tramposo, algo inédito.

Ya sabido qué pasó, lo que el profesor queda debiendo a sus electores y quienes en algún momento fuimos sus electores, es una explicación de por qué pasó, sin meandros, como era antes. ¿Por qué no se detuvo ante el semáforo rojo de la inhabilidad y se dedicó planear cómo lo tornaba a verde? ¿Por qué se apartó del parámetro de que el respeto de la ley tiene un valor ético intrínseco y el hombre público es su modelo? Que nos diga por qué aceptó ejecutar la práctica que detestaba. ¿Por qué en defensa de lo indefensable nos pone en el dilema de escoger entre Mockus o la ley?

La Alianza Verde debe actuar con realismo: la salida de Mockus del Congreso es buena para todos. Para él que se lo veía desubicado; para su legado pues sus acciones públicas se volvieron banales y repetitivas, ya no sorprendían, ni concitaban reflexión, su ‘saldo pedagógico’ fue negativo. Y la bancada verde se fortalece con el reemplazo, Jorge Eliécer Guevara un líder gremial y exparlamentario mucho más dotado para el debate que Mockus, cualidad esencial en un momento en el que la pelea política se está dando en el Congreso por verdaderos titanes de lado y lado.

AHORA EN Guillermo Puyana Ramos