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El poder del relato

Las palabras tienen poder. Necesitamos aprender a conversar de una mejor manera con nosotros mismos y con los demás.

24 de diciembre de 2023 Por: Santiago Cruz Hoyos

Su nombre es Mariano Sigman. Es argentino. Alguna vez dirigió Human Brain Project, una iniciativa que pretende entender cómo funciona el cerebro humano, reproducir tecnológicamente sus características y aplicarlas para conseguir avances en la medicina y en la neurociencia. Mariano es, por lo tanto, un científico, de los pocos que no se molestan cuando les preguntan si sus libros se acercan a la autoayuda. Él se sonríe.

“Cada vez más la ciencia se ocupa de asuntos como la felicidad. Y está bien. ¿Qué ciencia más noble que aquella que se ocupa de lo que nos importa a todos? Hacer ciencia de aquellas cosas que son tan decisivas en nuestra vida me resulta muy gratificante. Por eso no me ofende cuando dicen que lo que escribo se parece a la autoayuda, porque la autoayuda es noble: emancipar a alguien para que pueda encontrar sus propias soluciones a los problemas. Lo que está mal es alguna forma de autoayuda mentirosa, engañosa, que te quiere vender unos imposibles que no se pueden alcanzar, eso sin duda está mal, pero que exista una autoayuda, responsable, bien hecha, me parece una causa noble”, dice.

Uno de sus más recientes libros se titula ‘El poder de las palabras’, y en estos días de balances personales y propósitos para el nuevo año es recomendable leerlo. El libro trata sobre la ciencia de la conversación: lo que nos decimos a nosotros mismos; lo que les decimos a los otros; lo que nos dicen. La trama de lo que somos está en la conversación. Aquel es el poder del relato: nos define como personas, para bien y para mal. Lo que Mariano Sigman hizo fue estudiar cuál es la mejor manera para hablarnos.

“El lenguaje es vinculante y tiene la capacidad de forjar y transformar radicalmente nuestra experiencia mental. Las palabras pueden calmar y sanar, pero también son capaces de crear estigmas y causar enfermedades: ‘no me gusta esto’, ‘no sirvo para aquello’, ‘no voy a lograrlo’. Recitamos esas noticias falsas sobre nosotros mismos, en voz alta, o en voz baja -da igual- con gran livianidad, sin darnos cuenta de su fuerza decisiva para abrir y cerrar puertas”.

A veces pasa; profesores poco preparados para su oficio que le lanzan a un niño frases como “es mejor que usted se dedique a otra cosa distinta a estudiar”; o “usted es perverso en matemáticas”. Son dardos que en el niño no describen una realidad; construyen un futuro. Tal vez no es que no sea bueno en matemáticas, sino que, por alguna circunstancia pasajera, algún hecho puntual, perdió el examen. Pero la interpretación de ello lo lleva a decidirlo: ‘soy perverso en matemáticas’. Como una profecía. ¿Qué tanto nos dijeron que nos condiciona la vida hoy?

Por fortuna, asegura Mariano, las profecías que nos alejan de lo que queremos se pueden modificar. Para demostrarlo hizo un experimento, como todo científico. El sujeto de estudio fue él mismo.

En su infancia, Sigman era “negado” para la música. En su cumpleaños, recuerda, le decían en broma que mejor no cantara para no dañar la celebración. Él lo creía: “Aunque me gustaría hacer música, no soy bueno”.

Entonces, en su experimento, decidió transformar esa profecía. Durante un año, se dedicó a aprender música. Todos los días estudiaba composición, guitarra, canto. “Estudié como un condenado”. Aquel viaje termina en un disco que está disponible en Spotify. Se llama Experimento.

“No es un disco genial, pero no importa: la persona que dice yo puedo subir al Everest, o correr una maratón, no importa en cuánto tiempo lo logre, en cuántos años, lo que importa es que puede hacer algo que en un principio le parecía que no podía hacer, que le parecía imposible. Ese es el poder del relato, el poder de lo que nos decimos. Tenemos margen para narrar de otra manera lo que nos acontece y cambiar la experiencia de nuestras vidas”.

Y no importa la edad. La investigación de Mariano derrumba el refrán de los abuelos: “Loro viejo no aprende a hablar”. Mariano descubrió que la capacidad de aprender algo nuevo no se pierde con los años. Lo que sí se pierde es el deseo de aprender. Cuando se llega a una suerte de equilibrio en el cual uno sabe una cantidad de cosas con las que más o menos funciona. De esta manera la voluntad, las ganas para aprender, bajan. En psicología lo llaman el ‘umbral ok’.

En conclusión, las palabras tienen poder. Necesitamos aprender a conversar de una mejor manera con nosotros mismos y con los demás. “La conversación es la herramienta más extraordinaria para transformar nuestra vida”, dice Mariano.

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