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Daniel López | Foto: El País

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Los celulares y dispositivos en mesas de restaurantes, en nuestros hogares y oficinas, a menudo interrumpen nuestras conversaciones reales.

30 de abril de 2024 Por: Daniel López

¿Alguna vez te has detenido a pensar en cómo un simple malentendido puede escalar hasta convertirse en un problema considerable? Tomemos el caso de dos amigos que se distanciaron porque uno interpretó mal un mensaje de texto del otro. Esta situación, aunque común, subraya un problema más grande en nuestra sociedad: la falta de comunicación auténtica.

Los grandes problemas en la vida se solucionan escuchando, no solo oyendo, sino comprendiendo de verdad los sentimientos y perspectivas del otro. La empatía se construye no solo con las palabras, sino también con la atención y el corazón. Sin embargo, en nuestra era digital, parece que estamos más desconectados que nunca. Aunque la tecnología promete unirnos, a menudo termina por separarnos más de aquellos que están físicamente cerca. Los celulares y dispositivos en mesas de restaurantes, en nuestros hogares y oficinas, a menudo interrumpen nuestras conversaciones reales. Estos dispositivos nos incitan a prestar atención a las actualizaciones en línea, vibran y emiten luces, sonidos, que nos condicionan a tener que estar pendientes de personas lejanas que no se encuentran ahí, en ese momento, frente a nosotros y en muchas ocasiones ni siquiera conocemos.

Este comportamiento ha creado un mundo donde la tecnología no solo segmenta nuestras experiencias en una matriz binaria, sino que nos empuja hacia un enfoque donde las distinciones y divisiones se vuelven más tajantes. Sherry Turkle, la socióloga de MIT, en su libro Reclaiming Conversation, menciona cómo la presencia de un teléfono móvil puede hacer que las conversaciones sean más superficiales y menos significativas porque las personas eligen temas de conversación que no les importa que sean interrumpidos.? Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Realmente controlamos la tecnología, o es ella quien nos controla, transformando nuestras interacciones en un conjunto de transacciones binarias?

En un mundo donde todo se percibe en términos de ‘bien y mal’, ‘rico y pobre’, o ‘izquierda y derecha’, perdemos la riqueza de la experiencia humana, que es inherentemente diversa y matizada. La vida no es simplemente blanca o negra; está llena de un espectro de colores, sabores, sonidos, texturas y olores.

Tomémonos un instante en entender nuestra dependencia de la tecnología y reconsiderar cómo interactuamos con ella. Debemos preguntarnos: ¿Nuestras decisiones son realmente nuestras, o estamos siendo condicionados por algoritmos y anuncios que dictan cómo pensamos, qué comemos, con quién socializamos y cómo nos vestimos?

Para abordar los desafíos más significativos de nuestra sociedad, necesitamos volver a lo básico: escuchar de verdad. Esto implica invertir tiempo, atención, empatía y capacidad de ceder para encontrar puntos medios y entender las perspectivas de otros, más allá de las etiquetas y estereotipos que la tecnología puede imponernos.

Si realmente queremos solucionar los grandes problemas, necesitamos dar un paso atrás de nuestros dispositivos y abrir nuestros oídos y corazones a las personas a nuestro alrededor. Solo así podemos comenzar a liderar con empatía, compromiso y una verdadera comprensión de la diversidad maravillosa que nuestro mundo tiene para ofrecer. Escuchemos más allá de las posiciones binarias que nos encasillan en matrices y abramos nuestras mentes a las infinitas posibilidades que nos rodean. Esto es esencial no solo para nuestro crecimiento personal, sino también para la cohesión y el progreso de nuestra sociedad.

Propongámonos, en nuestro siguiente encuentro social, estar más presentes y aprovechar a ese interlocutor que tenemos al frente. Dejemos nuestro celular al lado, en otra habitación, para que no interrumpa nuestra conversación y, al final de ella, consideremos cómo nos sentimos y qué tan diferente fue ese encuentro que acabamos de tener.

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