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De gustos y votos

A tres días de las elecciones tengo claro una cosa: no todos los candidatos me gustan, pero en todos, sí, en todos, encuentro cosas destacables.

24 de mayo de 2018 Por: Diego Martínez Lloreda

A tres días de las elecciones tengo claro una cosa: no todos los candidatos me gustan, pero en todos, sí, en todos, encuentro cosas destacables. Aunque también de todos hay cosas que me disgustan. Veamos.

De Gustavo Petro me gusta su verbo, su capacidad para llegarle a la gente. Con él se ha recuperado la plaza pública como escenario político, aunque soy escéptico frente a las nutridas manifestaciones que él y sus rivales han presidido. Esas manifestaciones prefabricadas, a las que muy pocos van de forma espontánea, no indican nada.

De Petro me chocan muchas cosas. Pero me centraré en las razones por las que no quiero verlo en la Presidencia. Primero, como alcalde de Bogotá demostró ser pésimo administrador. Segundo, así lo niegue, quiere implantar en Colombia un clon de la revolución bolivariana. Y tercero, actúa guiado por un odio visceral. Como dice Antonio Navarro, que lo conoce desde el M-19, el problema de Petro es que nunca desmovilizó su espíritu.

Humberto de la Calle tiene muchas cualidades. Su dignidad, su toque bohemio, su pasado impoluto. Lo que no me gusta de él es que llega a esta elección como rehén de los acuerdos de paz que ayudó a gestar. Y por tanto está obligado a preservarlos, al costo que sea. Lo que, a no dudarlo, sabrían explotar las Farc para lograr más beneficios de los que ya tienen. El país necesita un presidente que tenga mayor distancia frente a esos acuerdos y que pueda hacerles los ajustes necesarios.

De Fajardo me gusta su obsesión por la educación y su honradez. Pero ha sido muy mal candidato. No porque no le guste bravear a sus rivales. No espero que le dé un coscorrón a nadie, sino que fije posiciones claras. En la coyuntura que vive el país, urge un presidente con la firmeza que Fajardo no ha mostrado.

De Vargas Lleras me gusta su capacidad gerencial. Que sea cascarrabias y arrogante es problema de su familia, que es la que se lo aguanta. A mí, al contrario, me gustan los gobernantes con carácter. Incluso, con mal carácter, que tengan pantalones para tomar decisiones impopulares y no estén en plan de complacer a todo el mundo.

Lo que no me gusta de Vargas es que con tal de cumplir sus propósitos sea capaz de aliarse hasta con el diablo. O peor, con Roy y Benedetti. Dudo mucho que la apuesta de apalancar su aspiración con las maquinarias, en una elección en donde el voto de opinión es clave, sea la más adecuada.

De Iván Duque me gustaría que tuviera más experiencia administrativa. Ese, sin duda, es su handicap. Su cercanía con Álvaro Uribe no me preocupa. Primero, porque todos los políticos del mundo han tenido mentores. Al contrario, creo que haber estado al lado de Uribe durante los últimos años le ha servido para aprender de la experiencia que tiene el expresidente.

Estoy seguro, además, de que Uribe no espera que Duque sea su lacayo. Lo que espera el exmandatario, y los seguidores de Duque, es que si llega a la Presidencia gobierne con los postulados y los principios con los que se hizo elegir. Y que no gobierne con los enemigos de quienes lo apoyaron.

En conclusión, no quiero un presidente que gobierne con odio visceral, ni uno que sea rehén de los acuerdos de paz, ni uno al que le falte firmeza, ni otro que esté aliado con el diablo, por ello votaré por Iván Duque.
Tengo la certeza de que la experiencia que le falta la compensará con su bonhomía, su juventud, su inteligencia, su carácter y su honestidad.

Sigue en Twitter @dimartillo

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