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Tras bajar de un tren, un grupo de personas caminan para buscar cobijo en un refugio en Ixtepec, en Oaxaca (2014). | Foto: Fotos Anna Surinyach y Gustavo Graf / Médicos sin Fronteras

CENTROAMÉRICA

Migrantes de Centroamérica, una tragedia olvidada

Médicos Sin Fronteras presentó un informe sobre la dura realidad que padecen las personas que intentan llegar a EE. UU. cruzando México.

14 de mayo de 2017 Por: Redacción El País

"Soy de Honduras. Es la cuarta vez que intento cruzar México, pero esto no me había ocurrido antes. Esta vez, vine con mi vecina y nos secuestró un grupo de delincuentes. Lo peor es que también eran hondureños. La Policía Federal era su cómplice. Fuimos entregadas a miembros de una banda. Me violaron, me pusieron un cuchillo en el cuello y no me resistí. Me avergüenza decirlo, pero creo que habría sido mejor que me hubieran matado".

Este es uno de los relatos de una mujer de 35 años atendida en los albergues de la organización Médicos Sin Fronteras para los miles de migrantes que intentan llegar a Estados Unidos. Entre 2015 y 2016, MSF ha realizado 4700 consultas médicas.

El informe ‘Forzados a huir del Triángulo Norte de Centroamérica: Una crisis humanitaria olvidada’, realizado por la ONG internacional dice que las historias de las personas atendidas “dibujan un panorama a menudo doloroso y traumático. Cruzar México desde el norte de Centroamérica es una amenaza constante para la supervivencia y puede cobrarse un alto precio físico y psicológico. Los migrantes y los refugiados caminan durante horas bajo un enorme calor y por rutas poco seguras en las que intentan esquivar a las autoridades. Corren el riesgo de caerse de los trenes de mercancías o viajan en camiones abarrotados, sin comida, agua o ventilación durante horas”.

Y se agrega que “además de estos riesgos, no tienen acceso a la atención médica ni a lugares seguros donde comer y dormir, y deben estar siempre en guardia contra la constante amenaza de violencia o agresión sexual por parte de grupos delictivos, o de detención y deportación por parte de las autoridades”.

De acuerdo con MSF, el 92,2% de los migrantes y refugiados atendidos por sus equipos de salud mental habían sufrido un evento violento en su país de origen o durante la ruta a través de México.

El coordinador general de MSF en México, Bertrand Rossier, explica que los migrantes se exponen a “asesinatos, secuestros, amenazas, reclutamiento por actores armados no estatales, extorsiones, violencia sexual y desaparición forzada”, lo que implica “realidades propias de una guerra”.


Un joven de 19 años, también de Honduras, es otro de los testimonios que sustentan esa realidad: “En la madrugada nos asaltaron unos hombres encapuchados. Yo venía con mi mujer y mi hijo. Nos golpearon, a mí me dieron duro con un machete. Mire mi brazo (presenta marcas de golpes y heridas). A mi mujer la apartaron al monte, se la llevaron, a mí me tenían amenazado y me dijeron que no volteara. Querían que les diéramos datos de nuestra familia para pedir rescate. Pero yo les dije que no teníamos nada. Yo creí que nos iban a matar. Ella dice que no le hicieron nada, pero yo sé que abusaron de ella”, cuenta.

En el caso de las mujeres migrantes, dice el informe de Médicos Sin Fronteras, tienen una vulnerabilidad particular. El 59% de las atendidas presentaban síntomas de depresión y el 48,3%, de ansiedad.

Un psicólogo relata el caso de una mujer víctima de abuso sexual, que fue atendida por niveles de ansiedad muy altos, con síntomas postraumáticos, como flashbacks y alucinaciones de tipo auditivo y problemas del sueño.

“Soy de San Pedro Sula, donde tenía un taller. Las bandas querían que les pagara la protección pero me negué y entonces quisieron matarme. Primero me amenazaron: me dijeron que, si no pagaba, se cobrarían de mi sangre y la de mis hijos. En mi país, es normal matar. Es tan fácil como aplastar a un insecto. No habrían tenido piedad. Te avisan y después te matan; no juegan. Y vinieron a por mí. El año pasado, en septiembre, me dispararon tres veces a la cabeza. Aquí ves las cicatrices.

Desde entonces mi cara está paralizada, no puedo hablar bien, no puedo comer. Estuve dos meses en coma. No puedo mover los dedos de esta mano. Pero lo que más me duele es no poder vivir en mi país, es tener miedo todos los días de que me maten o les hagan algo a mi mujer o a mis hijos. Duele tener que vivir como un criminal, huyendo todo el tiempo”.

En la región del Triángulo Norte de Centroamérica (Honduras, Guatemala y Salvador) el trauma, el miedo y una violencia cruel marcan la vida cotidiana de millones de personas. Lamentablemente, esta realidad no termina con la huida forzosa a México, dice el informe.
De acuerdo con MSF, la mitad de los entrevistados (50,3%) se habían marchado de sus hogares por razones exclusiva o parcialmente relacionadas con la violencia; y dentro de quienes habían huido de la violencia, un 34,9% mencionaron más de una causa.

Honduras, El Salvador y Guatemala fueron los países con el mayor número de migrantes.

Un ‘ranking’ realizado por el Instituto Brasilero Igarape para The Economist sobre las ciudades más violentas del mundo muestra que San Salvador ha sido desde el 2015 la población con la mayor tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes.

San Pedro de Sula y Tegucigalpa también están en la lista, al igual que Ciudad de Guatemala.

Es que, según MSF, “la violencia experimentada por la población del Triángulo Norte centroamericano no es diferente de la que se vive en un país en guerra. Se asesina con impunidad, los secuestros y la extorsión son cotidianos, las bandas criminales propagan la inseguridad y reclutan por la fuerza a individuos para engrosar sus filas, y la violencia sexual se utiliza como una herramienta de intimidación y control” y esa es una de las razones del alto número de migrantes que intentan llegar a Estados Unidos.

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