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Actualmente, Nora es el eje fundamental de su hogar; su esposo, oficial de pintura toda la vida, ya no puede trabajar por lesiones crónicas en sus hombros. | Foto: El País

GOBERNACIÓN DEL VALLE DEL CAUCA

Valores vallecaucanos: Nora Estrada, la 'mujer maravilla' de la Gobernación

Nora Estrada es una de esas mujeres que no saben rendirse. A los 49 años se matriculó para terminar el bachillerato. Luego estudió en el Sena. Ahora estudia una carrera a distancia y trabaja en la Gobernación con el sueño de ayudar a su hija, que sueña con estudiar medicina.

5 de diciembre de 2017 Por: Redacción de El País 

Nacida en el barrio La Isla, al norte de Cali, Nora Elena Estrada Ocampo lleva el mar unido a su espíritu. Una imagen así de sublime puede condensarse al escucharla contar su historia, aunque nada en ella ciertamente tenga que ver con la literalidad del océano. Lo que sucede es que hay gente de esa dimensión incuantificable, más cercana a un paisaje de fuerza universal e incontenible. Como el mar. Como ella.

Ningún obstáculo ha sido suficiente para atajar sus pasos hasta ahora: ni la poliomelitis que le quitó la facultad de caminar al año y medio de vida, ni crecer en un hogar humilde compuesto por otros tres hermanos menores y unos padres con oficios nobles pero mal retribuidos; su papá era guarnecedor de zapatería y su mamá se dedicaba a lavar ropa por encargo.

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De su mamá principalmente aprendió desde muy temprano a levantarse ante los impedimentos sin importar el tamaño o la apariencia o el tiempo con que fueran apareciendo en el horizonte. Si no tenemos una silla de ruedas para llevarte a estudiar, te cargaré en brazos, mi amor, le dijo un día, y así lo hizo todos los días hasta que Norita terminó quinto de primaria en la escuela Ignacio Rengifo. Norita siempre fue buena alumna. Disfrutaba la forma en que el conocimiento le iba abriendo el mundo sucesivamente, cada vez más ancho y asombroso.

Pero al terminar primaria, las dificultades en su casa la resignaron a suspender los estudios y tuvo que pasar un buen tiempo para que el mundo se le volviera a expandir. Aquello sucedió cuando un vecino del barrio le regaló su primera silla de ruedas y ella sintió, a los 14 años, que desde ese momento las limitaciones poco a poco irían quedando en el pasado. El recuerdo feliz se le desborda en una carcajada envuelta en una anécdota: “La silla era muy viejita y al momento de arreglarla me la pintaron toda de verde… ¡Y yo que soy toda roja americana!..”

Ya con la silla buscó la forma de estudiar y trabajar a la vez, de manera que pudiera darle a una mano a sus padres. Y eso hizo. Se matriculó en cursos de mecanografía, redacción y ortografía, y empezó a formarse con la meta de continuar su educación hasta que avanzando en ese propósito se le atravesó el amor en forma de un buen hombre con quien ya lleva 31 años de matrimonio, y una hija a punto de terminar el bachillerato que sueña con ser médica.

Justamente por su niña, no hace mucho decidió terminar de estudiar; no solo para ayudarla con las tareas del colegio sino para inculcarle con su propio ejemplo la lección le enseñó mamá: “Nada es imposible, mi amor…” Entonces a los 49 años se matriculó en el José Antonio Galán, donde se hizo bachiller asistiendo a clases nocturnas con compañeros que podían haber sido hasta sus nietos, cuenta en risas. Nora hace parte de esa maravillosa especie capaz de encontrar la gracia en casi cualquier giro del destino. “No es que nunca me ponga triste, no es que nunca me enoje, lo que pasa es que permanezco agradecida de poder despertarme cada mañana…”, dice desde la silla eléctrica que hace tres años le dio la EPS y con la que se moviliza por la ciudad para llegar a su trabajo.

Graduada como bachiller, Nora cursó Tecnología en Gestión Documental en el Sena y desde hace cinco meses la Gobernación del Valle le abrió las puertas para que ejerciera su formación en la oficina de Archivo y Correspondencia del Departamento. Allí su labor consiste en clasificar y radicar toda la correspondencia que con diferentes urgencias llega a diario: derechos de petición, oficios, tutelas, invitaciones, cartas. A los 54 años, Nora es feliz, lo jura. Sus días también los dedica a brindar apoyo a otras personas en situación de discapacidad, mediante charlas y compañía que ofrece a través de la fundación ‘Volver a Vivir’, de la que es fundadora. Y además de todo, ahora está estudiando Administración de Empresas a distancia. Terminar la carrera es uno de los pendientes en su horizonte. Así como sacar adelante a su hija. Y viajar al mar, porque todavía no lo conoce. Pero Nora ya está haciendo planes, dice. De modo que el mar, al escucharla, casi murmulla cerca.

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