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Mayo sangriento

¿Qué está pasando allí? Para responder a esta pregunta se debe tener presente que es un país que vivió una década de invasión militar en la que se instauró la violencia como norma y en la que fallecieron centenares de miles de ciudadanos iraquíes. Además se impuso un cambio político drástico: los sunitas, minoría dominante, fue desplazada del poder y se instauró un gobierno chiíta afecto a los Ayatolas iraníes.

3 de junio de 2013 Por:

¿Qué está pasando allí? Para responder a esta pregunta se debe tener presente que es un país que vivió una década de invasión militar en la que se instauró la violencia como norma y en la que fallecieron centenares de miles de ciudadanos iraquíes. Además se impuso un cambio político drástico: los sunitas, minoría dominante, fue desplazada del poder y se instauró un gobierno chiíta afecto a los Ayatolas iraníes.

El pasado mayo murieron en Iraq 1045 personas por hechos violentos, según la información oficial. Hay que retornar al mayo de 2008, cuando el país estaba inmerso en la guerra de ocupación para igualar esa cifra macabra.¿Qué está pasando allí? Para responder a esta pregunta se debe tener presente que es un país que vivió una década de invasión militar en la que se instauró la violencia como norma y en la que fallecieron centenares de miles de ciudadanos iraquíes. Además se impuso un cambio político drástico: los sunitas, minoría dominante, fue desplazada del poder y se instauró un gobierno chiíta afecto a los Ayatolas iraníes.La crisis de Siria también cuenta, pues allí se desarrolla una confrontación sectaria que enfrenta a un gobierno de las minorías alauita y chiíta contra la mayoría sunita. Por eso, en el occidente de Iraq, los sunitas apoyan a la oposición siria y han entrado en relación con miembros de Al Qaeda que les ayudan a golpear a los chiítas iraquíes. Pero también sucede que combatientes chiítas cruzan la frontera entre Siria e Iraq para luchar con las fuerzas del presidente Bashar al Assad. En las áreas chiítas de Bagdad, hay pancartas honrando a los combatientes chiítas que han muerto en Siria.Así, la violencia sectaria ha alcanzado un nuevo rango de odios y enfrentamientos, que se manifiestan a diario por medio de carros-bomba, terroristas suicidas y otras formas extremas de violencia, en las que perecen decenas de ciudadanos, a veces chiítas, a veces suníes, a veces sin filiación conocida.Pero, como resulta usual en este y otros casos, el problema no reside en el odio y la animadversión entre los propios ciudadanos, sino en el ejercicio perverso de la política y en la incapacidad del Estado. De acuerdo con testimonios recogidos por la BBC en Bagdad, hombres suníes se casan con mujeres chiítas, comerciantes de una y otra secta mantienen relaciones de negocios que se remontan a varias generaciones atrás y, más allá de los teólogos, la pertenencia a una y otra fe jamás ha impedido la convivencia comunitaria.Toda la radicalización y la violencia es promovida por los dirigentes políticos y por el Estado, que no hace nada por controlarlos. Además el Estado es débil, no ha logrado crear instituciones fuertes ni echar a andar la economía iraquí después de la devastación de la guerra. Pese a que Iraq produce 3,8 millones de barriles de petróleo al día, no cuenta con suficiente capacidad de refinación y está obligado a importar gasolina para su abastecimiento. Y se sospecha que los ingentes recursos petroleros en buena parte se consumen por los corruptos en el poder, pues la inversión no se ve.Así, Iraq no sólo está violentado, sino también desesperanzado. Posiblemente abocado a una guerra civil, promovida desde el poder, pues la tentación de los recursos petroleros es muy grande para quienes buscan el lucro personal. La religión es apenas un instrumento para radicalizar al pueblo, que desafortunadamente escucha a teólogos sectarios. Así será imposible aclimatar la paz en la atribulada nación.

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