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Otra vez, #NiUnaMás

Ojalá no hubiera que escribir #NiUnaMás de estas columnas, que nacen de la terquedad de quien espera que con ellas estos crímenes que nos arrugan el alma no se vuelvan paisaje.

25 de octubre de 2017 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

Paula Vera. 23 años. Su pareja, hoy prófugo, la mató a puñaladas, delante de su hija, este martes en el barrio República de Israel.

Nora Micolta, 45 años. Su pareja la asesinó de un disparó, hace una semana.

Karol Gisela Perlaza. 27 años. Su expareja la mató con arma blanca en el barrio Llano Verde, el 27 de agosto.

Lirsey Ramírez. 24 años. Su pareja la asesinó junto a sus hijos de 7 y 9 años, en el barrio Alameda, el 12 de julio.

Stephanie Ramírez. 26 años. Abusada sexualmente y luego asfixiada, por el hijo de una paciente, el 4 de junio.

María Cecilia, Yuri Vanessa, Rosa del Socorro, Katherine, María, Yirledi, Ana Lucía, Lady Tatiana, Paola... Catorce mujeres menos en Cali y otras 30 cuyos casos fueron rotulados como tentativa. Catorce vidas resumidas en una línea de Excel, que da cuenta de los datos mínimos de su crimen, de su existencia. Catorce historias que se diluyen entre cientos de asesinatos que ocurren mes a mes en esta ciudad.

Cada que se comete un feminicidio, un sentimiento de dolor, rabia e impotencia me recorre el cuerpo. A veces las lloro en silencio y otras veces, con palabras, como hoy. Porque no se llora solo lo conocido. A veces pienso que se deberían llorar todos los crímenes, para ver si a fuerza de llanto, de sentirlos, se produce un milagro y extirpamos una de nuestras peores formas de autodestrucción, violencia e indiferencia.

No faltará la voz indolente que diga: ‘Yo le advertí’, ‘quién la manda’ o ‘por pendeja la mataron’, con la frialdad de quien sentencia una frase que no se piensa, porque es tan fácil condenar... No faltará quien diga que a los hombres también los matan y que hay mujeres que matan hombres: tragedia tan grave como los feminicidios, porque no hay muertos de primera o segunda; lo que pasa es que sí hay condiciones de vulnerabilidad mucho más altas con la mujer.

Difícil no pensar qué será de esa niña de cinco años que presenció la muerte de Paula, su madre. O qué será de la pequeña que tuvo que escuchar cómo mataron a su abuela Nora. Dios permita que alguien las abrigue y les ayude a sanar sus heridas para que estas no se conviertan en traumas que se desangren en nuevas tragedias.

Ojalá ese ‘violentómetro’ que alerta qué hacer en caso de ser víctima de violencia de género se difundiera masivamente para que no haya más Estephanies, más Paulas... Y que estos 14 feminicidios fueran los últimos en una tabla, en la que todo lo que alguna vez fueron esas mujeres se resume en una fría línea de una bitácora oficial.

Ojalá no hubiera que escribir #NiUnaMás de estas columnas, que nacen de la terquedad de quien espera que con ellas estos crímenes que nos arrugan el alma no se vuelvan paisaje. Y que no tengamos #NiUnaMenos que extrañar, en un mundo en el que cada día se extraña más lo que alguna vez tuvimos de humanidad.

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