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Alberto Castro Zawadsky

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El mercado

El socialismo pretende eliminar ‘las fuerzas de mercado’. Resuelven planear la economía desde arriba, decretando qué es lo que la gente requiere y cuál es el precio ‘justo’.

24 de febrero de 2024 Por: Alberto Castro Zawadsky

Es tal vez la palabrita más vilipendiada por el líder de la galaxia. Lo que se arma en su imaginación es un demoníaco ejército de ambiciosos imparables que esquilman sin piedad los recursos de los explotados. La realidad es que el mercado no es otra cosa que un reconocimiento que le hace la economía liberal al libre albedrío del ser humano. Al decidir en qué gasta sus recursos, sean muchos o pocos, el humano vota por el producto o servicio de mejor valor.

Esta sencilla ley de libertad aplicada a todas las actividades que implican movimiento de dinero (y que pocas hay que no), le entrega el poder al pueblo. No se puede desconocer que, como en política, esa libertad es manipulable. Ese es el oficio de la publicidad. Pero hay una diferencia entre convencer y obligar.

En la lucha de los dos sistemas, el socialismo pretende eliminar ‘las fuerzas de mercado’. Resuelven planear la economía desde arriba, decretando qué es lo que la gente requiere y cuál es el precio ‘justo’. Invariablemente, se equivocan y se forma un mercado paralelo o ‘negro’, en el que el pueblo resuelve qué es lo que necesita y cuánto está dispuesto a pagar. Como se encarcela, suprime o exilia el talento creativo, el efecto neto es menor movimiento económico y, por tanto, más pobreza.

Paradógicamente, es el mercado negro el que permite que estos regímenes subsistan, ya que son los jerarcas eternizados quienes mejor tajada obtienen. Ejemplos de la comparación de los dos sistemas son abundantes: las dos Alemanias, las dos Coreas, la China de Mao y la de Deng, las dos Europas, Cuba, Venezuela, Argentina. Desconocer una verdad tan evidente y apabullante, ha sido el principal oficio de la izquierda en Latinoamérica. “El capitalismo está dando sus últimos suspiros”, se susurran mientras se dan palmaditas en sus espaldas, con las que miran la realidad de sus políticas empobrecedoras.

Lo único que ven y repiten son los pocos ejemplos de unos cuantos delincuentes de cuello blanco, quienes usando pirotecnia financiera, han logrado quemar los ahorros de muchos. Se empecinan en ignorar que el mercado genera riqueza porque, en esencia, es el dinero persiguiendo a los más capaces y más inteligentes. Opera la selección natural de las sociedades: perduran quienes ofrecen mejores productos y servicios a sus semejantes, en un estricto marco ético y respeto de la ley.

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