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Enrique Peña Nieto, presidente de México | Foto: EFE

MÉXICO

¿Cómo sobrevivir a uno de los sismos más fuertes en los últimos años en México?

La Costa Pacífica de México fue sacudida este jueves a las 11:49 p.m. por un fuerte terremoto de 8,2 grados en la escala de Richter, con epicentro en Chiapas.

10 de septiembre de 2017 Por: Margarita Solano / corresponsal de El País en México 

Hay un sonido que moviliza a la Ciudad de México y sus 20 millones de habitantes: La Alerta Sísmica (SAS). Un sistema pionero en brindar el servicio de alerta telúrica en el mundo, que a través de una voz masculina repite varias veces la misma frase: “alerta sísmica, alerta sísmica”.

Lea también: Así funcionó el sistema de alertas sísmicas por el terremoto que sacudió a México. 

Es un sonido de ondas gravitacionales ascendentes que anticipa a la Ciudad de México con cincuenta segundos antes de la llegada de un temblor con magnitudes superiores a los seis grados en la escala de Richter. Su característico sonido no sólo hiela la piel, también moviliza de inmediato a millones de personas.

El jueves pasado a las 11:49 de la noche, fue la última vez que se activó el SAS en millones de teléfonos celulares, escuelas públicas, estaciones de radio y sistemas de audio de la ciudad. México estaba por vivir el temblor más poderoso del último siglo y su gente pronto sabría si estaban listos o no, para resistir una sacudida mayor a la intensidad del terremoto del 19 de septiembre de 1985 que dejó más de 12 mil muertos.

La Ciudad de México es otra en materia de prevención de desastres naturales después del temblor de hace 31 años. Pocas veces la mancuerna sociedad-gobierno se han llevado tan bien como para estructurar estrategias y medidas preventivas que ayuden a minimizar los daños, pérdidas humanas y materiales, frente a un movimiento telúrico fuerte. Conscientes de las altas probabilidades que tiene el país de sufrir terremotos, tsunamis e inundaciones, los mexicanos se han preparado por años para saber qué hacer y qué no en caso de un desastre natural.

En cuestión de temblores, los capitalinos son dignos de admirar. Cuando la Alerta Sísmica se dispara, la gente parece salir de un pabellón militar, uno detrás del otro a paso veloz que permite al de al lado evacuar con facilidad. Quienes llevan niños los cargan en brazos y los gritos se convierten en la excepción y no la regla, como una especie de código que permite que el miedo no haga de las suyas y la mente se enfoque en salvar y salvarse.

En las escuelas, las rutas de evacuación y el cómo reaccionar en caso de un sismo, es el ABC del primer día de escuela. Los niños pequeños son resguardados por los grandes en un círculo humano en el patio principal, los padres de familia son avisados de la situación a través de redes sociales y celulares, se designan personas de manera exclusiva para entregar niños, dar informes por teléfono y el resguardo de alumnos. La frase no corro, no grito, no empujo, se enseña desde temprano a los niños como si fuera un mantra, una regla de oro inquebrantable.

El sector público y privado hace lo propio con el personal de protección civil. Un trabajador de nuevo ingreso, deberá presentar exámenes de capacidades y recibir de primera manera mano información de cómo actuar en caso de un temblor, por dónde evacuar, cómo ayudar y a quiénes primero.

Cuando menos dos veces al año, en la Ciudad de México suena la Alarma Sísmica como simulacro de temblor y las calles capitalinas se forran de gente. El próximo se llevará a cabo el siguiente martes 19 de septiembre cuando se conmemoran 32 años del temblor de 1985.

La Ciudad de México se ha preparado por años para un temblor como el del jueves pasado.

Esa noche, cuando el reloj marcó las 23:49, la grabación de una voz masculina anunció por los altavoces instalados por toda la ciudad la frase que nadie quiere escuchar. En un instante las calles de la ciudad se llenaron de hombres y mujeres en pijama que miraban los árboles y los cables de la energía mientras las cajas eléctricas explotaban con fuerza. Otros tantos abandonaron restaurantes y discotecas.

Cuando se activa el protocolo de emergencia, minutos después de un sismo helicópteros de la policía sobrevuelan la ciudad y los equipos de emergencia salen a patrullar las calles. Es sorprendente el silencio en que se envuelve la ciudad durante y después de un temblor.

El movimiento del jueves duró casi diez minutos en total, dos de ellos los más intensos de los que se tenga registro, tiempo suficiente para acabar con cualquier ciudad en el mundo, sin embargo la Ciudad de México reportó daños mínimos en estructuras y ningún muerto.

La mayoría de la gente solo percibió los dos minutos más intensos del sismo, cuando el pavimento pareció caer a un hoyo sin fondo y los edificios más robustos comenzaron a bailar. El movimiento tardó 135 segundos en viajar desde Chiapas, donde fue el epicentro, hasta la Ciudad de México. Si hubiera ocurrido en Guerrero, como pasó en 1985, tardaría unos 80 segundos y la historia sería otra. Por eso es “crucial cada instante entre que suena la alarma y nos ponemos a resguardo”, anunciaron en rueda de prensa los responsables del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México.

En la madrugada los números comenzaron a dar certeza. Se trató de un sismo de 8.2 grados en la escala de Richter que sacudió el centro y el sur de México cuyo epicentro se ubicó en las costas de Chiapas, frontera con Guatemala. Hasta las 4 de la mañana del viernes, se habían registrado 377 réplicas no mayores a los seis grados en la escala Richter. Ya en la mañana, se activó la alerta de tsunami en las costas del Pacífico mexicano, Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua, Panamá, Honduras y Ecuador.

Aunque se trata de un escenario adverso, el paso del temblor de 8.2 grados Richter, le salió barato a la Ciudad de México. El año pasado un movimiento similar sacudió Ecuador y murieron 667 personas por un temblor de 8.1 que dejó cuatro mil millones de dólares en pérdidas materiales.

Expertos en geofísica de la Autónoma de México, señalan que si el epicentro hubiera sido en Guerrero, los cincuenta segundos que da la Alerta Sísmica para evacuación y resguardo, resultarían insuficientes. Y si los mexicanos no tuvieran una cultura de prevención sísmica tan arraigada como su gastronomía, la historia sería otra.

Hoy los capitalinos confirman lo que siempre se preguntan después de un temblor que bate récord: que este movimiento histórico no fue el sismo grande que se espera en el futuro de la Ciudad de México.

A pesar de estas buenas noticias en la capital de la República, el día terminó con 61 muertos en los estados más golpeados: Oaxaca, Chiapas y Tabasco. El presidente Enrique Peña Nieto, presidente de México, decretó luto nacional de viernes a domingo.

Oaxaca, Tabasco y Chiapas, los más golpeados

Fueron los ladridos de los perros los que previnieron a Diana Manzo y su familia lo que estaba por venir. Acostada en la hamaca donde duerme en Juchitlán, una ciudad oaxaqueña de 90 mil habitantes ubicada en la zona conocida como el Istmo de Tehuantepec, se levantó cuando los perros siguieron insistiendo y un viento fuerte comenzó a soplar. Pensó que era la lluvia por el paso de un huracán que alcanzaría a tocar algunas ciudades de Oaxaca, pero todo comenzó a tronar.

“Dios mío ya detén esto, perdónanos”, fueron las palabras de Diana debajo del marco de la puerta acompañada de su esposo y sus dos hijos. Temerosa de los sismos, contuvo el llanto, abrazó a sus hijos, los cuatro se hicieron uno mismo mientras escucharon cómo la televisión, el refrigerador y todo lo que tenían en las repisas, volaba y caía con fuerza. Cuando el piso dejó de moverse, la familia Manzo salió a la calle y junto a los vecinos intentaron dormir a la intemperie soportando las réplicas que no tardaron en llegar.

Ya con el sol a medio salir, Diana caminó por las calles de su pueblo y el número de muertos comenzó en once, ascendió a 20 y terminó en 48. En el camino encontró la gente que perdió su casa, su coche, a sus familiares, la gente no tenía para comer, las tiendas estaban cerradas y el techo de teja que resguarda a los pobladores se vino abajo. Más de mil casas presentaron grietas, hundimientos o fueron totalmente destruidas.

En Tabasco, otro de los estados más afectados por el movimiento telúrico y donde vive María Inés Muñoz, no hay registro de un temblor igual en toda su historia. El miedo era encontrar, posterior al movimiento, grietas en las presas hidroeléctricas del Alto Grijalva que incide de manera directa en el nivel de los ríos de Tabasco. Afortunadamente, las autoridades federales, descartaron cualquier eventualidad que pudiera desencadenar inundaciones que lamentar.

María Inés vivió mucho tiempo en la Ciudad de México pero regresó a Tabasco hace cuatro años. El jueves pasado cuando el suelo se movía con fuerza demencial, recordó que había perdido “la disciplina” que adquirió en los simulacros que asistió cuando vivió en la capital. Supo entonces que había que poner las llaves de casa en un lugar visible, tener una cobija a la mano por si necesita resguardo del viento en la calle. Tener siempre a la mano una lámpara y con qué comunicarse. Pero era más probable que Tabasco se inundara a que temblara como este jueves.

Consciente de que estaba parada en un suelo que es 60 por ciento agua, María Inés estaba conmocionada pensando en ese vaivén pronunciado que parecía no acabar. Aquí el número de muertos terminó en cuatro, dos de ellos menores de edad. Uno quedó aplastado por una viga en casa, el segundo perdió la vida cuando en una sala de hospital cuando el respirador que lo mantenía dejó de funcionar por el corte de electricidad.

La afectación más fuerte fue en los dos edificios más altos de Tabasco. Una torre de condominios privada donde viven muchos petroleros, terminó severamente cuarteada y difícilmente sus condóminos podrán regresar. María Inés dice sentirse todavía “conmocionada” y ha puesto la llave en un lugar visible y a la mano, por si una réplica termina lo que comenzó este jueves.

En Chiapas, frontera con Guatemala y lugar del epicentro del temblor, la Secretaría de Gobernación decretó Emergencia Extraordinaria para 118 municipios y el gobernador de la entidad confirmó que más del 80 por ciento del territorio chiapaneco, tiene afectaciones severas en estructuras, tramos carreteros, más de 300 heridos y falta de agua potable.

Videos en redes sociales, muestran casas en el suelo, iglesias a la mitad, gente que ondea la bandera tricolor verde, blanca y roja encima de los escombros, recordando lo que México mejor sabe hacer, unirse en la tragedia para salvar y salvarse.

Datos curiosos

¿Y las luces en el cielo? El terremoto no explica las luces que se vieron en el cielo y que fueron grabadas en sus teléfonos móviles la noche del jueves donde se ven unos destellos verdes y azules en el momento del temblor. Las autoridades descartaron que las luces tuvieran relación con el sismo o que el movimiento telúrico fuera consecuencia de las pruebas nucleares en Corea del Norte.

El concierto de Alejandro Fernández. El Potrillo estaba a punto de terminar su concierto en el Auditorio Nacional, cuando sonó la alerta sísmica y los asistentes tuvieron que evacuar mientras el artista siguió cantando tratando de transmitir calma a sus asistentes. En un video que aparece en YouTube, el hijo de Vicente Fernández se ve sereno y mostrando mucho control en el momento del sumo de 8.2

Misa llena. La iglesia de San Cosme en la Ciudad de México tuvo aforo lleno el viernes desde las ocho de la mañana hasta la misa final de las seis de la tarde. Nunca antes se había visto tanto creyente un viernes. “Se llama temor de Dios”, explica con una sonrisa María Luisa Prado, una creyente que visita la casa de Dios hasta dos veces por semana.

Escritor colombiano en piso alto de hotel. Alberto Salcedo Ramos, uno de los cronistas más destacados de América Latina, se encontraba en las alturas de una habitación de hotel en la ciudad de Puebla cuando comenzó a temblar. “El mareo era insoportable. Eso sí: por muy asustado que estuviera, me negué a salir en calzoncillos”, escribió el escritor en su red social.

Plan DNIII. La Secretaría de la Defensa Nacional de México, estableció un plan de Auxilio a la Población Civil en casos de desastres naturales llamado DNIII-E que contiene lineamientos en búsqueda y rescate de personas, evacuación en comunidades de riesgo, administración de albergues y seguridad a las áreas afectadas. El DNIII ha brindado ayuda humanitaria a otros países con equipo calificado.

Los cinco terremotos más devastadores del mundo

  1. Valdivia, Chile. 22 de mayo de 1960. Magnitud: 9.5 grados en la escala de Richter. Es considerado el terremoto más grande del mundo, murieron mil 655 personas y dos millones perdieron sus hogares.
  2. Alaska, Estados Unidos. 27 de marzo de 1964. Magnitud: 9.2. Temblor que provocó un tsunami con olas de cinco metros de altura. Se le conoce como “El gran terremoto de Alaska”.
  3. Sumatra-Andamán, Indonesia 2004. Magnitud de 9.1 grados en la escala de Richter. Se calcula más de 200 mil personas muertas o desaparecidas y afectó a catorce países de Surasia y Africa.
  4. Kamchatka, Rusia. 4 de noviembre de 1952. Magnitud: 9.0 Richter. El movimiento causó maremotos que alcanzaron a Hawai, Japón, Alaska, Chile y Nueva Zelanda.
  5. Honshu, Japón. 11 de marzo de 2011. Magnitud: 9.0 grados en la escala de Richter. El quinto terremoto más intenso del mundo. Más de 10 mil personas perdieron la vida y 3 mil más continúan desaparecidas.

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