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¿Por qué la seguridad se escapa del Centro de Formación Juvenil Valle del Lili?

El motín del jueves pasado, en el que se escaparon 40 adolescentes, es una escena habitual en la institución.

28 de abril de 2013 Por: Yefferson Ospina - Reportero de El País

El motín del jueves pasado, en el que se escaparon 40 adolescentes, es una escena habitual en la institución.

El jueves, en la noche, cerca de 300 jóvenes iniciaron un motín en el Centro de Formación Juvenil Valle del Lilí: salieron de sus celdas, con la ayuda de algunas colchonetas incendiaron la planta eléctrica, subieron a los techos, se enfrentaron a los educadores, muchos intentaron fugarse, cuarenta de ellos lo lograron.Se trata del primer intento de fuga masivo de este año en el Centro. También se trata de una escena común: el año pasado 350 jóvenes se evadieron; entre 2010 y 2011 las fugas ascendieron a 800; en agosto de 2011 se presentó el mayor motín del Centro: después de salir de sus celdas, más de 300 jóvenes se enfrentaron a los educadores y 158 de ellos pudieron escapar: rompieron los cerrojos de las celdas, salieron por los agujeros de las duchas, saltaron al muro perimetral que no está terminado y desde allí cayeron cerca de seis metros a un escampado de barro, fuera ya del lugar. ¿Cómo son posibles las fugas?La entrada es una gigante puerta de rejas que se desliza por llantas de acero oxidadas y ruidosas. Dos policías están a la entrada, otros dos caminan en los alrededores. Adentro hay una atmósfera de colegio: edificios con aspecto de salones de clase a izquierda y derecha de una angosta calle. No obstante, una vez se ven los primeros rostros, se tiene la impresión de estar en una especie de purgatorio momentáneamente serenado: son hombres escasos de años sobre quienes ha pasado la guerra, la muerte, el odio. Miran de un modo hostil, algunos, otros preguntan, algunos no miran, solo están ahí. Un purgatorio serenado, se tiene la impresión de que en cualquier momento podría estallar.El Centro es un un rectángulo que tiene de largo y ancho casi el doble de una cancha de fútbol. Todo su perímetro está rodeado por un muro de grises ladrillos que está inconcluso. Otro muro lo cruza de norte a sur y lo divide entre la zona de hombre y mujeres. Hacia el final están los talleres de pintura, madera y panadería. Más allá, un escampado de tierra que termina en el muro perimetral y una garita ruinosa, invadida de musgo y humedad, usada para escapar.Una hilera de edificios de dos pisos constituye los dormitorios. Allí, dispuestas a izquierda y derecha de un pasillo de casi 20 metros que termina en las duchas, están las celdas. En cada una de ellas duermen dos de esos hombres: hablan de todo, de su deseo de salir, de su deseo de no matar más, de no robar más, de su deseo de matar.Antes de las siete de la mañana los adolescentes están formados para iniciar su jornada. Antes de las seis de la tarde, cada uno de los dormitorios está cerrado. Afuera y adentro, cuatro policías vigilan.Para escaparse del Centro de Formación Juvenil parece ser que solo se necesita el deseo de hacerlo.Steven tiene 18 años. Se fugó en Agosto de 2011, la noche en que 158 adolescentes se evadieron. Había entrado por homicidio, perteneció a una pandilla del oriente de Cali. Vagamente recuerda que asesinó a tres personas. Vagamente, porque eso “uno lo olvida”, dice.“Mire, si uno se quiere escapar es fácil: con una barra de metal que se consigue en los talleres del Centro, uno puede dañar la chapa del cuarto. Desde ahí, como hay muy poquita vigilancia, uno sale hasta las duchas, que tienen unos huecos en el techo, se sube al techo y salta hasta el muro. Ahí ya le toca a uno tirarse sin pensar, eso siempre es muy alto. Pero vos saltás y estás afuera”.Así se fugó Steven. Esa noche, después de caer, tuvo un desgarro. El muro mide entre seis y siete metros. Se trata de una caída equivalente a lanzarse de un tercer piso.Así se evadieron 55 internos la noche del jueves, saltaron desde el muro perimetral. Uno de ellos, ante el golpe de la caída, terminó inconsciente.Así son las fugas Valle del Lilí, un centro inconcluso: hace más de dos años, en la zona de las duchas de algunos edificios hay agujeros por los que se fugan los jóvenes. Desde hace más de dos años, la garita de vigilancia que está en un extremo del muro está inconclusa, de modo que nadie vigila en ella, de modo que los adolescentes la usan para escaparse. Desde hace más de dos años, el muro perimetral está casi en obra negra y en algunas zonas tiene baches por los que los jóvenes escapan. En 2011, después de la fuga de los 158 reclusos, los directores del Centro denunciaron sus carencias.En 2013, una semana antes del motín de este jueves, las obras apenas comenzaban.Según Miguel Medina, abogado del sistema penal para adolescentes del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Icbf, hace apenas una semana y media que se iniciaron las obras de construcción. Empezaron con la planta de agua potable y luego habrán de seguir con las obras de seguridad.Según Medina, en dos meses, la inversión de 1750 millones de pesos que tendrá que hacer el Icbf, dará resultados en el Centro.Uno lo que no aguanta es el encierro y los castigosSteven dice que se fugó por cansancio, por fatiga: no quería seguir tolerando el encierro y los castigos.“Yo estaba mejor allá. Mire, a mí me estaban buscando pa´quebrarme. Allá estaba más seguro. Mire lo que me pasó por fugarme”.Está en una silla de ruedas. Después de salir del Centro de Formación, sus enemigos lo buscaron e intentaron asesinarlo. Fueron tres disparos a la altura de la cintura que lo dejaron discapacitado.“Mire, cuando uno está en la Isla, allá en el Centro, es que uno dice que se quiere volar”. La Isla es una zona constituida por un conjunto de celdas de dos por tres metros, al lado del paberllón de dormitorios para varones. Allí van los adolescentes castigados por mala conducta: son encerrados por períodos de hasta cuarenta días en esas celdas mezquinas en las que no entra la luz, en las que el espacio no es suficiente para dormir acostados: una oscura y desesperada fatiga.Usan tarros para orinar y reciben su comida en platos sucios, comiendo con las manos, como perros.Los educadores del Centro lo llaman “Zona de Reflexión”. Los adolescentes, “La Isla”. Steven llegó estar en ese lugar hasta por diez días seguidos.En una visita hecha por El País al lugar, algunos de los educadores afirmaron que la zona servía como mecanismo de reprensión y reflexión.Adentro de las celdas, los adolescentes pedían que los dejaran salir, mostraban heridas en sus cuerpos.“Sí viejo, a uno le pegan allá en La Isla, por eso es que uno quiere abrirse. Mire, después de todo uno allá no la pasa tan mal. Uno come bien, uno duerme bien, estudia, y hasta se pega los plones. ¿Si ve?”. Sí, A Steven le llevaban marihuana y cigarrillos sus familiares. No era difìcil entrarla. Los días de visita, al centro llegan más de 800 personas que son vigiladas por aquellos cuatro policías.Ese es otro de los problemas, dice el actual director del Centro: “es evidente que se necesita mayor presencia de la Fuerza Pública. Si un día de visita los internos deciden hacer un motín, tan sencillo como que se escapan todos, porque ahora solo tenemos cuatro policías por turno”. Cifras de un Centro olvidadoSegún estadísticas del Icbf, durante el 2012 entraron al Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes un promedio de 150 jóvenes por mes, la mayoría por los delitos de hurto, porte de alucinógenos, porte de armas y homicidios.Durante los últimos tres años, los problemas estructucturales de la construcción permitieron la fuga de más de 1300 adolescentes.El Centro requiere la terminación del muro perimetral, la garita de vigilancia y la instalación de rejas de seguridad en las duchas.Según Jhon Arley Murillo, director regional del Icbf, los gastos de esas obras iban a ser asumidos en conjunto por la Alcaldía Municipal, el Icbf y la Gobernación Departamental. Sin embargo, la pasada Gobernación incumplió la promesa y las obras no pudieron empezarse. “Sólo hasta la semana pasada pudimos empezar las obras gracias a una inversión que hará el Icbf de $1750 millones”, dijo Murillo y agregó que es inaceptable que sigan presentándose fugas.“Nosotros hemos multado a la organización que administra el Centro, que son los Religiosos Terciarios Capuchinos, con cien millones de pesos. En varias visitas hemos comprobado que los internos tienen celulares, armas y drogas. Así que no sabemos si ha habido complicidad por parte de los directivos del Centro”.Hasta ahora solo se ha iniciado la construcción de una planta de agua potable. Adentro del Centro Valle del Lili recogen los destrozos del último motín, pequeños destrozos sobre ese monstruo enfermo, antes de seguir con las obras. 

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