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Carlos Vives, un hombre de hogar

Así se consagró la gran amistad entre la cantante Adriana Lucía y Carlos Vives que se selló con una promesa que quedó en el aire. ‘Algún día haremos un disco juntos’, le dijo él.

24 de septiembre de 2012 Por: Alda Mera, Reportera de El País

Así se consagró la gran amistad entre la cantante Adriana Lucía y Carlos Vives que se selló con una promesa que quedó en el aire. ‘Algún día haremos un disco juntos’, le dijo él.

Una vez, hace 14 o 15 años, estaba yo en Sonolux –cuando ambos trabajábamos para esa disquera– y me anunciaron: “Mira, hay un fan que te quiere conocer”. Yo dije: “Ah bueno, que siga”: Cuando veo que entra Carlos (Vives) y digo ¡Wao! Él traía un cd mío y me pidió: “Por favor, ¿me lo firmas?”. Y yo dije: “No puedo creer que esté firmando un autógrafo para Carlos Vives”. Y ahí mismo me contestó: “Y yo no puedo creer que Adriana Lucía me esté firmando uno”. Ese día entendí la calidad de persona que es Carlos. Su sencillez, su espontaneidad. El ser humano tan increíble que es.Ese fue el inicio de una gran amistad entre la cantante Adriana Lucía y Carlos Vives que se selló con una promesa que quedó en el aire. ‘Algún día haremos un disco juntos’, le dijo él. “Nos encontrábamos, íbamos y veníamos, pero la promesa seguía allí. Hasta hace cinco años que gracias a esa gran amistad e intención, terminamos haciendo la producción de mi disco ‘Porro Nuevo’”, dice Adriana Lucía.Para ella, Carlos, el ser humano que está en casa o en su estudio de Gaira Producciones, no es muy diferente al que se sube al escenario, lleno de amor y eso sí, extremadamente puntual, así llegue en bicicleta, porque él puede llegar al concierto más espectacular, en ‘bici’.Es una persona muy organizada. A las 4:00 a.m. ya está despierto, prende la radio, hace ejercicio, sube y baja la montaña en bicicleta. Y siempre carga un cuadernito y un lapicero –es chapado a la antigua, cero computador–, y va cogiendo frases y tomando nota de detalles. “Nos llaman juglares a los que tenemos olor a campo”, le dijo una vez un músico tradicional a Adriana Lucía. Y ella dice, Carlos es un juglar, es de esas personas que todavía tienen olor a campo, a provincia.“Cuando estábamos en Miami haciendo mi disco, él me recogía todos los días para ir al estudio de grabación”, recuerda Adriana Lucía. “Y todos los días se perdía. No encontraba el puente por donde teníamos que pasar. Y yo le decía, ¿pero cómo te puedes perder si todos los días pasas por aquí? Y me contestó: ‘Es que yo salí, pero mi mente se quedó en Santa Marta y allá no hay ese poco de puentes’. Ese es Carlos Vives. La sencillez absoluta”.Ella lo vivió. Cuando el samario conoció al papá de la cantante, éste le contó del Festival de la Chicha (refrescante, no embriagante) que se hace en El Carito, su pueblo en Córdoba. Y nos dijo que quería ir. Yo pensé que estaba mamando gallo. Pues no, a mi casa llegó solo, sin mánager ni nada, y no quiso hotel: durmió en una hamaca debajo de un palo de mango. En casa es un hombre hacendoso, hogareño, le encanta atender. Cocina para los demás, pero él no come. No tiene un plato fuerte porque él lo va inventando –al estilo del pintor costeño Alejandro Obregón– y puede servir jugo con helado o algo así. “Carlos es experto en la cocina y yo soy su asistente, recojo, guardo y organizo”, dice la ex reina y ahora madre de sus dos hijos menores: Lucía y Pedro. “Él hasta le plancha los uniformes a los niños. Él es un papá que se cree mamá”, dice Adriana Lucía.Hiperactivo total, no se queda quieto jamás. Él está componiendo, va y hace un tinto, frita un huevo, hace ejercicio, monta en bicicleta... “Muchos lo han visto con escalera al hombro y de pronto está hablando, y toma una pintura y pinta la mesa del centro, las paredes, porque él es un creador nato”, agrega Adriana Lucía. Él no es de los que se encierra en un cuarto y dice: “Ohh, voy a crear. No. Él está en creación permanente. Esa es la brillantez absoluta que apunta en su cuadernito. En su anterior casa, había una pared que cada que iba tenía un color diferente”. “Pero es muy impulsivo. Le da una bravura profunda, pero se le pasa rapidito”, revela su amiga. Ante una impuntualidad, que le queden mal en algo o que le digan ‘no puedo’, “él puede coger rabia profunda, pero luego pasa a una alegría profunda”.En el camerino es otra historia: a diferencia de otros artistas, que antes de un concierto están en reposo y silencio total, en el camerino de Vives hay bulla, escándalo, están la tía, la abuela, la bisabuela, la prima, el amigo, el vecino, y todos corren, saltan, gritan. Es la locura.El maestro Julio Oñate Martínez resume su encanto caribe así: “Carlos nació con una calidad humana admirable y dotes de gran caballero que ha sabido cultivar y quiere a la gente en forma sencilla y por eso el público lo admira y lo quiere”.Vea También:Primera parte: Carlos Vives vuelve al ruedo musicalSegunda parte: Carlos Vives, un 'Colombianólogo'

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