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Arley Betancourt y su esposa, Sandra,acompañando a su hija menor, Valeria, en la celebración de sus quince años. Su hija mayor se llama Daniela. | Foto: Especial para El País

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“Mi amor por el Deportivo Cali es único”: Arley Betancourt

Desde Sao Paulo, Brasil, Arley Betancourt recuerda sus épocas de gloria con el cuadro verdiblanco. Diálogo con un ídolo azucarero.

27 de junio de 2017 Por: Daniel Molina Durango - Reportero de El País

Arley Betancourt responde desde Sao Paulo, Brasil. Está radicado allá con su familia -su esposa Sandra y sus dos hijas- desde hace cuatro años.

En el teléfono, el exvolante se escucha emocionado, cuando cuenta que está ansioso por el nacimiento en pocos meses de su tercer hijo, que será varón y se llamará Vinicius, en honor a lo bien que el país de la samba lo ha tratado.

Tiene 42 años, dice estar dedicado a comprar bienes para luego venderlos y en breve comenzará un curso de director técnico en la Federación Paulista de Fútbol. Eso resume lo que han sido los últimos años de este volante exquisito, que de un momento a otro se perdió del mapa de la prensa y de los hinchas del Deportivo Cali, que lo recuerdan como uno de los más grandes mediocampistas que vistió la casaca verde.

Arley cuenta que su amor por el Cali sigue intacto. De hecho, relata que se hizo hincha del club desde niño gracias a su hermano, Germán, que un día, en su hogar en El Cerrito, Valle, pegó en la pared un afiche del equipo azucarero del 86, ese mismo en el que jugaba la dupla inolvidable conformada por Carlos Valderrama y Bernardo Redín.

Pero a él, el fútbol creativo de ‘Bernie’ y del ‘Pibe’ no lo deslumbraba tanto como los goles que marcaba Jorge el ‘Mortero’ Aravena, un chileno que hacía parte de ese plantel y que, a pesar de ser mediocampista, aprovechaba la dinamita que tenía en su pierna zurda para marcar goles. En sus inicios, Arley soñaba con eso, hacer goles. “Cuando jugaba con los otros niños, les decía que yo era Aravena”.

Su historia tuvo un punto de inflexión en enero de 1995. En unos Juegos Panamericanos y jugando con la Selección Colombia, el entonces mediocampista golpeó al árbitro costarricense Ronald Elías Gutiérrez, quien, según Arley, obró de mala fe y lo incitó a cometer tal agresión. Por eso fue suspendido con dos años sin jugar internacionalmente, y con 40 fechas en el fútbol colombiano. Como si fuera poco, sufrió tiempo después una lesión que marcó su carrera.

Pero eso no evitó que triunfara en el Cali. Debutó a los 17 años, alcanzó a ser parte del título del 96 y después fue vital en la estrella del 98 y en el subtítulo de la Copa Libertadores del 99. Fue poco después de eso que el volante de El Cerrito se retiró de manera prematura por esa lesión que siempre lo acompañó y que le acarreó cinco operaciones en su rodilla derecha. “Terminaba cada temporada sin fuerzas”, relata desde Brasil, mientras recuerda su paso por el fútbol y por el cuadro verde.

¿Dónde se retiró?
En el Quindío, si la memoria no me falla en el 2003 o el 2004. Jugué como tres meses y me lesioné tres veces. La última vez que actué fueron 20 minutos ante Junior.

¿Cómo terminó en Brasil?
Después de retirarme, el fútbol me dejó algo de dinero, entonces decidí quedarme en Colombia pero no me fue bien en algunos negocios. Por fortuna se me abrió una posibilidad aquí en Brasil de hacer lo mismo que hacía allá, ser rentista capital, es decir, compro propiedades como apartamentos y carros y luego los vendo. Hace cuatro años llegamos.

¿Por qué se amañaron?
El brasileño es amable, te trata muy bien y eso nos ha gustado. Mis hijas son las que están más amañadas y por eso seguimos acá (risas). Estamos felices y esperando el nacimiento de mi tercer hijo, que será un niño. No lo esperábamos porque ya habíamos cerrado la fábrica, pero la familia está emocionada.

¿Qué es el Cali para usted?
Es amor puro. Soy un hincha más.

¿Cómo fue su llegada al equipo?
Tenía unos 15 años cuando el Cali adquirió mis derechos, yo estaba en la Escuela Carlos Sarmiento Lora.

Un recuerdo del debut…
El primer partido que jugué creo que fue en el año 93, los últimos minutos de un encuentro contra Envigado. Pero para mí, mi debut fue cuando por primera vez me pusieron de titular, en un clásico contra América. El técnico que me dio la confianza fue un argentino, José Yudica… un día antes de ese partido yo tenía el pálpito que iba a estar en el once inicial, pero el técnico me vino a decir eso en el camerino, a nada de que empezara el juego. Tuve nervios pero me fue muy bien.

¿Por qué volante?
Empecé jugando como delantero, pero en un selectivo para conformar una Selección Colombia Sub-17 el profesor Dulio Miranda me dijo que me veía condiciones, pero que por mi estatura era duro ponerme de ‘9’. Yo le dije que le jugaba desde atrás y él me puso como volante en un amistoso ante un equipo de Barranquilla que se llamaba Sporting, en esa práctica me fue muy bien y me quedé en ese puesto.

Sus alegrías con el Cali…
Los títulos. El del 96 fue muy lindo porque hacía 22 años que el Cali no era campeón. Yo no participé mucho porque en el 95 tuve el problema ese con el árbitro en los Panamericanos y luego tuve una lesión que me marcó la carrera, pero de todas maneras estuve presente y colaboré. Fue un equipo aguerrido como su técnico, el ‘Pecoso’ Castro. En el 98 el Cali jugó mejor fútbol, el equipo no venía bien y se acababa de ir el profe Reinaldo Rueda, y llegó el ‘Cheché’ Hernández y fue como un renacer, porque nos cambió la mentalidad y por eso fuimos campeones.

El subtítulo de la Libertadores...
Éramos un equipo ya consolidado, que tenía en todas sus líneas a jugadores muy profesionales. Pero para ser sincero, nos tocó enfrentar en la final a un equipo superior como Palmeiras. Tenían jugadores que eran de la selección Brasil como César Sampaio, Junior Baiano. Yo era un referente, pero me fracturé un dedo y no pude jugar el partido de ida en Cali, en el que solo ganamos 1-0. En Brasil jugué infiltrado pero era duro, lo dimos todo pero nos faltó suerte en los penales.

¿Qué piensa de la agresión al árbitro en los Panamericanos?
Admito que cometí un error, pero yo era un muchacho de 18 años jugando con unos de 23. En ese certamen me estaba yendo bien, los empresarios fueron a ver al ‘Burrito’ Ortega y al ‘Muñeco’ Gallardo de Argentina y terminaron viendo a Arley Betancourt. Al hotel me caían empresarios que me querían llevar a Francia, España… Entonces cuando pasa lo de la agresión, la prensa agrandó la situación, porque creo que no soy ni el primero ni el último que agredió a un árbitro. Los medios se metieron con mi familia, dijeron que yo no era bien educado, y la cosa no pasaba por allí. Fui marcado por el bombo que Colombia le dio a ese hecho, hasta Revista Semana sacó artículos míos. La prensa no me cuidó.

¿Por qué le pegó?
Lo que pasó es que el árbitro era de esos que regañan todo el partido, yo no le podía decir nada porque me contestaba: “te voy a expulsar, te voy a expulsar”. Entonces, cuando me expulsa, yo me iba a ir tranquilo pero él me dice: “andáte a las duchas, gamín”. Ahí fue que pasó lo que pasó. Para mí el árbitro obró de mala fe, pero nadie me preguntó eso.

Después de eso, y de triunfar con el Cali, ¿qué vino para Arley?
Fui vendido a Lanús de Argentina, donde tuve problemas con el técnico Miguel Russo. Decidí volverme a Colombia y el América se interesó por mi y me fue bien (fue campeón en el 2000), soy agradecido con esa institución. Pero en ese tiempo yo ya estaba mal por esa lesión que tuve mientras cumplía esa sanción por el problema en los Panamericanos.

¿Qué fue lo que le pasó?
Me rompí un menisco de la rodilla derecha, y me apresuraron la recuperación y la verdad, eran tantas las ganas mías de jugar que yo también me apresuré. Lastimosamente empecé a sufrir del cartílago y hasta de artrosis, que eso es algo que les da a los viejos. Era como si tuviera agujas en la rodilla. Todo lo que hice en el fútbol fue con ese dolor.

¿Cómo se lesionó?
Imagínate que yo ya había cumplido las fechas de la sanción, y el ‘Pecoso’ Castro me tenía listo para incluirme en el banco en un partido contra Nacional en el 96. La expectativa era mucha, los hinchas decían que era el regreso de Arley, pero en un entreno esa semana, la cancha donde practicábamos estaba dura y yo pisé un hueco, ahí me lesioné.

¿Cómo fue jugar con ese dolor?
Es que yo escuchaba comentarios de gente que no sabe, que decía que yo me fui temprano del fútbol por indisciplina, cuando al contrario, yo duré fue por disciplinado. Cuando me lesioné los médicos me daban una vida deportiva de 24 años y jugué como hasta los 29. Era el primero en llegar a los entrenos a fortalecer la rodilla y el último en irme. En la casa, en los aviones y a todo lado iba con unas bandas elásticas para fortalecer. Pero llegó el punto que no daba más. Terminé corriendo mal y hasta la cadera me dolía. La gente no sabe que jugué lesionado.

¿Extraña el fútbol?
Mucho, por eso en unos días voy a empezar un curso para director técnico en la Federación Paulista de Fútbol. La idea es volver a Cali a enseñarles a los chicos mi experiencia. Allá tengo muchos conocidos, ojalá se me abran las puertas.

Un gol inolvidable con el verde...
Al Tolima. Me saqué a tres jugadores en el área y vencí al arquero. Celebré como prendiendo una moto (risas).

Un mensaje para el hincha caleño...
Muchas gracias por acordarse de mi, quiero decirles que estoy bien gracias a Dios y feliz con mi familia. Mi amor por el Deportivo Cali es único.

Brilló en un Cali de ensueño
Arley Betancourt, en las temporadas de 1998 y 1999, jugó en un Cali de ensueño, con futbolistas de mucho talento y carácter.

En el arco estaba el venezolano Rafael Dudamel; en la defensa brillaba el zaguero Mario Alberto Yepes; en el mediocampo, Arley se lucía al lado de volantes de buen pié como Martín Zapata, ‘Pelusa’ Pérez, Alex Viveros y Máyer Candelo; y arriba jugaba un delantero que hacía todo bien: Víctor Bonilla.

El DT de ese equipo era José ‘Cheché’ Hernández.

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